La Muerte sin sentido


Prócoro Hernández Oropeza
La muerte, la catrina, la comadre, parca, pelona, dientona, la ineludible, son múltiples los nombres que se le asignan a ese ángel quien con su guadaña corta el cordón de plata que une los cuerpos inferiores del hombre con sus cuerpos superiores. Porque en realidad poseemos, además del cuerpo físico otros seis: cuerpo vital, astral, mental, causal, del alma y del Ser. Eso no lo sabe el común de la gente, pero es verdad. Los primeros cuatro cuerpos son llamados inferiores y son los que mueren, el primer es el físico. Los tres cuerpos superiores, causal, del alma y la mente se recogen en el alma y son llevados ante la Justicia Cósmica.
Sí, el hombre posee siete cuerpos: el que palpan los sentidos, el cuerpo físico, conocido como Stula Sarira. El segundo cuerpo es el formado por los órganos vitales del cuerpo anterior, llamado Lingam Sarira. El tercer cuerpo es el astral, visto por quienes tienen poderes psíquicos. El cuarto cuerpo es el mental, en el nacen las ideas, fantasías, es el manas inferior, el quinto cuerpo es el causal ó manas superior. El sexto cuerpo, es el de la intuición, representa la conciencia superlativa del ser, es el cuerpo búddhico. El séptimo cuerpo es el Íntimo, del Ser. Es la gran realidad de la vida, libre en su movimiento, donde existe la dicha y felicidad sin límite.
Visto desde esta perspectiva, en realidad lo único que mueren son esos cuatro cuerpos inferiores, pero nuestro gran Espíritu no muere, es eterno y regresará, se le otorgará otro cuerpo hasta que forme sus cuerpos solares o crísticos, sin egos, sin maldad, sólo expresión del amor y la compasión.
Por ello, recordar a la muerte, como se hace cada año en estos días, habrá que hacerlo, pero sin ese temor, angustia o sufrimiento por lo que han pasado nuestros amigos, familiares o lo que nos sucederá a nosotros, tarde o temprano. Es un ciclo de vida por la que todos pasamos y dependerá de cada uno cómo será nuestra muerte: útil o inútil, en sufrimiento, miedo o angustia o en paz interior, sabiduría, compasión.
Por ignorancia la mayoría de los humanos le temen a la muerte, temen a ese momento en que se nos despoja de este traje o cuerpo material. Y le temen porque piensan que hasta ahí concluyó todo. Si durante su vida se portó bien, en amor, con virtudes, le han dicho, sobre todo las religiones oficiales, irá al cielo; de lo contrario, será destinado al averno. Y en parte es verdad, dependiendo de nuestra progresión espiritual o avance se nos dará un descanso en mundos más divinos y retornaremos a este planeta a sanar nuestra alma. Al paraíso, a la casa del Gran creador, las almas no pueden entrar con rasgos egoicos, deben ser totalmente virtuosas, divinas, amorosas. Si nuestra vida fue un desastre, sólo siendo expresión de nuestros demonios internos iremos al averno o inframundo a sanar, en esos niveles dantescos nuestra psique. Luego se nos dotará de otra alma para vivir nuevos juegos o experiencias humanas.
Cuando alguien muere en ignorancia, miedo, sufrimiento adviene una muerte inútil. Lo es porque en la siguiente vida vendrá otra vez con la consciencia dormida a vivir sus mismos guiones o dramas de sufrimiento o infelicidad. Y si no despierta se sujetará a la Ley del Eterno Retorno, vida tras vida hasta que comprenda su misión o regrese como un alma no realizada. En cambio una vida útil es cuando una persona ha quitado el velo de la ignorancia y comprende que su único propósito es encontrar el mapa para retornar a casa, a Dios. Eso significa sanar su alma, encontrar a su verdadero maestro, a su linaje y sabe que ya no importa cuántas vidas deba retornar, sabe ahora cuál es su destino y su misión. En sánscrito se canta un mantra que dice: Sa Ta Na Ma, que significa Sa, del infinito viene la vida, Ta; luego viene la muerte Na y Ma el renacimiento, el retorno. Eso lo sabían las antiguas culturas.

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