Música y gobierno



Prócoro Hernández Oropeza
La música es una combinación perfecta de sonidos y silencios; la armonía y la sutileza de los ritmos que expresan los distintos estados de ánimo que acompañan al hombre. Quien tiene una percepción más desarrollada del oído puede captar esos ritmos y movimientos del sonido y los puede expresar, bien a través de un instrumento o por medio de su propia voz o combinando ambas.
Todo en la vida es continuo movimiento de ritmos y sonidos. El término música tiene su origen del latín “musica” que a su vez deriva del término griego “mousike” y que hacía referencia a la educación del espíritu. En todo caso, la música es el arte que consiste en dotar a los sonidos y los silencios de una cierta organización. El resultado de este orden resulta lógico, coherente y agradable al oído. La palabra agradable al oído es diferente a cada persona. Lo que para unos es bello, armónico, para otros será terrible o desastrosa. No es lo mismo degustar música de un Beethoven, por ejemplo, que de una banda estridente o ruidosa. Eso dependerá de su desarrollo estético y sonoro, inclusive espiritual.
Y la calidad de la música va a depender del contexto también. Decía Confucio, que la música de los países pacíficos y prósperos la música es tranquila y alegre y el gobierno es ordenado. La música de un país con disturbios muestra descontento y enfado y el gobierno es caótico. En el caso de un país destruido muestra tristeza, recuerdos del pasado y la gente vive molesta. (1)
Y hablando del desarrollo espiritual, Confucio les explicaba a sus alumnos del camino de en medio. Luego de que sus alumnos acuden a una corte y miran como son y gobiernan muestran una gran inquietud y la externan a su maestro. Es como si fuésemos de visita a la Cámara de Diputados y Senadores y mirásemos como son los diputados, cómo se comportan y cómo gobiernan. Los discípulos le dicen que hay tanta corrupción e intriga en las cortes que no alcanzan a comprender cómo pueden conducirse en forma virtual y ética.
El maestro les dice: “Escuchen: aquellos que siguen el camino medio en compañía de otros, no se rebajan a nada o hacen algo impropio porque, como son flexibles por lo que valen, permanecen en medio y no se inclinan hacia ningún lado. Quienes siguen el camino medio no participan en nada donde no puedan ser sinceros consigo mismos. Si tienen una posición alta, no tratan con desprecio a los que están por debajo de ellos; si ocupan un nivel inferior, no usan ninguna artimaña para obtener los favores de sus superiores. Se corrigen así mismo y no culpan a los demás, no se sienten insatisfechos, ya que por un lado no murmuran contra el Cielo y por otro no tienen ningún resentimiento hacia los humanos. Por lo tanto, aquellos que siguen el camino medio viven con tranquilidad, esperando solamente la voluntad del cielo.
Aunque sus palabras y enseñanzas datan de hace unos 2 mil quinientos años, siguen teniendo vigencia (551 a 479 A.C.) Un alumno le pregunta: -Maestro, en este mundo donde hay tantos peligros y tentaciones ¿Cómo seguir uno el camino medio? Cuando he visitado las cortes, veo que se da dinero por favores; cuando he caminado a través de las aldeas, he visto todas las formas de tentación. Entonces ¿cómo se supone que uno pueda vivir en la virtud en tiempos como estos?
El maestro responde: -El camino medio es el camino de las virtudes, si sigues ese camino debes cultivar la moral en nuestra existencia continuamente, sin reparos, ni excusas; y no se puede actuar en contradicción con la virtud en momentos de apremio o premura. Y es verdad, la práctica de las virtudes es para día a día, sin descanso, ni siquiera en vacaciones, ni en los sueños. Para ello se debe estar despierto, espiritualmente hablando; observándose y rectificando cuando se cae en el error. Quien camina así se mueve en los ritmos del universo, con la música en su corazón y deleitándose con su armonía, con la armonía de Dios. (1) Confucio, Gómez Pérez, Marco Antonio, Grupo Editorial Tomo S.. de C. V. 2002

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