Caballero águila
Prócoro Hernández Oropeza
“Os he puesto sobre las alas de un águila para haceros venir hasta mi.” (Tora- Éxodo, 4)
Cuando observamos el infinito azul del cielo percibimos que somos un punto, menos que un grano de arena en ese vasto universo. Y cuando observamos un cielo limpio, profundo, estrellado sentimos nostalgia y al mismo tiempo una profunda sensación de que no estamos solos, que hemos venido de algún planeta lejano, de otra galaxia o de otro universo.
Este planeta, por ahora, es nuestro hogar donde convivimos millones de seres, no sólo humanos sino una infinidad de organismos vivos y sintientes. Pero somos los humanos los que nos hemos apropiado de todo lo que nos rodea; hemos puesto límites, fronteras, naciones y nos creemos dueños de lo que nos es permitido obtener por las buenas o por las malas, a través de las leyes humanas o por nuestras propias leyes.
Somos un punto matemático en este universo y, tal como sostienen muchos maestros, venimos a experimentar la dualidad para recordar el camino a casa. En esta dualidad, que se mueve entre la evolución y la involución, siempre ha ganado la segunda. Debido a nuestra inconsciencia nos perdemos en los dramas cotidianos, nos identificamos con ellos y vivimos la mayor parte del tiempo en estrés, sufrimiento, pesar, preocupaciones y sobre todo en satisfacer nuestros deseos.
Nos ocurre lo mismo que aquel Rey al que le gustaba sentirse poderoso. Su deseo de poder no se satisfacía sólo con tenerlo, él, necesitaba además, que todos lo admiraran por ser poderoso, así como la madrastra de Blanca Nieves no le alcanzaba con verse bella, también él necesitaba mirarse en un espejo que le dijera lo poderoso que era.
Él no tenía espejos mágicos, pero contaba con un montón de cortesanos y sirvientes a su alrededor a quienes preguntarle si él era el más poderoso del reino. Invariablemente todos le decían lo mismo: -Alteza, eres muy poderoso… Así nosotros necesitamos además de espejos, cortesanos que nos adulen. Y los peores cortesanos son los que habitan en nuestra psique, sobre todo el del orgullo. Esos cortesanos son los que nos mantienen en esa dualidad, en el sufrimiento perene y hasta que nos libremos de ellos no encontraremos paz, la verdadera felicidad, la sabiduría y ser expresión infinita del amor.
Por ello, en el siguiente poema intento plasmar lo que realmente somos si nos liberáramos del deseo, deseo de poder, de fama, riqueza, amor y simplemente fluyéramos como el agua lo hace, como se mueve el viento, como el vuelo del águila o del cóndor o de cualquier ave que no conoce fronteras, sólo disfruta, vive y fluye.
Soy
Agua que cae caprichosamente desnuda,
grito de niños mojándose en su risa,
estrella fugaz arañando al cielo,
música pautada.
Paraguas en el cuerpo de un fantasma,
vaso con agua que sonríe,
perro zarandeado por una falda
noche herida por lenguas de fuego.
Farol que espanta espíritus,
cuadro de pintura con lunas suspendidas,
cantante de esperanzas,
ojos desgranando enredos del amor.
Pasos de peregrino,
Mañana dormida en el acantilado del alma
Rayo esculpido por un dios
Libro leído de prisa en la semana.
Trigal atezado por un sol de octubre,
Flores aprisionadas por dedos de silencio,
Taza de café absorbiendo el tiempo,
Montaña golpeada por el viento,
Soy…
Soy un ser divino, esa es mi verdadera identidad; no soy sólo este cuerpo que me envuelve, ni la personalidad con la que me presento ante el mundo, ni los roles que juego en mi vida; soy eso y mucho más. Soy un caballero águila, un guerrero de luz, una expresión de Dios, tratando de recordar el camino a casa.
“Os he puesto sobre las alas de un águila para haceros venir hasta mi.” (Tora- Éxodo, 4)
Cuando observamos el infinito azul del cielo percibimos que somos un punto, menos que un grano de arena en ese vasto universo. Y cuando observamos un cielo limpio, profundo, estrellado sentimos nostalgia y al mismo tiempo una profunda sensación de que no estamos solos, que hemos venido de algún planeta lejano, de otra galaxia o de otro universo.
Este planeta, por ahora, es nuestro hogar donde convivimos millones de seres, no sólo humanos sino una infinidad de organismos vivos y sintientes. Pero somos los humanos los que nos hemos apropiado de todo lo que nos rodea; hemos puesto límites, fronteras, naciones y nos creemos dueños de lo que nos es permitido obtener por las buenas o por las malas, a través de las leyes humanas o por nuestras propias leyes.
Somos un punto matemático en este universo y, tal como sostienen muchos maestros, venimos a experimentar la dualidad para recordar el camino a casa. En esta dualidad, que se mueve entre la evolución y la involución, siempre ha ganado la segunda. Debido a nuestra inconsciencia nos perdemos en los dramas cotidianos, nos identificamos con ellos y vivimos la mayor parte del tiempo en estrés, sufrimiento, pesar, preocupaciones y sobre todo en satisfacer nuestros deseos.
Nos ocurre lo mismo que aquel Rey al que le gustaba sentirse poderoso. Su deseo de poder no se satisfacía sólo con tenerlo, él, necesitaba además, que todos lo admiraran por ser poderoso, así como la madrastra de Blanca Nieves no le alcanzaba con verse bella, también él necesitaba mirarse en un espejo que le dijera lo poderoso que era.
Él no tenía espejos mágicos, pero contaba con un montón de cortesanos y sirvientes a su alrededor a quienes preguntarle si él era el más poderoso del reino. Invariablemente todos le decían lo mismo: -Alteza, eres muy poderoso… Así nosotros necesitamos además de espejos, cortesanos que nos adulen. Y los peores cortesanos son los que habitan en nuestra psique, sobre todo el del orgullo. Esos cortesanos son los que nos mantienen en esa dualidad, en el sufrimiento perene y hasta que nos libremos de ellos no encontraremos paz, la verdadera felicidad, la sabiduría y ser expresión infinita del amor.
Por ello, en el siguiente poema intento plasmar lo que realmente somos si nos liberáramos del deseo, deseo de poder, de fama, riqueza, amor y simplemente fluyéramos como el agua lo hace, como se mueve el viento, como el vuelo del águila o del cóndor o de cualquier ave que no conoce fronteras, sólo disfruta, vive y fluye.
Soy
Agua que cae caprichosamente desnuda,
grito de niños mojándose en su risa,
estrella fugaz arañando al cielo,
música pautada.
Paraguas en el cuerpo de un fantasma,
vaso con agua que sonríe,
perro zarandeado por una falda
noche herida por lenguas de fuego.
Farol que espanta espíritus,
cuadro de pintura con lunas suspendidas,
cantante de esperanzas,
ojos desgranando enredos del amor.
Pasos de peregrino,
Mañana dormida en el acantilado del alma
Rayo esculpido por un dios
Libro leído de prisa en la semana.
Trigal atezado por un sol de octubre,
Flores aprisionadas por dedos de silencio,
Taza de café absorbiendo el tiempo,
Montaña golpeada por el viento,
Soy…
Soy un ser divino, esa es mi verdadera identidad; no soy sólo este cuerpo que me envuelve, ni la personalidad con la que me presento ante el mundo, ni los roles que juego en mi vida; soy eso y mucho más. Soy un caballero águila, un guerrero de luz, una expresión de Dios, tratando de recordar el camino a casa.
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