La luciérnaga y la serpiente



Prócoro Hernández Oropeza

Cuando un ser empieza a despertar, a tomar consciencia de sí, su luz interior se expande e irradia a quienes toca, a los que le rodean. Dichas personas entienden que todo lo que posee, su vida, las circunstancias positivas o negativas que vive son parte de su creación. Sabe que nada es casual, todo tiene causa y efecto y por lo mismo no culpa a nadie de su destino o de su suerte si es negativa y si es positiva, sólo agradece, pero tampoco se apega a ellas, disfruta.
Como es de entenderse, algunos de estos seres o maestros irradian su luz porque practican las virtudes, son seres espirituales y virtuosos, no hacen daño a nadie, sólo aman y dan sin esperar nada a cambio. La humanidad ha conocido a varios e incluso en su momento no los ha reconocido o les ha matado porque consideraron que sus enseñanzas ponían en peligro su estabilidad, creencias o su fe. Jesús fue uno de ellos y se dice que su aura era tan grande que podía sanar a quienes se acercaran con fe a ella. Se cuenta de aquella mujer que estaba sangrando y al tocar su capa sanó.
En la Biblia, evangelio de San Marcos (5:24; 25; 26; 27… 35) Se dice: Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban. Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.
Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. Y Él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote.
Estos seres no viven de creencias, sino de experiencias; no creen en Dios, lo viven y experimentan, dialogan con él o con sus mensajeros, ángeles y arcángeles y por tanto se han convertido en sus hijos de luz y amor, en su expresión y en su verdad. Pero así como tienen seguidores también enemigos que se ven opacados por su luz, su ignorancia los ciega y denostan contra ellos. Es como esta fábula de la serpiente y la luciérnaga. Sólo cuando practiquemos las virtudes y seamos su expresión en pensamiento, palabra y obra dejaremos de creer y experimentar la verdad, la luz, la sabiduría, el amor.Los ignorantes o dormidos en vida tal vez se sientan ofendidos u opacados por su luz y le ataquen, pero eso no les incomoda, ni les teme.

LA SERPIENTE Y LA LUCIÉRNAGA
Cuenta la leyenda, que una serpiente perseguía a una luciérnaga para devorarla. El pequeño insecto hacia hasta lo imposible para huir de la serpiente. Durante días fue una persecución intensa.
Después de un tiempo, la luciérnaga cansada, exhausta, se detuvo y le dijo a la serpiente:
----¿Te puedo hacer 3 preguntas?
La serpiente respondió:
---No acostumbro a dar concesiones, pero como de todos modos te voy a comer......¡adelante!
---Pregunta No. 1: ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
---NO
---Pregunta No. 2: ¿Te he hecho algo?
---Nada en absoluto
---Pregunta No. 3: Y entonces.....¿Porque quieres comerme?
---PORQUE BRILLAAAAAAASSSSSSS!!!

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