Retorna la poesía a Vallarta

Prócoro Hernández Oropeza
No es que la poesía se haya ido. En realidad la poesía está viva, presente en cada rincón de la ciudad, entre los oleajes del mar, en el trino de las aves, cuando el sol se asoma por una rendija de la mañana o cuando la luna se escabulle en el horizonte marino. La poesía palpita en cada ritmo de los corazones, en los latidos del universo, en cada estrella, en una telaraña o en el zumbido de un río, en la danza del colibrí frente a una flor, en el silencio de las cañadas o en el susurro del viento. Retornan aquellos que hacen posible traducirla en versos, darle voz, plasmarla en libros.
Esta semana inicia la 6ta. edición de Letras en la Mar en Puerto Vallarta con la presencia de varios poetas como Raúl Renán (Mérida, Yucatán; 1928), François Minod (Francia), Gerardo Ciancio (Uruguay), Jean Pierre Pelletier, Jean Rayer (Canadá), Luis Armenta Malpica, Karla Sandomingo y Luis Alberto Navarro (México). Como afirman sus organizadores con este Encuentro Internacional de Poetas y el Arte, a realizarse del 13 al 16 de abril, Letras en la Mar es una celebración de la poesía y de sus grandes creadores.

Como se sabe, uno de sus promotores de este festejo poético se debió al extinto y conocido maestro y poeta Hugo Gutiérrez Vega, quien falleciera en septiembre del año pasado. A él se le debe este legado y esperamos que, a pesar de su ausencia, este encuentro de poesía perdure para siempre. Y aunque actos de esta naturaleza aún no atraen a grandes públicos, irán sembrando la semilla para que algún día florezcan y entonces la poesía se revele en toda su desnudez a quien le toque el corazón.

En una entrega anterior destaqué aquella sentencia de Vicente Huidobro cuando afirma que el poeta hace cambiar de vida a las cosas de la Naturaleza, saca con su red todo aquello que se mueve en el caos de lo innombrado, tiende hilos eléctricos entre las palabras y alumbra de repente rincones desconocidos, y todo ese mundo estalla en fantasmas inesperados. Sí, a pesar de su escasa lectoría es un bien necesario, un alimento que no hace mal a nadie, al contrario le recuerda su origen o le inspira a buscarlo.

Un aspecto a destacar en este encuentro es un merecido homenaje al poeta yucateco Raúl Renán. Y vaya que se lo merece; es uno de los grandes poetas mexicanos que quedan con vida. Hace unos ayeres el maestro Renán vino a impartir un curso de poesía y nos mostró esa dulcera y delicadeza para armar versos y sobre todo su humildad y amor a la poesía, a las letras. Aquí les dejo una muestra de su grandeza poética:

Poema del poema

El poema
no sabe
ni sospecha
la frente
en que caerá
después de muerto.
La vida
es un responso
a flor
cerrada.

Un verso
clavado
en la espesura
es señal de
presa ambigua.
No hay figura
que entrañe.
El poema
mira
por todos
lados
con sus
ojos de mosca
y no caben
en sí
sus visiones.
Estoy de él
cubierto
por su saliva
y tatuado
por todos
sus versos,
así me miran
los que leen.

Cuando
su cuerpo
se llena
de versos
como agujas
de erizo,
pican la lengua
al memorioso.
En los libros
manchan
las páginas
junto a las flores
marchitas
que indican
las caídas
fatales.
La espera
de los versos
es picata menuda
servida
en plato
plano
pero enriquecedor.

En lugar
del papel
prefiero guardar
mi poema
en el bolsillo,
entre mis monedas
baratas.
Pagar con él
a la puerta
del Inferno
para no
pasar.

Mi poema
está escrito
en la palma
de mis orejas
montadas
con rimas
en M.

Oigo
trinar
unos versos –
los percibo
solos
haciendo lo suyo
verbal— cantar
para sobrevivir—
en la operación
de la suma
el resultado
es Poema
vivencia
a cuentaversos
de laúd.




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