El águila como símbolo de poder
Prócoro Hernández Oropeza
El águila es uno de los animales muy utilizados en escudos, banderas y cómo símbolo de fuerza, poder, realeza, visión y rapidez. En el plano espiritual se le asocia con la fuerza espiritual, claridad de visión, intuición y creatividad, la iluminación, el linaje de los grandes maestros ascendidos o la conexión con guías y maestros de otros planos.
En los textos sagrados de India, Visnú monta sobre un águila llamada Garula. Entre los egipcios, el águila es la primera letra del alfabeto, símbolo del origen. Los aztecas, en su peregrinar hacia la tierra prometida, debían encontrar un águila sobre un nopal devorando una serpiente y cuando la hallaron en un antiguo lago, ahí fundaron su ciudad: Tenochtitlán, justamente donde ahora se encuentra la ciudad de México. Y uno de sus dioses, el gran Cristo azteca fue Quetzalcóatl, la serpiente emplumada. Un Cristo que para convertirse en águila tuvo que bajar a los mundos infiernos a eliminar sus demonios o egos y se convirtió en una serpiente emplumada, en un Cristo. Hoy esa águila es el símbolo que está plasmado en el escudo nacional y la bandera. Ese mismo símbolo fue usado por los diferentes pueblos y culturas europeas y también como estandarte del imperio romano. En la rueda de las armonías de los indios lakota de Norteamérica, el águila es el símbolo de la visión y representa al punto cardinal del Este.
Los místicos de la Edad Media recurrieron al tema del águila para evocar la visión de Dios, comparando la plegaria con las alas del águila elevándose hacia la luz. Se asocia con el evangelista Juan, el profeta Elías y el Cristo resucitado, ya que su vuelo hacia la altura simboliza la Ascensión.
En la visión de las antiguas culturas prehispánicas, el águila, la serpiente y el puma son tres arquetipos en los que nos movemos. Cuando los antiguos sacerdotes y discípulos lograban entrar a experiencias transpersonales o de consciencia ampliada podían viajar a esos tres mundos: Mundo de la serpiente o inframundo, del Puma y del Águila. El mundo de la serpiente representa precisamente a los egos o agregados psicológicos o también llamados demonios internos; el puma nos habla de la relación que mantenemos en el plano horizontal con nuestra familia, amigos, conocidos, con el trabajo, la vida misma y con nuestro planeta; en el mundo del águila se da la conexión con los maestros y divinidades que habitan en planos superiores. Y en esos planos pueden dialogar con maestros o hierofantes de las diversas corrientes filosóficas y religiosas y por lo mismo entendían que todos ellos, independientemente del tiempo, la cultura o filosofía, son mensajeros del Uno, del gran Padre/Madre.
Por todas estas asociaciones que le asignan los humanos, el águila es uno de mis animales preferidos. Lo es porque para mí evoca esa ansia o necesidad de elevarme a las alturas, conectarme con las grandes divinidades que dieron origen a este universo, a todos los universos y a todo lo que contienen; a los humanos, animales, plantas, minerales. Pero para convertirnos en un caballero águila debemos, como lo hizo Quetzalcóatl, bajar al inframundo y eliminar nuestros demonios internos, a devorar a esas serpientes que atormentan nuestra psique.
En honor a estas aspiraciones va el siguiente poema de mi autoría:
La gaviota
Quisiera ser esa gaviota que vuela con garbo
Se lanza en picada al mar sin miedo, sin juicios
Y el mar la recibe con sus regalos
Volar, volar por los cuatro vientos
Cruzar los horizontes del infinito para llegar
A tus brazos en el siguiente verano
No sin antes recoger un pedazo de luna
El arco iris que nos saludó una mañana en el océano
Sí, algún día seré un águila que vuela sin descanso
Desde la montaña más alta, hasta la vela de tu barco.
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