Om tat sat, Yo soy eso
Prócoro Hernández Oropeza
De pequeños, cuando surgía alguna diferencia entre dos amigos o hermanos solíamos decir: Pinto mi raya. Esto para delimitar mi espacio, para no ser molestado o para marcar mis diferencias con el otro. Era y sigue siendo una cuestión de costumbre o de hábitos; lo es porque desde que nacimos en este planeta con la conciencia dormida venimos con esa aparente verdad de que estamos divididos, cada uno está separado del otro. Entonces surgieron los apegos, las posesiones, la propiedad privada, las leyes y la separación de razas, países, culturas.
Y cada persona, raza o nación piensa que es mejor que la otra y se inculca la idea de que cada especie, cada individuo debe, si quiere sobrevivir o destacar, luchar denodadamente contra el otro; vino la competencia, la división, la lucha, la guerra, el exterminio.
En los antiguos textos sagrados védicos, cuando se vivía en una sociedad de luz, con conciencia despierta, se menciona la palabra Om tat sat, como un mantra sagrado que significa “No hay diferencia entre tú y yo” o bien usado como saludo: “Saludo al glorioso ser que hay en ti”. Era el saludo de los supremos dioses. Esas tres palabras, om tat sat, se emplean para señalar a la Suprema Verdad Absoluta. Son tres representaciones simbólicas que usaban los brahmanas mientras cantaban los mantras de los Vedas y durante los sacrificios que se hacían para la satisfacción del Supremo.
Y en realidad todos estamos unidos por un cordón de oro, provenimos de una sola fuente, pero esa caída, la corrida del Edén adámico nos hizo perder conciencia, caímos en profundo sueño y desde entonces vivimos en la ilusión de que estamos separados, separados de nuestro dios interno y por consiguiente de nuestros semejantes.
El gran Padre/Madre ha enviado a diversos avatares para recordar nuestro origen divino y para enseñnar a amarnos los unos a los otros, para recordar el camino a casa y reintegrarnos con nuestra fuente divina. Om tat sat sat, yo soy eso, la verdad absoluta, soy uno con el supremo.
En la primera Epístola de San Juan 4:20, literalmente dice: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”. Antes. En el verso 18 dice: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor hecha fuera todo temor, porque el temor comporta castigo, el que teme no ha sido perfeccionado en el amor.”
En otro contexto Judas le pregunta a Jesús: "Entendido, Maestro, pero, si yo hago lo que Usted me enseña, ¿ya lo es todo?" Contesta el Maestro: "Nosotros somos UNO, como mi Padre es UNO conmigo, pero tú no puedes todavía hacer lo que Yo hago, porque el Sol alumbra a todos sus Planetas, pero los Planetas, ni aún todos reunidos, podrían dar ni una décima parte de Luz hacia el Sol. Por eso es necesario que vosotros os convirtáis en vuestro propio Sol, en vuestra propia Luz, y así alumbraron doce y alumbrando a otros, le corresponderíamos con nuestra Obra a mi Padre que me ha enviado".
Así que en cada uno de nosotros está esa luz, ese sol que debe brillar y cuando no exista temor y sólo manifestemos amor, estaremos en la gracia de Om tat sat, yo soy eso, esa luz. No hay diferencia entre tú y yo.
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