Las danzas y la vida

Prócoro Hernández Oropeza

La vida es como una danza, con movimientos sutiles, rebuscados, torcidos o burdos. Sus ritmos dependerán de cuán conscientes o despiertos estamos. Si estamos dormidos, la vida, los acontecimientos nos llevan al ritmo de las circunstancias, como un barco a la deriva. Existen múltiples tipos de danzas, desde las sagradas, hasta las mundanas o materialistas.
Las danzas sagradas son técnicas muy antiguas que tienen como fin el contacto con lo divino mediante el éxtasis y el estado ampliado de conciencia a través del movimiento y la música. Inducen a estados mentales que subyacen a la experiencia chamánica o de éxtasis divina. Este sentido poseían las antiguas danzas griegas, hindúes, persas, egipcias.
Esta búsqueda de lo divino en las danzas se ha perdido, sólo quedan algunos vestigios de ellas, tales como los derviches. El término derviche significa “el que se encuentra en el umbral” o simplemente “buscador de la verdad”. Ellos pertenecen a una tariqa, es decir, una cofradía religiosa musulmana de carácter ascético o místico (sufí), en países como Irán, Turquía, Marruecos y Argelia aunque con diferentes designaciones.
Las danzas y bailes modernos han perdido ese sentido original y divino y están dominadas por la lujuria, el placer, la pérdida de conciencia. En México aún sobreviven danzantes que intentan reproducir las antiguas glorias de estos rituales que rendían pleitesía a los dioses entre aztecas, mayas, toltecas.
George Ivanovitch Gurdjieff (1866-1949) desde muy joven desarrolló un profundo anhelo por descifrar los misterios de la existencia. Formado en religión y medicina, a la edad de veinte años se embarcó en un viaje que le condujo a los lugares más inaccesibles de Oriente. Durante estos viajes Gurdjieff entró en contacto con monasterios, grupos étnicos y escuelas de sabiduría, como el sufismo, cristianismo esotérico, budismo e hinduismo, recopilando un vasto repertorio de coreografías, gimnasias, danzas sagradas y música.
En estos viajes descubrió que gran parte del conocimiento antiguo era transmitido en los templos a través de la música y la danza. Los movimientos de estas danzas formaban un alfabeto que podía ser descifrado por aquellos que estaban preparados para ello, transmitiéndose así de generación en generación.
Cuando Gurdjieff vio estas danzas por primera vez, se quedó atónito y conmovido por la precisión y la pureza de las posiciones sin todavía comprender su significado. Con el tiempo, descubrió que las mismas leyes que gobiernan el cosmos y la existencia entera pueden ser encontradas en la psique humana y en su estructura celular, y que a través de ciertos movimientos y patrones estrictamente definidos por los bailarines, esas leyes se hacen visibles e inteligibles para aquellos que las conocen. Los danzantes sufís, por ejemplo, pueden entrar en éxtasis a través de sus danzas.
Ahora hemos perdido estos lazos divinales y sólo buscamos el placer y bailamos al ritmo que nos ponen otros o la vida misma; a ritmo de cumbias, salsa, rock o norteñas con bandas estridentes. Danzamos para buscar pareja, flirtear o simplemente para llenar nuestros vacíos existenciales. Esa búsqueda de la verdad se ha perdido. Si tuviésemos esa devoción por lo divino, podríamos danzar, es decir, ir por la vida con armonía, ritmos y con goce. Como andamos perdidos en cuestiones materiales, buscando la paz o la felicidad afuera, hemos perdido esa conexión con los ritmos del universo, con el movimiento de los planetas, con nuestro universo interior.
Precisamente Gurdjieff descubrió que las mismas leyes que gobiernan el cosmos y la existencia entera pueden ser encontradas en la psique humana y en su estructura celular, y que a través de ciertos movimientos y patrones estrictamente definidos por los bailarines, esas leyes se hacen visibles e inteligibles.

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