La moda y el deseo


Prócoro Hernández Oropeza

No hay duda de que las modas se alimentan de los deseos y éstos a su vez generan necesidades. Me refiero a las necesidades artificiales o creadas, muy distintas de las necesidades naturales o fisiológicas. Estas, las fisiológicas son aquellas que uno requiere para poder sobrevivir y mantener un equilibrio con el cuerpo y las funciones corporales, tales como respirar, comer, beber agua, dormir, relaciones sexuales, mantener la salud, abrigarse. En otro orden se hallan las sociales y culturales creadas por la comunidad donde se vive, tales como vestirse de cierta manera, llevar reloj, adquirir un corte de pelo, celebrar una boda, un cumpleaños, el día de la Amistad, del compadre, la bandera, el cartero, del planeta, de los periodistas, maestro, estudiante, adre, padre, niño, etc.
La moda, como un engendro de este tipo de necesidades artificiales juega un papel importante en la generación de deseos y por tanto de necesidades creadas. Para ello la industria y el comercio han elaborado técnicas y estrategias sutiles y burdas para crear esos deseos y necesidades. Por ejemplo, sin darnos cuenta, la industria refresquera, poco a poco nos fue creando la necesidad de tomar agua embotellada, cuando antes lo hacíamos directo de la llave o de los ríos y otros mantos freáticos. Nos hicieron creer que esa agua estaba contaminada y la que ahora nos ofrecían era cien por ciento pura, refrescante, alcalina, amén de otros calificativos.
Eso mismo pasó cuando una industria de la leche en polvo para bebés se puso de moda, aduciendo que esa leche traía más vitaminas y minerales que la materna, pero sobre todo esa era la moda para la mujer moderna y con ello se evitaba desgastar o maltratar sus pechos. Las modas en todos los ámbitos económicos, culturales y sociales generan un sinfín de deseos y los explotan para convertirnos en asiduos consumidores de marcas y productos.
El deseo, decía Buda, es el origen de nuestro sufrimiento. Y lo es cuando a diario el consumidor se ve expuesto a miles de mensajes comerciales donde le dictan cómo debe vestirse, alimentarse, dormir, vivir, vacacionar. Eso va generando un tipo de patrones y tendencias sociales, de tal forma que si no las cumplimos, nos sentiremos mal, angustiados o fracasados. Si la moda está dictando que la marca X es lo nuevo, lo que nos da felicidad, placer, comodidad, elegancia, lujo y si no tengo para adquirirlo puedo entrar en un estado de frustración o resentimiento. Pero es mi ego del orgullo o de la envidia la que entra en ese estado ilusorio de frustración.
Si tomara consciencia de que la moda es un artilugio de las grandes industrias para convertirme en un asiduo consumidor de sus productos, un esclavo de sus deseos y de los míos, sólo buscaría aquellos productos que realmente necesito sin hacer caso de las motivaciones externas o la red de significados que envuelven sus productos. Compraría el pantalón, zapatos, camisas que fueran cómodos para mi cuerpo, pero nunca para presumir; comería los alimentos que me otorgan salud y no aquellos que atentan contra mi cuerpo. Compraría un automóvil de acuerdo a mis capacidades económicas y no para competir con otros o presumir a la novia o a los amigos.
Como se sabe, la moda es un mecanismo que regula las elecciones de las personas ya que, por una especie de presión social, indica a la gente qué debe consumir, utilizar o hacer. La moda se convierte en un hábito repetitivo que identifica a un sujeto o a un grupo de individuos. Entonces, consciente de ello, se hace necesario romper este patrón, controlar mis deseos y adquirir aquellos productos o servicios que realmente necesito; no por placer o gusto, entendiendo que nada de esto me otorga felicidad. La felicidad es un don que poseo y se encuentra en mi interior, en la comunión con mi maestro interno.


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