La tarea del héroe

Prócoro Hernández Oropeza

En la vida cotidiana, en la literatura o el cine, el héroe es uno de los arquetipos fundamentales y de de gran poder de proyección e identificación. De acuerdo al diccionario, un héroe es una persona que se distingue por haber realizado una hazaña extraordinaria, especialmente si requiere mucho valor. En otra acepción es el personaje principal en una obra literaria o cinematográfica, especialmente el que produce admiración por sus buenas cualidades. Desde pequeños fuimos inducidos a ese mundo de buenos y malos, de héroes y antihéroes o los malvados que ponen en peligro la vida de una persona, comunidad o de una nación entera.
La palabra héroe proviene del griego antiguo ἥρως (hērōs) y podía ser aplicado tanto a hombres como a mujeres ilustres. El concepto apareció por primera vez en Grecia y fue aplicado en la cultura por Píndaro quien distingue entre dioses, héroes y hombres. A su vez Platón distingue entre dioses, démones o demonios, héroes y hombres. En la época arcaica Hesiodo define héroe como «semidiós» o «dios local» mientras que Aristóteles declara que los héroes eran, tanto física como moralmente, superiores a los hombres. Pero el significado moderno de héroe o semidiós aparece con latinos como Cicerón; y con el célebre Virgilio.
Para el escritor austriaco Stefan Zweig, el mundo está compuesto de héroes, de personas que resisten, se enfrentan, pelean y se sacrifican. Un héroe no necesariamente requiere del prototipo de un individuo que sólo se dedica a hacer el bien a su comunidad y por tanto adquiere fama y es reconocido como tal. Cualquier persona pude encajar en el papel de héroe, siempre y cuando cumple con algunas cualidades o virtudes.
El filósofo español Fernando Savater define al héroe como quien logra ejemplificar con su acción la virtud como fuerza y excelencia. Ateniéndonos a esa definición, él es un ejemplo de heroísmo. Lo es porque con su conducta, al rechazar lo que no va con él, muestra ejemplarmente qué es el mal y sabe que ceder al mal es tener una debilidad, debilitarse. Y el mal busca las debilidades para ganar terreno y, a la postre, vencer.
Un héroe es aquel que con una acción minúscula puede hacer feliz a alguien o a muchos. De estas existen muchas historias increíbles. Vale recordar un ejemplo de generosidad. Wayne Dyer, autor de Tus zonas erróneas narra que una ocasión iba a comprar alimentos en su carro cuando un desconocido se le acercó a la ventana y le pidió una limosna. Dyer sacó un billete de cien dólares y se lo entregó. El señor le sonrió y agradeció tal gesto y hasta lloró. Tiempo después, este personaje lo buscó, todo transformado, con ropa de calidad y le dijo que gracias a su gesto había cambiado su vida. Esa actitud de Dyer le devolvió la fe y decidió cambiar ese papel de víctima que venía jugando. Y así como estas historias existen muchas y quizá cada uno de nosotros hemos sido protagonistas silenciosos de este tipo de gestas. Los héroes anónimos.
La literatura, el cine el papel del héroe casi siempre es el protagonista principal e invariablemente vence a los malvados, a los transgresores o villanos. Esas batallas ilusorias siembran un poco de esperanza o de fe, de que siempre habrá alguien que vendrá a salvarnos. Pero pocos hablan de nuestras batallas internas, de nuestros verdaderos demonios, que son los que controlan nuestros pensamientos, emociones y voluntad. Y ¿quién será el héroe que nos salvará? Nuestro Cristo interno, ese maestro o gurú que tiene todo el poder para exterminar esos mercaderes y cambistas que han tomado nuestro templo interior. Con el látigo de la verdad, el amor y las virtudes tiene la maestría para eliminar a esas legiones egoicas que nos mantienen en el sufrimiento, que roban nuestras energías y engordan a costa de nuestros placeres mundanos..



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