Refrendando mis propósitos
Prócoro Hernández Oropeza
Cada año solemos definir nuevos propósitos o redefinir lo anteriores, revisar en qué etapa quedaron o cuáles fueron las circunstancias que minaron su culminación o alguna etapa de su proceso. Hace una más de una década definí uno de los propósitos más importantes de mi vida: Ser feliz y hacer feliz a los demás. En ese entonces aún pensaba que la felicidad se encontraba afuera, en las cosas externas, más tarde descubrí que la felicidad es parte de mi esencia, de mi Ser. Es algo consustancial a mi personalidad y es por ello que ésta se debe buscar adentro, sólo ahí.
Con el paso del tiempo aprendí a meditar, practicarr yoga y a encontrar maestros maravillosos, tanto internos como externos y ahora experimento esa felicidad, si no de momento a momento, la mayor parte del tiempo. E incluso cambié mi misión o propósito por otro de una octava superior: Soy amor y amo a todo lo que me rodea. Significa que el amor es la fuente de la felicidad, el origen de la vida y que sólo amándome puedo sentir y expresar el amor en quienes me rodean. Si yo no me amo, cómo entonces puedo dar amor. Amo sin apegos, sin esperar resultados. Claro que no ha sido fácil y aún me prendo cuando alguien perturba mi paz o me ofende, pero trato de detener el ego del enojo o del rencor y me perdono y perdono.
Un gran maestro y amigo me dijo una vez que el amor es eterno perdón. El amor no consciente celos, enojos, odio, rencor; no cuestiona, ni critica, sólo ama y ama. Otro maestro decía que en el amor se manifiestan dos vertientes: alguien que ama más y otro que ama mejor. Amar y sólo amar, sin condiciones, ni súplicas, sin juicios ni prejuicios. Amar y sólo amar hasta que salgan callos en el corazón, abrir mil puertas al amor, sentir cómo fluye el amor en cada mañana, en la puesta del sol, en sol de mediodía, en el parpadeo de las estrellas, en los movimientos del mar, en el vuelo majestuoso de un águila, en la danza de las parvadas de aves que se mueven con tanta sincronía, en el viento que roza una mejilla, en la sonrisa de un niño, en la mirada perdida de una dama, en el paso cansado del anciano, en el cielo que sonríe en cada nube.
Este propósito lo refrendo, sin que tenga que pagar por este trámite, lo refrendo con toda entereza y con el ánimo porque esta visión sea constante, de instante en instante, sin pausas, ni distracciones, sin vacaciones, fines de semana, ni días festivos. Sólo quiero respirar amor, exhalar amor, ser expresión del amor, expresión de mi Dios interno, que es sólo amor. En este tenor va otro poema de mi autoría dedicado a quien tenga oídos para escuchar.
Porque te amo
Dicen que no conozco el amor
ni me he enamorado de nadie.
Si les dijera.
Estoy enamorado del mar, de la luna ni se diga.
Ah, las estrellas me tienen loco, no las de cine.
Las montañas me despiertan ternura y las amo cuando duermen.
Amo al viento cuando ríe y al sol
que canta con sus rayos de luz y no quema.
La noche me tiene prendida en sus faldas de obsidiana.
Amo a la mañana cuando viene corriendo y me susurra al oído
las canciones que compuso en su retiro.
Y beso a las flores cuando amamantan al colibrí de la cañada.
Siento que mi amor por esta tierra viene de siglos y no me canso
de amarla.
Amo aquellas bocas benditas que exhalan flores cuando hablan.
A los ojos que ven trenes cargados de corazones rojos
y a los oídos que escuchan los rezos del que clama perdón
a los cuerpos que se estiran para alumbrar vida.
Amo los brazos que tienen callos de tanto abrazar.
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