La vida es un juego


Prócoro Hernández Oropeza

De acuerdo al diccionario, el juego es una actividad que se realiza generalmente para divertirse o entretenerse y en la que se ejercita alguna capacidad o destreza o bien una actividad recreativa física o mental en la que compiten dos o más personas sometiéndose a unas reglas y componentes. Los componentes fundamentales de un juego son: Un Espacio (con límites), Tiempo (límites), Meta/Objetivos, Equipo (personas), Reglas, Árbitros, Obstáculos (cosas y oponentes), Objetos con que jugar (equipo), Objetos para que jugar (premios), Poderes y Limitaciones. Desde este ámbito, resulta que nuestra vida es un juego y de nosotros depende cómo lo jugamos, en sufrimiento o en felicidad, en amor o en anti amor.
Como vivimos en la ignorancia de muchas cosas, por lo general jugamos nuestros juegos en dolor, sufrimiento o angustia, pocos momentos en felicidad y amor. El juego de pareja posee, lo mismo que un juego de futbol, espacio, tiempo, metas y objetivos, las personas que lo juegan, la pareja; existen reglas y hasta árbitros, obstáculos, obviamente, también premios y recompensas y requerimos poderes, en este caso conocimientos para saber manejar nuestras relaciones de pareja.
Cuando alguien participa en un juego, de cualquier naturaleza, por lo general siempre piensa en la meta, en ganar el partido, meter goles, tener hijos, casa, dinero, prosperidad. Cuando nos enfocamos en este punto, no disfrutamos nuestros juegos y pensamos que cuando consigamos ganar el partido, el campeonato o poseer esos objetivos trazados en pareja, alcanzaremos la felicidad plena. Triste ilusión e ilusos los que piensan así. No disfrutan sus juegos. Eso mismo sucede en el juego del trabajo o de la escuela, siempre pensamos en las recompensas, las gratificaciones, el aumento de sueldo, las vacaciones, un mejor puesto, un trabajo mejor pagado. Y vivimos pensando en ese ideal, en esos objetivos, mientras tanto nos la pasamos resentidos, enojados, frustrados cuando esas metas no se realizan de acuerdo a nuestras expectativas.
La vida es un juego. Cada Actividad en la Vida es un Juego, cada deseo, cada problema, cada relación, cada negocio, cada meta es un Juego tuyo. Sólo existen juegos. ¿Qué % del tiempo lo disfrutamos en ENERGIA POSTIVA: gusto, entusiasmo, alegría? Y ¿Cuánto porcentaje jugamos en ENERGÍA NEGATIVA: frustración, impotencia, enojo, miedo, tristeza, etc.?
Si la vida es un juego y el juego es una actividad que se realiza generalmente para divertirse o entretenerse y en la que se ejercita alguna capacidad o destreza o bien una actividad recreativa física o mental en la que compiten dos o más personas, cada momento de nuestra vida debería disfrutarse, saborearse de instante en instante. Y si se presentan obstáculos, como cuando un futbolista se enfrenta a sus oponentes y crea estrategias para burlarlos, supera los obstáculos y finalmente llegar a la meta, así deberíamos ser en cada instante de nuestra vida.
Y si no ganamos el partido, si no metimos el gol, qué importa, habrá nuevas oportunidades. Lo mismo en una relación de pareja. Lo ideal es que cuando alguien se compromete con otra persona es que disfruten su juego y juntos obtengan los objetivos deseados. Pero no siempre sucede así. Los matrimonios del pasado, de nuestros abuelos y aún de nuestros padres lograron superar muchos obstáculos y tal vez pasaron muchos momentos oscuros y difíciles, pero los trascendieron y finalmente mantuvieron su matrimonio; hoy la situación ha cambiado. Es un juego que ha modificado mucho sus límites, su eficacia, sus resultados. El matrimonio no dura mucho, precisamente porque no sabemos adaptarnos a estos cambios, no respetamos los límites, se complica más alcanzar las metas, pero sobre todo no disfrutamos este juego. Los egos de los celos, la ira, la angustia, la intolerancia, la lujuria o el orgullo nos sacan de nuestras casillas y perdemos esos juegos. Y cuando una pareja se separa, lo hace en un mar de coraje, resentimiento, tristeza, dolor. Y si no sanan o no saben cómo sanar esas heridas volverán a buscar una nueva pareja para buscar otro juego marital y por lo regular, bajo esas premisas, volverán a perder.



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