La mujer, una diosa sagrada
Prócoro Hernández Oropeza
Qué sería del hombre sin la mujer, nada, absolutamente nada. Hombre y mujer son el complemento perfecto, la unidad y la diversidad al mismo tiempo. Ninguno es mejor que el otro, simplemente somos una dualidad creada para la reproducción de la especie, pero también para la armonía, el amor, la felicidad. Van estas reflexiones debido a que el 8 de marzo de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, fecha que desde 1975 las Naciones Unidas decreta su festejo. No obstante su celebración se limita a reivindicar el derecho de la mujer a obtener los mismos privilegios y prerrogativas que el hombre, lo cual es grandioso, pero hay significados profundos que vale la pena recordar.
Pese a que algunos libros sagrados sostienen, en el caso de la Biblia cristiana, que la mujer fue creada a partir de la costilla de Adán, sólo es una metáfora, metáfora que permeó la idea de que la mujer debiera estar sometida al hombre por ser un ser el sexo débil, entre comillas. Pero también ha pesado el hecho de que todas o casi todas las religiones sostienen que Dios, el Creador es masculino y han eliminado el papel de la mujer en la participación eclesiástica o reduciéndola a papeles secundarios. En el caso de la religión católica, a lo más que pueden acceder es su papel de monjas, en otras ni siquiera eso.
Esta concepción de Dios como hombre ha permeado en el trato que se le ha dado a la mujer en la historia, reduciendo su vida y sus deberes a procrear, cuidar de la casa, los hijos y el marido, sólo hasta el siglo pasado, en la mayoría de los países se le reconoció el derecho a votar. Fue hasta 1945 cuando en La Carta de las Naciones Unidas se firma el primer acuerdo internacional para afirmar el principio de igualdad entre mujeres y hombres.
El eterno femenino, para nuestro infortunio, por miles de años fue suprimido. El hombre, la fuerza masculina se impuso en todos los órdenes, no sólo en lo familiar, también en lo económico, militar, académico, científico y más acusadamente en lo religioso. En casi todas las religiones la mujer fue apartada, suprimida, vejada, asignándole papeles secundarios. Por lo regular sólo conocemos dioses masculinos y en la jerarquía de las iglesias sólo el hombre predomina desde el Papa, el patriarca hasta los sacerdotes. Las sacerdotisas, que en otras épocas eran muy veneradas por algunas sociedades iluminadas, fueron eliminadas de su verdadero rol.
Dios es Padre y Madre, negativo y positivo, masculino y femenino. El Eterno Femenino se une con el Eterno Masculino para crear. Es el lado o el aspecto femenino de Dios. Es Dios mismo convertido en Madre. La Creatividad es la cualidad, la facultad, la Acción Creadora de esta energía femenina... Es una energía intuitiva que sale de dentro. Esa energía femenina no está sólo en las mujeres, aunque estas sean su viva representación, sino en todo ser humano. Todos tenemos un lado femenino y un lado masculino que debemos tener y mantener bien equilibrados. Sin ese equilibrio, los hombres no podríamos crear obras maravillosas que se manifiestan en la música, el arte, la arquitectura, la ciencia, la pintura o en toda obra artística. En el caso de las mujeres, sin su parte masculina, siempre permanecerán sumisas, calladas, abnegadas porque su casta de guerrera ha sido doblegada. Vivan las mujeres, vivan los hombres; padre y madre son una dualidad perfecta y así debe verse, nadie está por encima del otro, somos una unidad, el yin y el yan. En cada uno vive esa trinidad: Padre-Madre-hijo. El padre, que es sabiduría y valores está en la cabeza; la Madre y el hijo en el corazón. La Madre es el amor, las virtudes, el hijo es el cristo que ha de nacer en nosotros.
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