El vacío iluminador
Prócoro Hernández Oropeza
¿Qué es el vacio? Se puede afirmar que un vaso está vacío cuando no posee ningún elemento como agua o jugo. El vacío iluminador es distinto; es un proceso que se adquiere a través de un profundo trabajo espiritual. Es el vacío de la mente que se logra mediante un trabajo meditativo constante y profundo y por lo mismo es imposible describirlo; es necesario y urgente sentir y experimentar el aspecto vacío de la mente.
Existen dos tipos de iluminación: la primera suele llamarse «agua muerta» porque tiene ataduras. Todavía seguimos atados, nuestra mente está limitada por los agregados psicológicos. La segunda es elogiada como «la Gran Vida» porque es iluminación sin ataduras, vacío iluminador. En esto hay grados y grados, escaleras y escaleras; es necesario llegar, primero, al aspecto iluminado de la conciencia y, después, al conocimiento objetivo, al vacío iluminador. El vacío es un término claro y preciso que expresa la naturaleza no substancial y no personal de los seres, y una indicación, una señal del estado de absoluta ausencia del yo pluralizado.
Sólo en absoluta ausencia del Yo se puede experimentar lo real, aquello que no es del tiempo, eso que transforma radicalmente. El vacío y la existencia se complementan entre sí, se abrazan, se incluyen, jamás se excluyen, jamás se niegan. Entrar a ese vacío iluminador es penetrar a esas realidades donde el espacio ni el tiempo existen y donde además la persona que lo experimenta se integra a ese vacío, formando parte de todo, es uno con todo.
Afirman los maestros que el hombre de conciencia despierta y mente vacía e iluminada ha eliminado de sus percepciones los elementos subjetivos, percibe los cuerpos completos, percibe al aspecto vacío de cada cosa. Esta es la doctrina no discriminativa del camino medio, la unificación del vacío y la existencia. El vacío es eso que no tiene nombre... eso que es real... eso que es la verdad y que algunos llaman el TAO, otros el INRI, otros el ZEN... ALA... BRAHATMAN o DIOS, no importa como se le llame. Se llega entonces a la conciencia objetiva, a la conciencia pura, al aspecto vacío de la mente.
Llegar al centro mismo de la mente, llegar al vacío iluminador, al conocimiento objetivo, es algo tremendamente difícil, pero no imposible, toda persona puede lograrlo si trabaja sobre sí mismo. El vacío iluminador no es la nada, el vacío es la vida libre en su movimiento. El vacío es lo que es, lo que siempre ha sido y lo que siempre será. El vacío está más allá del tiempo y más allá de la eternidad.
La Mente debe quedar completamente quieta, por dentro, por fuera y en el centro; cualquier pensamiento, por insignificante que sea, es óbice para el Samadhi, para el Éxtasis. En el siguiente cuento tibetano se describe proceso del Vacío iluminador.
La belleza del vacío
Se trataba de un maestro que parecía obsesionado con una sola idea. Cada vez que tenía contacto con sus alumnos, les repetía la misma palabra:
-Vaciaos, vaciaos.
Tanto insistía el maestro con esta cuestión, que sus alumnos comenzaron, secretamente, a cuestionar esta enseñanza. No veían en ella ningún sentido. Un día, respetuosamente, le dijeron:
-Maestro, no queremos poner en duda tus enseñanzas, pero... ¿podrías decirnos por qué pones tanto énfasis en que nos vaciemos?
-Cuestionar para aprender e investigar es una buena práctica. Pero no puedo responderos con una respuesta llana a vuestra pregunta. Pero les solicito que mañana os reunáis conmigo en el santuario, trayendo cada uno un vaso repleto de agua.
Los discípulos, asombrados e incluso un poco incrédulos, siguieron las instrucciones.
-Ahora vais a hacer algo muy simple. Golpead el vaso con las cucharas. Quiero escuchar el sonido que producen. Los alumnos golpearon los vasos. No brotó más que un sonido sordo, apagado, sin gracia. Entonces el maestro ordenó:
-Ahora, vaciad los vasos y golpeadlos nuevamente.
Así lo hicieron los monjes. Una vez que los vasos estuvieron vacíos, volvieron a golpearlos con las cucharas. Surgió un sonido intenso, vivo, sin dudas más musical.
Los monjes intuían la enseñanza:
-Así como un vaso lleno no emite sonidos agradables, con una mente atiborrada de conocimientos o contenidos, difícilmente llegaremos a lo esencial del ser.
Fuente: extractos de "Cuentos Tibetanos", recopilación de Yosano Sim y Pedro Palao Pons.
