El festejo a la muerte

Prócoro Hernández Oropeza
Una canción popular mexicana, respecto a cómo los mexicanos vemos la muerte dice: Yo no le temo a la muerte más le temo a la vida, cómo cuesta morirse cuando el alma anda herida. Es la letra de la canción que compuso el artista Antonio Aguilar, denominada La Muerte. En esta canción Antonio aporta una de tantas visiones que los mexicanos tienen acerca de la muerte. Ahora que se celebra el Día de Muertos se hace necesario reflexionar sobre su significado, no sólo desde una visión ordinaria, sino de una perspectiva más profunda y abarcadora.
Sí, pareciera que en México y me imagino que en otros países, aparentemente no tenemos miedo a la muerte o lo disfrazamos burlándonos de ella o satirizándola. La primera estrofa de dicha canción la retrata de esta manera:
Viene la muerte luciendo
mil llamativos colores
ven dame un beso pelona
que ando huérfano de amores.
Tiene razón Antonio Aguilar, cómo cuesta morirse cuando el alma está herida. Aunque lo dice en un sentido, en otro más profundo, cuando el alma está tomada, cercenada por los miles de agregados psicológicos que se han enquistado en ella, duele la muerte, hay temor y finalmente sino la sanamos, obtenemos una muerte inútil.
Cuando no sabemos que la muerte es sólo la puerta a otra dimensión a una nueva experiencia, entonces tememos y festejamos nuestros a nuestros muertos, sólo para recordar o para indicar que algún día nuestro cuerpo seguirá e mismo curso; el sepulcro o la cremación. Recordemos que nuestro cuerpo es sólo un traje que se nos presta y cuando envejecemos o morimos, ese cuerpo desencarna y nuestra alma y nuestro espíritu viajarán a otra dimensión donde se nos otorgará un nuevo cuerpo y otra oportunidad de vida.
Y está bien recordar a nuestros muertos porque finalmente gracias a ellos, a nuestros padres, hermanos, tíos, amigos idos, hemos adquirido nuestra personalidad, nuestra patria, una relación de familia, visión de la vida, pero no debemos apegarnos a los recuerdos. Apegarnos puede traernos tristeza, rencor, pesadumbre, melancolía. En la memoria viven los egos y así como se mueven en el pasado se manifiestan también en el futuro. Cuando muere un familiar ello nos recuerda que algún día estaremos en ese mismo estado y nos genera miedo.
Cuando reconocemos que nuestro espíritu no muere y que regresaremos en otros cuerpos, no sabemos en cuántos más, entonces no hay que temer. En todo caso lo que nos debe preocupar es cómo vamos a vivir nuestras vidas: en amor o en sufrimiento; en virtudes o en la ilusión del ego, en el dolor.
En el libro sagrado Bhagavad Gita, luego de que su discípulo Arjuna se acongojara por la inminente guerra en que se iba a batir contra sus enemigos los kurawas y en donde iban a morir muchas personas, Krishna le dice: “Nunca hubo un tiempo en el que yo no existiera, ni tú, ni todos estos reyes; y en el futuro, ninguno de nosotros dejará de existir… Así como en este cuerpo el alma encarnada pasa continuamente de la niñez a la juventud y luego a la vejez, de la misma manera el alma pasa a otro cuerpo en el momento de la muerte. A la persona sensata no la confunde ese cambio.”
Así, cuando no nos confunde ese cambio y trabajamos en lo que nos queda de vida, en nuestro interior, sanando nuestra alma, entonces nada nos asustará y por tanto tendremos una muerte útil y podremos cantar con Antonio Aguilar la siguiente estrofa, ya sin miedo:
Se va la muerte cantando
por entre las nopaleras
en que quedamos pelona
me llevas o no me llevas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

De mil que me buscan

Los tres alimentos

El arquetipo del gato