Cómo disfrutar la vida


Prócoro Hernández Oropeza

Qué es la vida sino un continuo movimiento, tanto interno como externo. La vida se mueve en rededor nuestro y a pesar nuestro, no importa si estamos dormidos o despiertos. Así como el agua de río no cesa, ni las olas del mar, ni siquiera el viento, aunque a veces no lo percibimos, todo fluye en armonía y en constante flujo y reflujo. Internamente nuestros pensamientos, sentimientos y acciones también se mueven; puede ser del pasado al futuro, del futuro al pasado, estando en el presente o bien circulando entre la felicidad y la tristeza, entre el sufrimiento y la alegría.
Y es que cuando no somos conscientes de este continuo movimiento de la vida, la percibimos como robots. Es posible que el cielo, las montañas se nos presenten hermosas, la bahía con sus alas anchas, el canto de un ave, pero si estamos desconectados de este fluir, sólo las percibimos como un escenario, sin ningún impacto en nuestros sentidos o estados de ánimo. Sobre todo, si estos son bajos, de pesar, angustia, nos ensimismamos en ellos y actuamos como robots, dormidos, enajenados por esos sentimientos.
De cómo percibamos ese fluir dependerá nuestra grandeza o nuestros dramas. O hacemos la historia conscientemente o sólo la vemos pasar y somos arrastrados mecánicamente por sus vaivenes. Recuerdo que cuando cumplí los 30 años entré en una especie de pánico; era maestro universitario de tiempo completo, pero pensaba que mi vida no era trascendente, lo que hacía no me gustaba o no me sentía complacido y satisfecho; algo me faltaba. Tiempo después lo descubrí: no encontraba un sentido a mi vida, no había visualizado mi propósito o misión de vida. Fue hasta los 45 años que la descubrí o cuando menos tuve un atisbo de ella. Esa fue la luz que me ha guidado y me ha permitido vivir la vida en cierta armonía y con la sensación de que vivo la vida sin la angustia por el mañana, o por el qué dirán, sin expectativas, sólo disfrutando cada día como si fuera el último
A veces me pierdo en los avatares de las circunstancias, me enfrasco en pensamientos obsesivos o en patrones que aún moldean mis acciones. Respiro largo y profundo y tomo consciencia de ello, me desidentifico de esas situaciones y trato de no sentirme afectado por ellas, sean positivas o negativas y si son negativas, sólo las observo y trato de aprender la lección. Si sufro es por ignorancia, pero cuando descubro de dónde viene el sufrimiento, pienso en los grandes maestros como Jesús, que aún en la cruz pudo perdonar a esta humanidad doliente. Y todos los sabios han promulgado a los cuatro vientos que nuestro viaje a este planeta es para descubrirnos, encontrar nuestra verdad, nuestra verdadera identidad.
El sabio Indio Shantideva, en siglo VIII nos legó estos bellos pensamientos: "Que mi mente experimente paz y que, sin importar lo que suceda, no pierda yo mi quietud interior. Que mi alma no tenga espacios donde se guarden sentimientos dolorosos. Que sea yo como la Tierra que sustenta la vida de todos los seres".
Ser como la tierra, generosa, abundante y sobre todo una gran madre que nos provee de vida, alimento, hogar sin importar si somos negros o blancos, amarillos o azules. Finalmente termino con otro pensamiento de Shantideva: “Voy a considerar mi cuerpo como una barca, un vehículo para ir y venir, y para que todos los seres sintientes disfruten de bienestar, lo transformaré en una joya iluminada que colma todos los deseos.”



Comentarios

Entradas populares de este blog

De mil que me buscan

Los tres alimentos

El arquetipo del gato