¿Qué es el vacio? Se puede afirmar que un vaso está vacío cuando no posee ningún elemento como agua o jugo. El vacío iluminador es distinto; es un proceso que se adquiere a través de un profundo trabajo espiritual. Es el vacío de la mente que se logra mediante un trabajo meditativo constante y profundo y por lo mismo es imposible describirlo; es necesario y urgente sentir y experimentar el aspecto vacío de la mente.
Existen dos tipos de iluminación: la primera suele llamarse «agua muerta» porque tiene ataduras. Todavía seguimos atados, nuestra mente está limitada por los agregados psicológicos. La segunda es elogiada como «la Gran Vida» porque es iluminación sin ataduras, vacío iluminador. En esto hay grados y grados, escaleras y escaleras; es necesario llegar, primero, al aspecto iluminado de la conciencia y, después, al conocimiento objetivo, al vacío iluminador. El vacío es un término claro y preciso que expresa la naturaleza no substancial y no personal de los seres, y una indicación, una señal del estado de absoluta ausencia del yo pluralizado.
Sólo en absoluta ausencia del Yo se puede experimentar lo real, aquello que no es del tiempo, eso que transforma radicalmente. El vacío y la existencia se complementan entre sí, se abrazan, se incluyen, jamás se excluyen, jamás se niegan. Entrar a ese vacío iluminador es penetrar a esas realidades donde el espacio ni el tiempo existen y donde además la persona que lo experimenta se integra a ese vacío, formando parte de todo, es uno con todo.
Afirman los maestros que el hombre de conciencia despierta y mente vacía e iluminada ha eliminado de sus percepciones los elementos subjetivos, percibe los cuerpos completos, percibe al aspecto vacío de cada cosa. Esta es la doctrina no discriminativa del camino medio, la unificación del vacío y la existencia. El vacío es eso que no tiene nombre... eso que es real... eso que es la verdad y que algunos llaman el TAO, otros el INRI, otros el ZEN... ALA... BRAHATMAN o DIOS, no importa como se le llame. Se llega entonces a la conciencia objetiva, a la conciencia pura, al aspecto vacío de la mente.
Llegar al centro mismo de la mente, llegar al vacío iluminador, al conocimiento objetivo, es algo tremendamente difícil, pero no imposible, toda persona puede lograrlo si trabaja sobre sí mismo. El vacío iluminador no es la nada, el vacío es la vida libre en su movimiento. El vacío es lo que es, lo que siempre ha sido y lo que siempre será. El vacío está más allá del tiempo y más allá de la eternidad.
La Mente debe quedar completamente quieta, por dentro, por fuera y en el centro; cualquier pensamiento, por insignificante que sea, es óbice para el Samadhi, para el Éxtasis. En el siguiente cuento tibetano se describe proceso del Vacío iluminador.
La belleza del vacío
Se trataba de un maestro que parecía obsesionado con una sola idea. Cada vez que tenía contacto con sus alumnos, les repetía la misma palabra:
-Vaciaos, vaciaos.
Tanto insistía el maestro con esta cuestión, que sus alumnos comenzaron, secretamente, a cuestionar esta enseñanza. No veían en ella ningún sentido. Un día, respetuosamente, le dijeron:
-Maestro, no queremos poner en duda tus enseñanzas, pero... ¿podrías decirnos por qué pones tanto énfasis en que nos vaciemos?
-Cuestionar para aprender e investigar es una buena práctica. Pero no puedo responderos con una respuesta llana a vuestra pregunta. Pero les solicito que mañana os reunáis conmigo en el santuario, trayendo cada uno un vaso repleto de agua.
Los discípulos, asombrados e incluso un poco incrédulos, siguieron las instrucciones.
-Ahora vais a hacer algo muy simple. Golpead el vaso con las cucharas. Quiero escuchar el sonido que producen. Los alumnos golpearon los vasos. No brotó más que un sonido sordo, apagado, sin gracia. Entonces el maestro ordenó:
-Ahora, vaciad los vasos y golpeadlos nuevamente.
Así lo hicieron los monjes. Una vez que los vasos estuvieron vacíos, volvieron a golpearlos con las cucharas. Surgió un sonido intenso, vivo, sin dudas más musical.
Los monjes intuían la enseñanza:
-Así como un vaso lleno no emite sonidos agradables, con una mente atiborrada de conocimientos o contenidos, difícilmente llegaremos a lo esencial del ser.
Fuente: extractos de "Cuentos Tibetanos", recopilación de Yosano Sim y Pedro Palao Pons.
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