Tauromaquia e involución



Prócoro Hernández Oropeza

La tauromaquia o el arte de dominar o lidiar toros tiene un origen ancestral, más allá de lo que los historiadores modernos conciben. Si bien la lidia como se conoce en la actualidad nace en el siglo XVIII, cuando se abandona el caballo para realizar la lidia a pie, dando paso a la “fiesta brava”, las corridas de toros se practicaban desde generaciones anteriores, inclusive en razas que desaparecieron hace más de diez mil años, como la Atlántida. Sólo que su práctica tenía otros fines y significados.
La palabra tauromaquia proviene de los términos griegos que significan toro y luchar, por cierto muy cuestionada ahora por la forma cruel en que sacrifican al toro. Para el maestro Samael Aun Weor, el celebérrimo e indestructible Circo Taurino, en el fondo no es sino una supervivencia ancestral antiquísima de aquella fiesta de sacrificio Atlante, cuya descripción se encuentra todavía en muchos libros arcaicos secretos. Son en realidad muchas las leyendas existentes en el mundo sobre aquellos toros sueltos en el Templo de Neptuno, animales a los que no se les rendía brutalmente como hoy, con picas y espadas, sino con lazos y otras artes ingeniosas de clásica Tauromaquia.
Para Samael Aun Weor, el clásico Arte Taurómaco es algo Iniciático y relacionado con el Culto Misterioso de la Vaca Sagrada... El ruedo Atlante del Templo de Neptuno y el actual, ciertamente no son sino un Zodíaco Viviente, en cuyo constelado se sienta el honorable público. El Iniciador o Hierofante es el Maestro, los banderilleros de a pie, son los Compañeros. Los picadores, a su vez, los Aprendices. Por ello estos últimos van sobre el caballo, es decir, con todo el lastre encima de su no domado cuerpo, que suele caer muerto en la Dura Brega.
En un inicio, cuando aún no involucionaba este arte iniciático se hacía referencia a la muerte del ego animal; el toro representaba ese cuerpo. Animal viene de la palabra Anima (Alma). Con sólo quitarle la letra «L» a la palabra animal queda la palabra Anima o Alma. El animal es un Anima. El Anima del animal es el ELEMENTAL inocente y bello.
Simbólicamente, los compañeros, al poner las banderillas o bastos ya empiezan a sentirse superiores a la fiera, al Ego Animal; es decir, que son ya a manera del Arjuna del «Bhagavad Gita», los perseguidores del Enemigo Secreto, mientras el Maestro (lo que hoy es el torero), con la capa de su Jerarquía o sea con el dominio de Maya y empuñando con su diestra la Espada Flamígera de la Voluntad es el matador del Yo, de la Bestia
Así que la resplandeciente Tauromaquia Atlante era un Arte Regio profundamente significativo, por cuanto enseña a través de su brillante simbolismo, la dura brega que debe conducirnos hasta la Disolución del Yo, de acuerdo a Samael en su libro: Endocrinología y Criminología.
Después, con el paso del tiempo, luego de que esa raza empezó a involucionar del estado solar primitivo hasta convertirse en gentes de tipo lunar, vencida la simbólica bestia en el ruedo sacro, era inmolada en honor de los Dioses Santos de la Atlántida. Los hombres lunares son aquellas criaturas mecánicas gobernadas por ese ego animal, cuyas vidas se mueven sobre los carriles de los hábitos, de las costumbres adquiridas; está lleno de celos, rencores, resentimientos espantosos, miedos... Un hombre solar es un individuo que posee el centro de gravedad consciente porque ha fabricado una Luna psicológica consciente, que le ha permitido independizarse de la mecánica lunar. Este a su vez debe crear un Sol psicológico dentro de sí mismo y lo crea cuando fabrica los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser, cuando trasciende su animalidad y se convierte en un hombre solar.

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