Esta sociedad enferma y corrupta


Prócoro Hernández Oropeza

Indudablemente vivimos en una sociedad violenta, corrupta, inmoral e injusta. Desde que el hombre apareció en la faz de este planeta ha probado diversos sistemas de gobierno intentando con ello poner orden, normas, leyes para convivir en armonía. No se ha podido, a pesar de los muchos intentos, filosofías, religiones, utopías y teorías sociológicas. El sistema democrático es un débil sistema que ha permitido cierta “paz social” en algunos países y con muchas limitantes.
En México, a pesar de que este sistema se practica desde hace decenios, sólo desde hace unas dos décadas entró un verdadero sistema de partidos que dio pie a la alternancia. Antes gobernó un solo partido que fomento una subcultura de fraude, deshonestidad, corrupción, violencia e injusticia. Arribaron nuevos partidos al poder, pero fueron tocados por esa maldición, de tal suerte que la corrupción, deshonestidad y la falta de ética moral siguieron manifestándose e inclusive acrecentándose. Esto sucede en casi todos los países del planeta, unos con más intensidad y no se salvan ni aquellas naciones que presumen de muy civilizadas o de avanzada.
Jiddu Krishnamurti, un pensador de la India sostenía con respecto a esta cuestión: “¿Puedes vivir en esta sociedad enferma (inmoral, corrupta y todo lo demás), sin perder la honestidad consigo mismo? Claro que puedes. Entonces tendrás que preguntarte ¿qué es la sociedad? ¿Está la sociedad separada de mí? ¿O yo mismo soy la sociedad? ¡Yo soy la sociedad, yo he creado a este monstruo! Yo soy parte de él. La sociedad no es algo diferente a mí. ¿No es cierto? Así que no se trata de cambiar el círculo externo (las estructuras sociales y todo el juego político). Primero debo poner mi casa en orden. Mi casa. Profundamente en orden y entonces habrá orden ahí afuera. Si yo y ustedes y todos los que lean esto ponemos primero en orden nuestra casa habremos creado una nueva sociedad.”
Y es verdad, cada uno de nosotros hemos creado este país, esta sociedad, el mundo. Lo hemos creado con nuestros pensamientos, emociones y acciones, pero como somos inconscientes no lo sabemos y no definimos qué queremos o deseamos. Si nuestros pensamientos son de miedo, inconformismo, ira, desarmonía, esas serán las vibraciones que emitiremos y con ellas estaremos construyendo esta sociedad, este mundo.
Si entendemos esta cuestión entonces sabremos que no podemos cambiar a esta sociedad sólo participando en un partido, haciendo marchas, reclamos, revoluciones. La revolución tiene que ser una revolución de la consciencia, una revolución que nos permita cambiar nuestro enfoque. Entender como Krishnamurti: Yo soy la sociedad y he creado a este monstruo. Si queremos poner orden afuera, construir un nuevo edén, debemos poner en orden nuestra casa, limpiarla. Esa casa es nuestra psique, nuestra alma. No se trata de cambiar el sistema, sus estructuras, sino cambiar nuestro enfoque de vida; en vez de buscar respuestas afuera, encontrarlas adentro y conectarnos con el amor, con esa fuente de felicidad que habita en nosotros y dejarla fluir; que fluya a través de nuestros pensamientos, emociones, acciones. Muchos lo han intentado como Lenin, Trostky, Fidel Castro y finalmente sus egos de poder, manía, de fama los han acribillado y por tanto han permeado en sus pueblos, en su gente. Y esto se va a lograr eliminando a los múltiples yoes que habitan en nuestro interior, esos que tienen atrapada nuestra mente, nuestra voluntad.

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