La humildad, una virtud excelsa

Prócoro Hernández Oropeza
Uno de los obstáculos para el desarrollo espiritual es la vanidad u orgullo. Aunque a la palabra se le da también una connotación positiva, en realidad no es más que un enmascaramiento del ego de la vacuidad. Como nos sentimos vacíos entonces pretendemos llenarlo con sentimientos de arrogancia, prepotencia, intolerancia, superioridad, poder. Precisamente la palabra vanidad, del latín vanĭtas, es la cualidad de vano (vacío, hueco o falto de realidad, sustancia o solidez).
Esa carencia de sustancia o solidez nos obliga a recurrir también al autoritarismo, la envidia, la crítica, el malhumor, el enfado, baja autoestima. Aquellos que sienten esa ausencia de estima la cubren con actitudes o instrumentos que aparentemente la suplen, tales como presumir prendas costosas, casas arrogantes y suntuosas, un escritorio demasiado grande para magnificar el poder del jefe, así como otros artificios con los que se desea mostrar la valía de un hombre, que en el fondo está vacío.
O bien, están aquellos que pretendiendo mostrar humildad, lo contrario del orgullo, se visten con la túnica, esa que cierta ocasión vistió el filósofo griego Antístenes, uno de los seguidores de Sócrates. Este, pretendiendo cubrir su modestia cuando se presentaba ante Sócrates, se ponía a la vista lo más roto de la túnica, lo que permitía a Sócrates lucir su famosa ironía: "Antístenes, por el manto veo tu vanagloria". Esas es la falsa modestia, la falsa virtud.
Para Emmanuel Kant, la humildad auténtica, frente a la falsa humildad o humilitas spuria, es un rasgo distintivo del individuo virtuoso y de auténtica valía: «Las personas de verdadero mérito –leemos en las Lecciones de ética– no son ni soberbias ni fatuas, sino humildes, porque su idea sobre el verdadero valor es tan elevada que no pueden satisfacerla ni igualarse a ella, y son conscientes en todo momento de la distancia que les separa de ese ideal». Así entendida, la humildad no es sino una forma específica de conciencia y de lucidez, consistente en el reconocimiento de nuestras propias limitaciones e insuficiencias.
Bajo este sentimiento del orgullo nos creemos mejores que otros; se nos dice que debemos sentirnos orgullosos de ser mexicanos, vallartenses o jaliscienses, españoles, franceses. Es sólo una marca de identidad, origen pero no necesariamente indica que somos mejores. La humildad nada tiene que ver la arrogancia, la presunción y el envanecimiento. Al contrario de aquel que desarrolla un concepto de sí mismo tan exagerado que se cree superior a los demás, y se jacta y vanagloria frecuentemente frente a otros, el que predica la humildad no se cree superior a nadie, respeta y ama a todos sus congéneres. Sabe que todos somos iguales y no desea vanagloria ni que lo alaben por sus éxitos. Uno de los ejemplos más excelsos de esta virtud la mostró Jesús cuando lavó los pies de sus discípulos.
En la tradición Sikh de la India, Guru Nanak, el Guru de la humildad viajó acompañado de un musulmán y un hindú pregonando la existencia de un solo Dios. En una ocasión que arribó al valle de Cachemira, había un reconocido Pandit llamado Braham Dass que había adquirido sendos poderes. Al enterarse de la llegada de Nanak quiso visitarle y para impresionarlo hizo que su alfombrara volara y en ella llegó hasta donde se suponía estaba Nanak. Al arribar vio una gran multitud que estaba asentada y preguntó en dónde estaba el Guru. Alguien le dijo que estaba sentado frente a él. ¿Por qué no puedo verlo? Preguntó. ¿Cómo podemos saberlo? Replicaron.
El pandit se sintió contrariado y humillado. Se fue a su casa a meditar sobre el incidente cuando uno de sus discípulos vino a verlo. Entonces le replicó: “Ustedes me han engañado. No había ningún Guru presente, ¿cómo no pude verlo? "Estaba allí”, aseveró el discípulo. Fue tu orgullo lo que oscureció tu vista. Si vas a pie sin orgullo de poder, te beneficiarás de verlo.”
Al siguiente día el Pandit se presentó con toda humildad ante el Guru y, con las manos entrelazadas, se dejó caer a sus pies. El Guru le recibió muy cordialmente y le pidió se sentara a su lado. Luego el Pandit le preguntó al Guru: “Antes que nada, por favor dime, ¿por qué no pude verte ayer?
¿Cómo podrías verme en la extrema oscuridad?
“Pero si era plena luz del día”
¿Hay oscuridad más densa que el orgullo?, exclamó Nanak. “Porque pudiste volar pensaste que eras un superhombre. Los pájaros y los insectos vuelan por el aire. ¿Se dan ellos alguna importancia? Vaya tremenda lección que dan los maestros y aún somos necios.

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