El camino del fakir II


Prócoro Hernández Oropeza
La búsqueda de la verdad ha sido uno de los temas torales de la humanidad. ¿Quién soy en Realidad? ¿A quién pertenezco? ¿Soy algo más que este cuerpo, esta identidad, mi historia personal? O soy un ente más profundo, sublime o distinto. Es por ello que se han generado religiones, filosofías, creencias que tratan de explicar esas cuestiones.
En estos caminos de búsqueda existen, a grandes rasgos, cuatro sendas o caminos: El faquir, el monje, el yogui y el guerrero espiritual o camino de la luz o el filo de la navaja. El fakir busca el dominio total sobre lo corporal. El monje pretende el desarrollo del sentimiento, el yogui persigue la perfección de la mente, trascendiendo la dualidad característica en que esta se debate, haciéndola apta para recibir el conocimiento. Más el cuarto camino, el camino del hombre equilibrado, conduce a la perfección y armonioso desarrollo de todos los centros de la máquina humana, a través del despertar de la conciencia, trabajando con el cuerpo físico y simultáneamente con las emociones y los pensamientos.
El primero hace referencia a aquellas personas que buscan a través del control del dolor su realización espiritual. En Persia el término "fakir" significa mendigo o mendicante. En la India los juglares, los saltimbanquis, se denominan a sí mismos fakires. Los europeos le dan el nombre de fakires a los yoguis, lo mismo que a los monjes errantes de diferentes órdenes.
Este camino largo, difícil y dudoso, es el de la lucha espantosa por desarrollar en sí mismo la fuerza de la voluntad física, vencer el dolor, lograr el poder sobre el cuerpo, objetivo que se consigue a través de sufrimientos, pasando por durísimas pruebas. En México muchos seguidores de la Virgen de Guadalupe realizan largas caminatas de rodillas o se colocan nopales con espina en la espalda creyendo que entre más sufrimiento carguen más escuchados serán por la Madre Divina. En realidad el sufrimiento es una ilusión del ego y es poca la realización espiritual o el despertar de conciencia. Dios Padre/Madre no desea que sus hijos sufran; el sufrimiento no es el camino del amor.
Algunos desean pagar con dolor sus malas acciones o su incapacidad de vencer las tentaciones; para ello se flagelan sin misericordia, aman el dolor por el dolor mismo, ignoran que el cuerpo físico es el templo del Dios vivo. Nadie se realiza con el dolor, por que el dolor es el yo.
Una excelente película, cuyo guión fue escrito por Bruce Lee, uno de los grandes maestros de las artes marciales chinas se llama “El Círculo de Hierro”.
Aunque Bruce Lee sólo es conocido por sus películas, y pese a que nació en San Francisco, California, no en China, fue un filósofo, innovador y pensador aplicado a su arte; estudió el pensamiento de los taoístas como Lao-Tsé y Chuang-Tsé, cursó filosofía en la Universidad de Washington. Comenzó a practicar formalmente wing chun kung fu en su adolescencia y luego creó su propio método de combate, el Jeet Kune Do (JKD) o «el camino del puño interceptor» del cual siempre pregonaba que no se lo debía tomar como un simple «estilo» o «sistema» prefijado.
En la película El Círculo de Hierro describe como en una época incierta de un mundo desconocido, un joven experto en artes marciales se prepara para el gran reto de encontrar el llamado libro del conocimiento absoluto que custodia el hechicero Zetan. El viaje está lleno de peligros y aprendizajes donde la filosofía, la fantasía y el valor tendrán mucho que decir. Como si Lee, junto con su co-guionista Stirlling Silliphant, conocieran los caminos de los iniciados, dan fe de los diversos obstáculos a que se enfrentan los adeptos. Por cuestiones tiempo sólo describo dos escenas. La primera cuando el protagonista se encuentra con los hombres mono. Acompañado de un misterioso maestro, este le dice que no caiga en su provocación, que sólo los observe. Obviamente es una metáfora que le refiere si desea triunfar en su proceso iniciático debe observar su mente que se mueve como chango, de un lado para otro. Así es como logra pasar su primera prueba. Una segunda prueba es cuando se encuentra a un hombre dominado por sus impulsos sexuales. Este lleva diez años metido en una tina de aceite esperando a que su pene y sus testículos se descompongan. Como no la pudo controlar con su mente, piensa que destruyendo sus órganos creativos se librará del demonio de la lujuria. Además le invita a meterse al tambo para que el adepto se libere de este mal. Obvio, el iniciado sabe que ese no es el camino y proseguirá enfrentando más retos, que al final logrará vencer. Vale la pena verla.

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