Los seres sintientes

Prócoro Hernández Oropeza
Los humanos consideramos que sólo nosotros somos seres sintientes, con capacidad para sentir, pensar, reír, llorar, amar. Esto es falso, tanto animales como plantas e incluso los minerales son seres sintientes, poseen energía y perciben la realidad de distinta manera, con diferentes niveles de gradiente.
Sin recurrir a la ciencia, con la simple observación podemos percibir como un gato entiende y comunica a su manera sus necesidades o deseos de jugar o comer. Las plantas reaccionan ante el agua caliente o a cualquier depredador y las piedras seguramente también reaccionan ante el calor o el frio, el agua o el fuego. Todo lo que nos rodea posee energía y vibra a diferente frecuencia.
Digo esto porque hace un par de días llegaron al jardín de la casa esas hormigas depredadoras, llamadas arrieras y en un santiamén deshojaron los helechos, la moringa y otras plantas de ornato. Buscando soluciones para evitar esta destrucción, una me recomendaba cavar y encontrar el nido donde se ubica la reina y una vez exterminada, el panal de hormigas se marcharía. Sólo que no la encontré, sus túneles atravesaban la pared y seguramente el nido estaba al otro lado, en un baldío cercano. Otra recomendación era poner un polvo (veneno) para alejarlas y proteger la planta. Sin mucho entusiasmo hice ese procedimiento, pero al día siguiente había muchas hormigas muertas.
Esta situación me pareció infame y me llevó a reflexionar. ¿Quién soy yo para quitar la vida a estos seres sintientes?, me pregunté y me di cuenta que había un apego ahí. Como yo cuido las plantas, las riego, inconscientemente vino un apego a esas plantas y pienso que son mías y nadie puede tocarlas o destruirlas. Sin embargo, las hormigas, igual que los humanos, buscan y luchan por su sobrevivencia y las plantas son parte de su sustento o de su sobrevivencia. En ese tenor las plantas deben poseer la fuerza también para recuperarse y sobrevivir.
Es verdad, posiblemente nosotros los humanos poseemos mayor inteligencia que los animales y plantas e imponemos nuestro poder sobre esos seres sintientes menos inteligentes. Pero ello no significa que sea la mejor manera de actuar, destruyendo y eliminando a muchos de esos seres que consideramos plagas. Nosotros somos una gran plaga para ellos, de tal suerte que muchas especies se han exterminado y otras están en vías.
En los evangelios apócrifos se narra que Jesús pasó cerca de un lugar de destierro donde se encontraban los enfermos de males incurables como la lepra y tuberculosis. Estos le rogaron que los curara. Jesús les dijo que hicieran ayuno durante ocho días y se conectaran con los elementales del fuego, aire, tierra y agua. Pasado el tiempo retornó Jesús y encontró a todos sanos, menos uno, al que Jesús eliminó un demonio. Los presentes le preguntaron a Jesús como mantenerse sanos de ahora en adelante. Jesús les dijo que respetaran las leyes de Dios, entre ellas les mencionó la de amar a su prójimo como a sí mismo, incluyendo a los animales y no matarán animales ni comerán de su carne. Uno le preguntó: Señor, si un león ataca a mi hermano quiere decir que no lo puedo matar. Jesús respondió: Si ataca a tu hermano debes defender a tu hermano, pues el hombre está por encima de los animales, pero sólo en ese caso, no para alimentarte. Esto porque a través de la sangre de los animales se introduce el demonio. Otro le dijo que Moisés aprobó que se podía comer carne y de qué clase de animales. Jesús le respondió que eso lo hicieron porque iban en tránsito, pero ahora están en tierra fija y cada estación del año aporta las verduras, frutas y semillas para su alimento.
“En el paraíso terrenal no había ningún vino, no se sacrificaba a ningún animal, no se comía ninguna carne”.
“Tanto tiempo como se viva moderadamente, crecerá la dicha de la casa, los animales se encontrarán en seguridad, no se derramará ninguna gota de sangre ni se matará a ningún animal. El cuchillo del cocinero no se utilizará, la mesa estará cubierta de los frutos que la naturaleza regala y uno se contentará con ello”.
De las epístolas de Basilio el Grande (329-379) cit. según Karl Anders Skriver, Die vergessenen Anfänge der Schöpfung und des Christentums (Los comienzos olvidados de la Creación y del cristianismo), pág.123

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