Cambios tecnológicos y estados de conciencia


Prócoro Hernández Oropeza

Con la aparición de las nuevas tecnologías de la información y más concretamente las redes sociales, la interacción humana ha sufrido muchos cambios. En mis tiempos mozos no existía el teléfono móvil y el de casa sólo pocas familias tenían acceso a él. Los teléfonos públicos eran escasos y sólo existían en las grandes ciudades. La única forma de comunicación más rápida eran los telegramas y le seguía el correo, las cartas.
En la década de los setentas yo recibí la notificación de que había sido aceptado en la UNAM por medio de una carta. Hoy todo es vía correo electrónico, inclusive, las tareas, las calificaciones, las notificaciones son por esta vía y en muchas instituciones educativas se imparten cursos y carreras por la vía del internet.
Antes de que llegara el internet, apareció el fax, una vía más rápida para enviar información o documentos importantes, pero sólo se daba el intercambio entre aquellos que tuvieran su propio fax. Por ahí en los 90 apreció el celular. Como periodista fui invitado en mi ciudad a la presentación del primer teléfono celular. Entre los asistentes se rifaron algunos ejemplares y fui uno de los afortunados en salir premiado con uno. Eran grandes, poco estéticos, muy pesados y la recepción no era muy buena.
A partir del nuevo milenio, los cambios tecnológicos han sido de tipo cuántico; llegó la era digital y con ello la generación digital, todo o casi todo se maneja a control remoto. Incluso los relojes dejaron atrás la precisión mecánica suiza  de los relojes, así como las máquinas de acero y sus incrustaciones de oro o de diamantes. Los grandes y pesados televisores han dado paso a las pantallas planas y otras curvas para dar la sensación de la tercera dimensión y prácticamente con las mismas características de una computadora, pero con gran definición. Los celulares también han avanzado e incorporado muchas funciones que hace 50 años sólo era un aditamento de las películas de ciencia ficción.
Todos estos cambio tecnológicos, como quiera que sea, han posibilitado muchos avances y beneficios a la humanidad, pero también se han convertido en un serio peligro de incomunicación, manipulación o de tentaciones. Es tanta la información que fluye por las redes de comunicación digital, tanta que está saturando el espacio cibernético, pero también nuestro cerebro, nuestra conducta, las relaciones humanas. De toda esa información, es abundante la que divulga y fomenta las bajas pasiones, los deseos y tentaciones más instintivos e infrahumanos. Si hace un análisis de los programas, películas, series en las televisoras, webs y cadenas de entretenimiento privado o de cobro, la mayoría fomenta violencia, ira, lujuria. Encontrar una película que fomente armonía, virtudes, valores o principios, es posible que encontremos una entre 50 o más.

En las redes sociales, son escasas las personas que las usan para divulgar ciencia, cultura, filosofía, ética. La mayoría de los usuarios la usan para fomentar su vanidad, sus egos como el narcisismo, presunción, estatus. Los niños desde muy temprana edad reciben sus tabletas o sus celulares para ver sus caricaturas o entretenerse con los juegos digitales. Los mayores no se quedan atrás y están apegados a sus celulares o Iphones en casi todo momento. El disfrute del aquí y ahora es a través del chateo, de los likes, de las selfies. Alguien subió a internet dos imágenes contrastes y muy evocadores de estos cambios. Por un lado, hace unas décadas, en una foto en blanco y negro, aparecen varias personas en una calle leyendo su periódico. En otra imagen, en otra calle similar, pero la foto en color, todos los personajes ahí presentes con sus celulares en la mano. A dónde iremos a llegar con tantos saltos cuánticos en cuestiones de tecnología. Nadie sabe, no se sabe, sólo queda ser precavido y no perder la perspectiva ni nuestra identidad. Recordar que antes que máquinas somos una esencia divina. 

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