Frío o calor, el mundo de la dualidad

Prócoro Hernández Oropeza
Ha llegado la temporada de calor y la forma en que afecta a la gente es de diversa índole. Unas se quejan, sufren y se acongojan; otras, la minoría, lo disfrutan o simplemente no se identifican con el sufrimiento o se adaptan a las circunstancias. Si ya sabemos que cada estación posee sus propias características como el frío o el calor, entonces debemos prepararnos mentalmente para aceptarlo. Es cuestión de actitud, de mi depende si sufro, lo resisto o simplemente comprendo que las cosas son como son y como no son, sin juicio, ni sufrimiento.
En otras ocasiones he contado la historia de aquel campesino que labora bajo un inclemente sol. Aquí el juicio de inclemente fue el de un filósofo que caminaba por esos rumbos y sentía que el sol le quemaba la piel. Al ver al labrador descubrió que él trabajaba bajos los mismos rayos del astro sol y en vez de sentirse agraviado o torturado estaba contento y además cantaba. Intrigado el filósofo le saluda y le dice: Buenos días señor, ¿cómo está el clima hoy? El labriego le contesta: -como yo decido, Señor.
De uno depende como percibe el frío o el calor. Se sabe de yoguis han llegado a tener un alto control mental, de tal forma que pueden subsistir encerrados en cuevas hasta por tres años o más, sin alimentos, sin agua. O bien sentarse en un banco de nieve y no sentir frío.
La Doctora Marlo Morgan (escritora y medico estadounidense) publicó un libro denominado Las voces del desierto, Ediciones BSA. Barcelona, 2004. En él narra su experiencia con aborígenes australianos, una bella descripción de una cultura ancestral. Es un viaje a pie por el desierto australiano en compañía de una tribu de aborígenes cuyas leyes de convivencia nada tienen en común con las nuestras. El aprendizaje fue duro, pues a lo largo de esta extraña peregrinación, la autora tuvo que desprenderse de sus antiguos hábitos para poder gozar al fin de una auténtica comunicación con la naturaleza. Una de las penalidades que vivió fue caminar descalza por el desierto y alimentándose con lo que encontraran en el camino. En una ocasión le pidieron que ella los guiara; al principio se vio reticente porque sabía los retos de tal decisión y uno de ellos era encontrar alimento y agua. Durante horas caminaron bajo un sol quemante, sin agua se le resecaron los labios y tenía sed. Antes de partir en esa caminata, luego de presentarla al jefe, este le entregó una piedra pequeña; sin saber para qué o cuál era el objeto, la guardó. En ese momento de sed y cansancio una voz interna le dijo que pusiera la piedra en su boca. Luego de meterla empezó a salivar y sus fuerzas se renovaron. Al llegar a una roca encontró una fuente de agua y junto a ella una serpiente, que fue su alimento de ese día.
En la tradición yogui se usa la respiración para refrescar el cuerpo y calmar la sed o el hambre o también para calentar el cuerpo cuando hay frío. Son enseñanzas antiguas que dan resultados sorprendentes, por eso los grandes yoguis saben cómo controlar el frío, calor, sed, hambre y pueden persistir meses o años sin ellos. Una de las respiraciones es llamada Respiración Sitali. Se saca la lengua y se dobla en u y por ahí se inhala, se retiene la respiración por unos segundos y luego se exhala por la nariz. Se puede realizar por dos minutos y hasta cinco. Con ella se puede calmar hambre o sed hasta por cinco días, además de refrescar el cuerpo y otros beneficios. Así que depende de uno cómo adecuarse a las circunstancias como frío o calor, sed o hambre, sin sufrir, sin resistir.



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