El sentido común y la creatividad
Prócoro Hernández Oropeza
Muchas personas, o la mayoría quizás, se desenvuelven basadas en el sentido común. ¿Qué es el sentido común? De acuerdo a los diccionarios, el sentido común es entendido como lo que es adecuado hacer, pensar o decir en determinados momentos, aunque esto no implique necesariamente que esa acción, pensamiento o frase dicha sean las correctas.
El sentido común se nutre de nuestras experiencias, creencias, patrones de conducta, ideas, convicciones, estilos de vida cultural, religiosa, social o moral. Parte de la idea de que es compartida por todos en una sociedad o comunidad, de ahí que sea considerado “común”. Lo que los demás hacen, hacemos las cosas o actuamos basados en lo que nos parece adecuado realizar. Un ejemplo de sentido común es que debemos manejar un auto por el carril derecho, de no respetar esa regla podríamos chocar y estaríamos expuestos a una multa. En Europa se circula por el otro carril, por lo que el sentido común varía de un contexto a otro, de un tiempo a otro. Otra regla que es parte del sentido común, es no manejar borracho, pese a que algunos lo hacen. No desnudarse en la vía pública porque se considera inmoral y así existen muchos ejemplos de lo que podríamos llamar el sentido común; es decir, no hacer algo diferente o contrario a lo que la mayoría hace, piensa o dice.
Pero el sentido común puede tener dos vertientes: La primera podría ser descrita como una forma racional y sensata de actuar. Esto es así porque no siempre el sentido común implica hacer lo correcto, por lo cual no se puede relacionar directamente con una cuestión de moral o ética sino con lo que es mejor para cada situación particular. Derivado de esto, el sentido común es aquel que nos hace comportarnos tratando de hacer cada situación lo mejor posible para nosotros y para otros. Es común escuchar hablar del sentido común en la calle, en conversaciones particulares, etc. cuando se juzga determinada situación y la manera en la que una persona actuó o respondió frente a ella, si utilizó el sentido común o si no hizo algo adecuado de acuerdo a su circunstancia. Se trata de la capacidad natural de juzgar los acontecimientos y eventos de forma razonable.
En una segunda vertiente, si nos atenemos a que el sentido común son los conocimientos y las creencias compartidos por una comunidad y considerados como prudentes, lógicos o válidos, resulta que a veces esos criterios pueden ser cuestionados por las limitaciones que nos imponen. Por ejemplo, cuando Henry Ford pidió a su equipo de investigadores que construyera un motor de 8 cilindros, el V8, después de muchos intentos, los ingenieros le dijeron que eso era imposible. La lógica del sentido común no les permitía comprender otras opciones. Entonces Ford tomó una maceta y les dijo: Vean esta planta ya no podrá crecer porque está limitada por el recipiente que la contiene. Tomó una bandeja más grande que se encontraba en una mesa y les indicó: qué pasa si la coloco en esta bandeja, entonces podrá crecer más. Así que les pidió rompieran sus límites. Se refería a esos límites mentales que obstaculizaban la creatividad.
Si desde pequeños nos han dicho: No pienses: usa el sentido común, es muy probable que actuemos de esa manera y estemos limitados por esas percepciones. Y es que el sentido común nos invita a dejar de pensar, a tomar el camino más corto: la sabiduría popular. En cada comunidad, los grupos más fuertes deciden día a día las tendencias que deben seguirse y las normas de conducta aceptables; retocan incesantemente el diseño del perfil de ciudadano modelo, con sus posibles variantes que giran en torno a la edad y el género.
El sentido común se basa en la mente limitada, limitada por nuestras creencias, nuestros egos. Es una mente que brinca como chango de un lado a otro en busca de respuestas limitadas por su lógica, sus sentidos. Los grandes genios se conectan con su mente superior, la inteligencia oculta o sabiduría interna y es cuando obtienen sus inventos, piezas musicales maravillosas, obras excelsas que nos han legado un Leonardo Da Vinci, Beethoven, Mozart… Ellos, cada uno en su tiempo, trascendieron los límites del sentido común.
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