Momentos de civilidad
Prócoro Hernández Oropeza
En mis tiempos de escolapio se enseñaba la materia de civismo y aunque no participaba de un eje central de la enseñanza, se fomentaban valores, formas de comportamiento, disciplina, respeto y tolerancia. En tiempos de la reforma educativa de Jaime Torres Bodet, los maestros de primaria se valían de esta asignatura para enseñar normas de urbanidad y fomentar la disciplina escolar y a lo largo del siglo pasado el civismo tuvo muchos nombres: Educación para el amor, Educación para el ciudadano, Conocimiento de las leyes. La intención central era fomentar valores para la civilidad como el respeto a los demás, la tolerancia, la disciplina.
Educación para el amor es quizá lo más cercano a la civilidad, al civismo. Porque el civismo (del latín civis, ciudadano y civitas, civitatis, ciudad) o urbanidad se refiere a las pautas mínimas de comportamiento social que nos permiten convivir en colectividad. Y cuál es el fundamento que puede regir estas pautas de comportamiento sino el amor. Sin amor no existe respeto, tolerancia, disciplina, cortesía, compasión, unidad. Pero ese respeto no queda constreñido sólo al semejante, también a todo lo que nos rodea, incluyendo a los árboles, animales, a todo ser viviente y sintiente.
A principios de los años 70 el gobierno de Luis Echeverría realizó una reforma educativa aparentemente radical. Desapareció las asignaturas y creó cuatro áreas del conocimiento: matemáticas, español, ciencias naturales y ciencias sociales. En esos cambios, el civismo fue sacrificado y omitido del programa de estudios. El civismo como tal se redujo a los honores a la bandera, las festividades cívicas, la férrea disciplina escolar y la enseñanza de "buenos hábitos”, a que los estudiantes recitaran de memoria artículos constitucionales y aprendieran "buenas costumbres". Llevar el uniforme limpio, acudir a la escuela con puntualidad o guardar silencio.
En Japón, en un nuevo enfoque educativo, han incorporado la materia de civismo entendiéndola como el respeto total a las leyes, el valor civil, la ética, el respeto a las normas de convivencia, la tolerancia, el altruismo, y el respeto a la ecología. Han eliminado ciertos valores relacionados con el patriotismo, tal vez intuyendo que como seres humanos somos una unidad, una gran familia, independientemente del lenguaje, el color, religión o las creencias.
Y el civismo debe ser una materia fundamental porque a través de ella se fomentan los principios y valores para que los educandos asuman sus responsabilidades a lo largo de su vida en las diferentes áreas de su acción. Un civismo que tenga como fuente al amor sin contemplaciones, sin juicio, ni limitación, un amor que nace del corazón, no de la mente.
Cuando no hay principios ni valores las personas tiran basura en la calle, ofenden, se expresan mediante palabras absurdas o groseras, agreden o matan animales, se tornan viciosos, ladrones, asesinos, violentos. Sin principios un individuo es fácilmente tentado por sus demonios como el del orgullo, ira, lujuria, envidia, avaricia, pereza; son pasto fácil de la corrupción, el vicio y la fama o el poder a toda costa.
Existe civilidad cuando se tiene la capacidad de saber vivir en sociedad respetando y teniendo consideración al resto de individuos que componen la misma, siguiendo unas normas de conducta y de educación, que varían según la cultura del colectivo en cuestión. Existe civilidad cuando se manifiestan las virtudes en quien la profesa; virtudes como la humildad, la generosidad, compasión, altruismo, alegría por lo que otros tienen, templanza, diligencia, tolerancia.
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