El padre ausente


Prócoro Hernández Oropeza
A mi Padre amado

El rol del padre se está modificando radicalmente. Antes era el señor de la casa, el mandamás, el proveedor, guía y protector del hogar. Su palabra era ley. La mujer estaba destinada a parir y cuidar de los críos, alimentarles, tener en orden la casa y amar a su pareja, en las buenas o en las malas. Hoy, con la liberación de la mujer y su participación en todas las esferas de la vida política, económica, cultural y social, las féminas son también proveedoras del hogar y los roles que antes estaban destinadas sólo a ellas, se comparten con el marido, en la mayoría de los casos.
Existe otro factor que modifica más radicalmente esta relación y es la vida cada vez más corta de los matrimonios. Cuando viene la separación, la mayoría de las mujeres se hacen cargo de los hijos, sobre todo si son pequeños. Ante la ausencia del padre ella tiene que hacer el rol de padre, más cuando ellos se desentienden de los hijos, aunque les aporten dinero para la manutención y las colegiaturas. Estos rupturas maritales, más la aceptación de los matrimonios gay afectarán enormemente al núcleo familiar. No sabemos las repercusiones en las futuras generaciones con este tipo de cambios, aunque ya se perciben algunos, tales como hijos resentidos, carentes de identidad, baja autoestima, tristeza, ansiedad, mutismo
El grado de sufrimiento de cada niño, las características y duración de sus efectos, los modos de interiorizarlos y, eventualmente, de superarlos, no es algo que pueda generalizarse, según apuntan todos los expertos. Dependerá mucho de la edad, el sexo y la personalidad del pequeño, y de cómo viva ese proceso; así como del contexto familiar (intensidad y duración del conflicto entre los progenitores) y social (trastornos que la separación ocasiona en su vida, mudanzas, cambio de escuela, situación económica…).
La vida y el entorno de seguridad de los hijos cambian de tal manera que es normal afloren la tristeza, el miedo, el enfado, la culpa o la soledad en mayor o menor intensidad. Estos sentimientos pueden conducir a regresiones en sus comportamientos, bajo rendimiento en el colegio, problemas de sueño o alimentación y fantasías de reunificación que nunca se materializan.
Ahora que se festeja otra vez el Día del Padre, se hace necesaria una reflexión. ¿Qué festejamos? Que como sociedad estamos involucionando, disolviendo el núcleo familiar, que debería ser la célula de la sociedad, el espacio de encuentro de dos seres que se aman y deciden dar vida a nuevos seres. Significa que en las relaciones de pareja está ausente el verdadero amor. No existe amor, sólo apetitos sexuales, conveniencias, compartir soledades, miedo a vivir solos, cumplir roles sociales.
Y es que la sociedad, con todas sus instituciones, sólo enseñan un aspecto del amor, una insignificante dosis de amor, el amor condicionado. Te amo si me amas. No el amor incondicional, ese que viene más allá de una mente limitada, que proviene de lo más íntimo de mi Ser; el que ama sin distinciones, el que espera nada, sólo ama porque esa es nuestra naturaleza. Cuando dos personas se aman desde esta fuente, no caen en las tentaciones, no se traicionan ni se engañan porque saben que han unido no sólo sus proyectos de vida, también sus karmas y como sacerdote y sacerdotisa sólo buscan trascender esta ilusión pasajera y desean regresar a casa, al edén perdido. Va un poema de Pablito Neruda para recordar a mi padre, al que recuerdo con mucho afecto.
Padre
Pablo Neruda
Tierra de sembradura inculta y brava,
tierra en que no hay esteros ni caminos,
mi vida bajo el sol tiembla y se alarga.
Padre, tus ojos dulces nada pueden,
como nada pudieron las estrellas
que me abrasan los ojos y las sienes.
El mal de amor me encegueció la vista
y en la fontana dulce de mi sueño
se reflejó otra fuente estremecida.
Después... Pregunta a Dios por qué me dieron
lo que me dieron y por qué después
supe una soledad de tierra y cielo.
Mira, mi juventud fue un brote puro
que se quedó sin estallar y pierde
su dulzura de sangres y de jugos.
El sol que cae y cae eternamente
se cansó de besarla... Y el otoño.
Padre, tus ojos dulces nada pueden.
Escucharé en la noche tus palabras:
... niño, mi niño...

Y en la noche inmensa
seguiré con mis llagas y tus llagas.

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