El aprendizaje cotidiano

Prócoro Hernández Oropeza

Cuando somos observadores comprendemos que todos los sucesos o acontecimiento que llegan a nuestra existencia son una oportunidad para aprender una lección, por más simple que sea. Cuando percibimos la vida de esta manera entonces nuestra percepción de la realidad será muy enriquecedora. Los semiólogos que estudian la ciencia de los signos o semiótica aducen que toda nuestra cultura, nuestra vida está plagada de signos y como signos poseen sus propias leyes. Se conoce como semiótica a la teoría que tiene como objeto de interés a los signos. Esta ciencia se encarga de analizar la presencia de éstos en la sociedad y cómo estos nos afectan o nos ayudan a relacionarnos mejor.
Cuando el cielo se llena de nubes es un signo de que posiblemente llueva: una sonrisa de alguna persona nos denota que está feliz o algo le cayó en gracia. Puede ser lo contrario, verla con una cara contrariada puede ser un enojo, tristeza o cansancio. Cuando vemos a un deportista en su caminata matinal, por la forma de correr podemos intuir su estado físico, y así sucesivamente. Todo lo que captamos por los cinco sentidos son signos y al llegar a nuestra psique, de a cuerdo a nuestro marco referencial o nuestras estructuras mentales, conceptos, creencias o actitudes mentales, les damos cierta interpretación.
Esa interpretación no necesariamente puede ser correcta. Muchas veces hacemos suposiciones, producto de ese marco de referencia y una suposición no es necesariamente la verdad de lo que captamos. Esa errónea interpretación puede generarnos problemas de comunicación o de relación con quienes establecemos contacto. La suposición nos empuja a hacer juicios, críticas o descalificaciones y esto nos lleva al sufrimiento.
Es bueno o es malo, son dos palabras o signos que han hecho mucho daño a la humanidad. De acuerdo a nuestras creencias o programas, se nos ha inculcado lo que es bueno o es malo. Si decimos que un ladrón es malo entonces lo rechazamos y si alguna vez nos topamos con uno, esas creencias afloran de inmediato y pensamos que es malo, esto nos provoca miedo, angustia y posiblemente tratemos de evitar que nos asalte, nos defendemos, corremos, gritamos. Con esa actitud lo único que estamos reforzando es la identidad de malo del ladrón y por lo mismo actuará en ese sentido; asumirá su papel de malo y nos atacará con furia y posiblemente perdamos hasta la vida.
Si en cambio, en vez de pensar en que es malo, quitamos a ese signo el concepto de malo y pensamos que es peligroso, entonces actuaré con astucia y preferiré perder el dinero que traigo, pero conservaré mi vida. Sé que es peligroso y posiblemente venga armado, entonces le diré: Mira hermano esto es lo único que tengo, toma mi dinero, pero regrésame, si lo deseas mis documentos y que Dios te bendiga. A este respecto, un amigo me contó su experiencia en San Francisco, California. Estaban esperando el bus, cuando vieron que se acercaba un grupo de individuos en actitud nada grata. El líder se acerco a él y a su compañero amenazándolos con un puñal y les pidió les entregaran sus carteras. Su amigo, sin perder la calma, les dijo: “Mira hermano, toma mi cartera y que Dios los bendiga”. El bandolero se sorprendió por la actitud de su compañero y se dio la vuelta, sin que les hayan asaltado. Es lo mismo cuando nos enfrentamos a una serpiente. Se nos ha dicho que son malas y esto lo escuchamos en todas partes e incluso lo traemos en la psique con eso de que fue la serpiente la que tentó a Eva para que cayeran en el pecado. Si me topo con una serpiente y la veo con el programa de que es mala, de inmediato e inconscientemente vienen a mi psique emociones como odio o miedo y entonces trataré de agredirla e incluso matarla. Pero si pienso que no es mala ni buena, sólo es peligrosa, tendré cuidado y la evitaré respetando su espacio o si está dentro de la casa, llamar a personal especializado para que se la lleve. A esto se le llama actuar con sabiduría y no en base a creencias o programas.


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