Conocimiento interior
Prócoro Hernández Oropeza
Cuando miramos hacia adentro, a nuestro interior descubriremos quiénes somos en realidad. No somos este cuerpo, no la personalidad, no la imagen o identidad de lo que yo creo que soy; soy más que eso: Soy una esencia divina. Cuando voy a mi interior observo cuántos pensamientos circulan por mi mente, emociones, charlas psicológicas, gustos, aversiones, ideales, frustraciones, esperanzas o desesperanzas.
Mirar hacia adentro es descubrir cuál es la calidad de mis pensamientos, emociones, de mis acciones. Descubrir cómo esas energías han moldeado mi vida; si la mantienen en calma, alegría, paz o al contrario, en sufrimiento, aversiones, tristezas, desesperanza, frustraciones. A esto le llamamos auto observación, observación de sí mismos. Y cuando la practicamos constantemente podemos controlar nuestros pensamientos, emociones y acciones. Observar de dónde vienen y cuáles son los efectos que provocan en mí.
En las culturas ancestrales se enseñaban esos conocimientos para lograr cambios internos, el despertar de la conciencia y el entendimiento de las profundas verdades de la vida. El objetivo del auto conocimiento es alcanzar el entendimiento verdadero de nuestra naturaleza humana. El auto conocimiento o conocimiento de sí mismo nos enseña que somos seres tripartitos; poseemos un Espíritu o Ser, un alma y un cuerpo físico. El Ser es la parte de Dios que habita en nuestro interior; el alma es el vehículo del Ser y nuestro cuerpo físico es esta máquina humana que nos da la posibilidad de expresar al Ser.
Pero si en realidad expresáramos al Ser, a esa parte divina que habita en nosotros, sólo seríamos expresión del amor y sus virtudes; no habría enconos, guerras, envidia, violencia, desamor ni sufrimiento. Viviríamos en el paraíso. Pero algo ocurrió en el devenir de la humanidad. Se dice que cuando fuimos corridos de paraíso, del Edén adámico, las sombras de Lucifer se apropiaron de nuestra psique y por consecuencia de nuestros pensamientos, emociones y voluntad. En el alma se ubican precisamente los pensamientos, las emociones y la voluntad y antes de la caída éramos seres divinales. Vino la confusión, el sueño profundo, la ignorancia y ahora somos expresión de esas sombras o también conocidos como egos, agregados psicológicos o yoes. Yoes de la ira, codicia, envidia, orgullo, lujuria, pereza, gula.
Los maestros sostienen que el ego es una mentira muy bien elaborada porque nos mantiene en la ilusión del sufrimiento. Ellos y sus deseos son el origen de nuestros dramas; ellos nos incitan a imitar, robar, injuriar, mentir, calumniar, a cometer crímenes, lujuria, infidelidad, holgazanería, glotonería y a vivir con una mente impura.
¿Cuáles son los objetivos de ese conocimiento interior? Conocer a través de múltiples observaciones la comprensión del universo psicológico en el que fundamentamos nuestros actos, pensamientos y emociones. Es entender las motivaciones ocultas y fuerzas que nos mueven desde las capas invisibles y profundas de nuestro Ser. Entonces, gracias a este conocimiento podemos modificar nuestras creaciones mentales y transformar la forma como percibimos y experimentamos la realidad. Esta es la puerta oculta de la sabiduría que nos confiere el dominio de sí mismos y la libertad de los condicionamientos que adquirimos por el contacto con el mundo exterior.
La batalla más importante, a la que debemos dedicar nuestra vida es la interior. A luchar contra esos ejércitos de demonios, contra la Hidra de Lerma, el cancerbero de las tres cabezas, contra los demonios rojos de Seth, contra Mara y sus demonios, contra los dragones negros, contra los cuatrocientos sureños a los que combatió Hutzilopochtli. Todos los grandes iluminados como Buda, Jesús, Osiris, Quetzalcóatl ganaron esas batallas internas, eliminando a sus demonios.
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