La sabiduría interior

Prócoro Hernández Oropeza
"De oídas te había oído, más ahora mis ojos te ven y mi corazón te siente”, carta 4 del Tarot Egipcio, el Jerarca.
En el campo espiritual existen diversos caminos, muchas religiones, filosofías y creencias; unos, pocos quizá, siguen conectados con las verdaderas enseñanzas, otros son un pálido reflejo de ellas o verdades a medias, enseñanzas distorsionadas, simples creencias. Las verdaderas tienen esa capacidad de llevar al adepto a experiencias místicas profundas, creíbles y pueden charlar y aprender de los grandes maestros de esta y otras humanidades o razas en los distintos universos.
Si nos atenemos al origen de la palabra religión, esta proviene del latín religio, con el prefijo re y ligare significa re-ligar, reunir al hijo con el padre. Religarnos con nuestro Ser, con nuestro Dios interior. Lo anterior significa buscar a nuestro Dios interno adentro, no afuera, ni adorarlo afuera como pregonan las distintas religiones. En cada uno de nos está una chispa divina, un pedazo de Dios, o como decía Pablo de Tarso, el gen divino. Somos espíritus que venimos a vivir experiencias humanas, no al revés. Así como existe una inteligencia divina en cada partícula de la creación, nosotros somos también parte de esa creación. Al nacer nos olvidamos de esa esencia divina y creemos que somos este cuerpo y todo lo que nos rodea sólo es un capricho del azar o de un ente invisible y poderoso.
Los racionalistas no aceptan estas verdades porque para creer en Dios o sus creaciones se requiere comprobación científica. La cuestión es que buscan comprobar esas verdades en el plano material, sólo en esta, la tercera dimensión, con las herramientas del intelecto, de los cinco sentidos. Los grandes maestros lo han dicho, estos sentidos están limitados y existen otros que se han atrofiado, los hemos perdido. Con los sentidos del espíritu podemos viajar a otras dimensiones, o distintos universos y comprobar esas verdades eternas, dialogar con los avatares y otras divinidades. Buda, Krishna, Jesús, Zoroastro, Pitágoras, Rama lo hacían y a partir de sus vivencias internas lograron conectar con esas verdades divinas y darnos una cartografía para el retorno a casa.
Desafortunadamente sus mapas no se pueden decodificar fácilmente, de tal forma que las interpretamos y generamos confusión y al mismo tiempo creamos religiones con distintos dioses y hasta enemigos; cada cual dice poseer al verdadero Dios, la mejor religión. Y aún en una misma religión se generan divisiones y se pelean por su verdad.
El verdadero conocimiento se realiza viviéndolo, experimentándolo, pero no con las herramientas del conocimiento intelectual, sino internamente. Los maestros han dejado múltiples enseñanzas y herramientas para vivir esas experiencias. Nuestro cuerpo es el laboratorio donde podemos experimentar esas verdades y sobre todo religarnos con nuestro Dios interior.
Los egipcios ya lo sabían hace más de diez mil años. Las cartas del tarot contienen también un mapa de la conciencia. La carta 4 del tarot, el Jerarca, por ejemplo tiene como axioma: "De oídas te había oído, más ahora mis ojos te ven y mi corazón te siente”. Esta carta representa la ley del karma y la autoridad divina. Su significado tiene que ver con la búsqueda de la verdad. Esto significa que el adepto ya no sólo vive en la creencia, sino que ha tenido la experiencia de esas verdades divinas o eternas y las ha visto con sus ojos internos y su corazón rebosa emoción por haberlas experimentado. Buda se fue en busca del conocimiento y luego de mucho andar, debajo de un árbol, sumergiéndose en su interior logró encontrar la verdad y legó las 4 Nobles Verdades y el Óctuple Sendero; Jesús, el Cristo desde los doce años se fue a buscar su verdad y luego de andar por diversas culturas y con distintos maestros, al retornar se fue a meditar 40 días y descubrió con claridad su destino.

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