Caballero Águila II
Prócoro Hernández Oropeza
En todas las culturas, religiones y filosofías siempre han existido grupos internos que poseen conocimientos decantados o divina sabiduría que se entrega a quienes están listos para recibirla. Entre los aztecas también existía una hermandad blanca, de la que Tlacaélel es un magnifico exponente e iniciado de esta hermandad. De joven se fue a estudiar, junto con su hermano Moctezuma al templo de Chololan, (hoy Cholula) o también denominado templo de Quetzalcóatl. Ambos eran hijos de Huitzilíhuitl, el segundo rey de los tenochcas.
Como toda escuela iniciática no era sencillo ingresar a esta hermandad. De entre miles de aspirantes jóvenes de las comunidades náhuatl, cada cinco años sólo ingresaban cincuenta y dos candidatos. Entre los criterios para ser seleccionado, además de la buena conducta que mantenían desde la infancia los elegidos y las recomendaciones de los principales sacerdotes de su comunidad, debían salir airosos en las difíciles pruebas que les imponían los sacerdotes. Debido a esas pruebas luego de cincos años de noviciado sólo lograban formar parte de la hermandad blanca no más de una docena.
Esta hermandad blanca guardaba las enseñanzas antiguas dejadas por el imperio tolteca y más particularmente el gran Cristo Quetzalcóatl, la serpiente emplumada. Justamente al concluir su noviciado Tlacaélele, el sumo sacerdote Mazatzin Centeótl decidió que era el momento de entregar el emblema sagrado de Quetzalcóatl a un nuevo sacerdote; luego de intentar colocarlo en algunos sacerdotes y luego a otros novicios, entre ellos a Netzahualcóyotl, finalmente lo entregó a Tlacaélel, viendo en él a la persona destinada a continuar con las enseñanzas sagradas del antiguo imperio tolteca.
Muy distante esta descripción que hace Antonio Velasco Pina de la que señalan otros autores, en el sentido de que Tlacaélel usó la religión para gobernar tras el trono e imponer sendas reglas entre ellas las de los sacrificios. Es poco creíble, sabiendo que este sumo sacerdote provenía de una escuela iniciática donde se conservan las más puras enseñanzas, enseñanzas divinas que sólo prescriben el amor, la rectitud, la justicia y están desprovistas de dogmas o falsas creencias.
Bernal Días del Castillo y Bernardo de Sahagún, escribieron sus obras cincuenta años después de la conquista y Álvaro Núñez Cabeza de Vaca que recorrió el país hasta la Florida nunca vio un sacrificio. En todo caso se puede tratar de metáforas, como las que usaba Jesús en sus mensajes.
Por todo eso se le reconoce a Tlacaélel como un gran renovador del imperio azteca, no sólo en el plano cultural y artístico, también en lo militar y en lo religioso. Fue más que un caballero Águila, un sumo sacerdote que intentó recuperar la verdadera enseñanza del Cristo Quetzalcóatl, porque eso fue Quetzalcóatl, un Cristo Azteca y como a Jesús y otros avatares, no se les entendió y tuvo que abandonar sus tierras y un día se embarcó para no retornar más.
Esa orden sacerdotal, en donde se forjó Tlacaélel, se formó en el primer imperio, en el Tollan o Teotihuacán. Luego de su desintegración por invasiones y conflictos internos, la orden se asentó en Tula y reconstituyeron el segundo Imperio. Pero finalmente con el paso del tiempo ocurrió lo mismo a este imperio que al primero, entonces Acátl Topiltzin Quetzalcóatl y un puñado de seguidores se refugiaron en Chololan, durante un tiempo. Se dice que aquí Quetzalcóatl se despojó del emblema sagrado y lo tiró al suelo; este se partió en dos. Ahí decidió encomendar a los sumos sacerdotes custodiar la mitad de ese emblema y la otra la dejaría al representante del sacerdocio maya, encomendándoles que los guardasen hasta que llegara el hombre capaz de fundar un nuevo imperio y de unir en él a los distintos pueblos que habitaban en la tierra. (Continuará)
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