Sentirse vivo


Prócoro Hernández Oropeza
En realidad habría que preguntarse si estamos vivos o sólo somos máquinas humanas que deambulan en el mar de sus deseos y tentaciones, tratando de encontrar la felicidad en toda la maraña de ese tempestuoso océano de la vida. Sentirse vivo es estar consciente de lo que hago, pienso, digo y siento. Es mantenerme despierto y no soñando en un futuro promisorio o en un pasado que me ha dejado cicatrices en la memoria y en el cuerpo.
En el Nuevo testamento refiere que Jesucristo se encontró con un hombre que buscaba su beneplácito para seguirle a todas partes (Lucas 9:57), pero antes quería ir y atender el sepelio de su padre. Entonces Jesús le contesta: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.” Esta sentencia refiere a una persona que ha resucitado, ha despertado y lo urgente es pregonar el reino de Dios, la palabra sagrada para que otros seres resuciten.
Deja que los muertos entierren a sus muertes significa que los "muertos" que entierran a sus "muertos" no están muertos en el mismo sentido en que están muertos los que son enterrados. Obvio. Pero ¿en qué sentido están muertos los primeros, si son capaces de enterrar a los segundos? Esto lo contesta el apóstol Pablo cuando escribió a los cristianos de Éfeso: "Él -esto es, Jesús- os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados." (Ef 2:1). Están muertos en vida todos aquellos que llevan una vida de pecado, "siguiendo la corriente de este mundo" (v. 2), como agrega Pablo. Es decir, viviendo como vive la mayoría de la gente, a su manera y a espaldas de Dios.
Literalmente nos dice Jesús, deja que tus parientes -que están muertos por la vida de pecado que llevan- entierren a tu padre, que cumplan ellos ese deber. Pero tú, que ya no estás muerto, sino vivo, ven y sígueme. En otra referencia bíblica, Lucas 15:32 sentenció: ``Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque éste, tu hermano, estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.” Timoteo (5:6) refirió: “Más la que se entrega a los placeres desenfrenados, aun viviendo, está muerta.”
Cuando estamos enfrascados, embelesados por nuestros deseos, embobados por los múltiples yoes, es como si estuviéramos muertos en vida. No disfrutamos lo que tenemos a nuestro alrededor, no glorificamos a quienes nos rodean, no los amamos, los menospreciamos, los engañamos, les robamos, mentimos.
Estar vivo es admirar cada hoja de un árbol, sonreír al primer rayo de la nueva aurora, dialogar con un estrella que parpadea en el infinito, orar frente a un mendigo y decirle cuánto se le ama, escribir un te amo en la playa y decirle al mar que es muy hermoso y radiante. Estar vivo significa viajar a través de un libro sin perder de vista como revientan las olas de la vida frente a mis narices. Es meditar y descubrir la fuente de la sabiduría que se encuentra adentro, en lo más profunda de mi psique.
Estar vivo es gritar a los cuatro vientos palabras brillantes para que los muertos recuerden su origen divino. Es pararse de cabeza para mirar al mundo desde otra perspectiva y decirle a un niño que es la esperanza de un nuevo ciclo. Es empezar a construir el paraíso aquí y ahora, aunque otros digan que es una utopía. Estar vivo es pensar en morir con dignidad y sabiduría.

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