La ley del amor
Prócoro Hernández Oropeza
“Aprendemos a amar no cuando encontramos a la persona perfecta, sino cuando llegamos a ver de manera perfecta a una persona imperfecta.” Sam Keen (1931-?) Escritor, profesor y filósofo americano.
El amor es un estado del Ser, es nuestra verdadera naturaleza, sólo que a lo largo de nuestras vidas hemos perdido consciencia de esta verdad. Por tanto le buscamos afuera, en el otro y si queremos sentir amor, lo hacemos de manera interesada o condicionada; te amo si tú me amas. Y sólo amamos a quién consideramos que nos brinda algo de él, puede ser por amistad o porque es un pariente cercano. A veces ni a nuestros padres, que son los dadores de vida, amamos, ni al hermano carnal.
A pesar de que muchos maestros han venido a enseñarnos a amarnos y por tanto amar a quienes nos rodean, sean familiares, amistades, conocidos e incluso hasta lo enemigos. Y lo proclaman porque reconocen que todos provenimos de un gran Padre/Madre, todos somos hijos de ese creador, a pesar de que no lo reconozcamos; somos una gran familia habitando en este planeta.
Amor:
Amo a toda presencia bendita en esta tierra
Muero de tristeza cuando alguien desafía estas leyes divinas
Oro porque siempre fluya energía de amor en cada corazón sintiente
Ruego al gran dador de vida porque un día todos nos reconozcamos como hermanos
Cuando hay ira, celos, envidia, orgullo, el amor no fluye. Estos demonios tienen asolado al planeta y su presencia parece intensificarse cada día, de tal suerte que las guerras, exterminios, fobias, asesinatos, desapariciones y otra suerte de ignominias no se detienen. Como seres programados por el marketing y la ilusión de esa oscuridad, dedicamos un día a celebrar el amor. Nos han programado para simbolizar nuestro amor al prójimo con un abrazo, un regalo, una cena. El resto de los días nos olvidamos y continuamos nuestra vida enfrascados en otras ilusiones o fantasías.
Cuando el amor fluye de nuestro corazón vemos a todos con humildad y compasión, no distinguimos entre negros, blancos o amarillos, ni cuestionamos credos, filosofías o religiones. Lo mismo amamos a un árbol que a una ardilla, a todo ser sintiente y entendemos que cada uno vino a vivir sus procesos particulares de vida. Y un día, sí un día reconstruiremos el paraíso, ese Edén del que hablan los libros sagrados y sólo existirá un ley, la sagrada ley del amor. Amaos los unos a los otros.
Los caminos del corazón
Cuántos caminos hay, Señor.
No sé cuál es el mejor
el que me lleva a la sombra de sus deseos
el que se dirige a la ventana de sus caprichos
o aquel que me guía a su calma.
Voy a tomar el que va por el río
atravesando montañas
rodeando las faldas del alba
para llegar a ella con la mañana
a saborear su canto de plata.
Cuántos caminos hay, Señor
Yo no sé cuál tiene corazón
hay senderos inciertos
veredas con cuestas y espinas
callejones que se pierden en la neblina
Voy a irme por el sendero de las flores
que aman sin contemplación
las que regalan su color
y vierten su aroma a quienes
se alimentan de sol.
Y entonces podremos cantar: Voy ebrio de amor por calles de la alegría, construyendo castillos con alas, pegando estrellas en la espalda de la tarde, sonriendo a las estrellas, amando y abrazando hasta que nos duelan los brazos.
“Aprendemos a amar no cuando encontramos a la persona perfecta, sino cuando llegamos a ver de manera perfecta a una persona imperfecta.” Sam Keen (1931-?) Escritor, profesor y filósofo americano.
El amor es un estado del Ser, es nuestra verdadera naturaleza, sólo que a lo largo de nuestras vidas hemos perdido consciencia de esta verdad. Por tanto le buscamos afuera, en el otro y si queremos sentir amor, lo hacemos de manera interesada o condicionada; te amo si tú me amas. Y sólo amamos a quién consideramos que nos brinda algo de él, puede ser por amistad o porque es un pariente cercano. A veces ni a nuestros padres, que son los dadores de vida, amamos, ni al hermano carnal.
A pesar de que muchos maestros han venido a enseñarnos a amarnos y por tanto amar a quienes nos rodean, sean familiares, amistades, conocidos e incluso hasta lo enemigos. Y lo proclaman porque reconocen que todos provenimos de un gran Padre/Madre, todos somos hijos de ese creador, a pesar de que no lo reconozcamos; somos una gran familia habitando en este planeta.
Amor:
Amo a toda presencia bendita en esta tierra
Muero de tristeza cuando alguien desafía estas leyes divinas
Oro porque siempre fluya energía de amor en cada corazón sintiente
Ruego al gran dador de vida porque un día todos nos reconozcamos como hermanos
Cuando hay ira, celos, envidia, orgullo, el amor no fluye. Estos demonios tienen asolado al planeta y su presencia parece intensificarse cada día, de tal suerte que las guerras, exterminios, fobias, asesinatos, desapariciones y otra suerte de ignominias no se detienen. Como seres programados por el marketing y la ilusión de esa oscuridad, dedicamos un día a celebrar el amor. Nos han programado para simbolizar nuestro amor al prójimo con un abrazo, un regalo, una cena. El resto de los días nos olvidamos y continuamos nuestra vida enfrascados en otras ilusiones o fantasías.
Cuando el amor fluye de nuestro corazón vemos a todos con humildad y compasión, no distinguimos entre negros, blancos o amarillos, ni cuestionamos credos, filosofías o religiones. Lo mismo amamos a un árbol que a una ardilla, a todo ser sintiente y entendemos que cada uno vino a vivir sus procesos particulares de vida. Y un día, sí un día reconstruiremos el paraíso, ese Edén del que hablan los libros sagrados y sólo existirá un ley, la sagrada ley del amor. Amaos los unos a los otros.
Los caminos del corazón
Cuántos caminos hay, Señor.
No sé cuál es el mejor
el que me lleva a la sombra de sus deseos
el que se dirige a la ventana de sus caprichos
o aquel que me guía a su calma.
Voy a tomar el que va por el río
atravesando montañas
rodeando las faldas del alba
para llegar a ella con la mañana
a saborear su canto de plata.
Cuántos caminos hay, Señor
Yo no sé cuál tiene corazón
hay senderos inciertos
veredas con cuestas y espinas
callejones que se pierden en la neblina
Voy a irme por el sendero de las flores
que aman sin contemplación
las que regalan su color
y vierten su aroma a quienes
se alimentan de sol.
Y entonces podremos cantar: Voy ebrio de amor por calles de la alegría, construyendo castillos con alas, pegando estrellas en la espalda de la tarde, sonriendo a las estrellas, amando y abrazando hasta que nos duelan los brazos.
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