El grito de independencia
Prócoro Hernández Oropeza
En México, el 15 de septiembre se celebra el grito de Independencia. Es una fiesta nacional, como la que se realiza en casi todo el mundo el día en que se liberaron del yugo de un opresor. Hay bailes, desfiles, comilonas, tertulias y pretextos para festejar viejos recuerdos, pedazos de historia de uno de tantos periodos oscuros de este, nuestro México. Es un pretexto también para recordar parte de nuestra mismidad, identidad nacional o patriotismo mal entendido. Lo es porque somos ciudadanos del mundo; hoy nos tocó nacer aquí, quizá mañana encarnaremos en España o en Grecia, no lo sabemos.
Y aunque usted no lo crea, existe la Ley del Eterno Retorno, la encarnación; eso está escrito en todas las religiones, incluyendo la cristiana, sólo que fue borrada durante los primeros siglos de la nueva era, todo porque a alguien se le ocurrió pensar que era mejor omitirla. Y sabe por qué. Pensaban que si se aceptaba la encarnación, la gente no haría cambios en su vida, sabiendo que regresaría después de su muerte. Lo que no enseña la religión católica es que ese retorno se debe a que no hemos realizado un trabajo espiritual y como tal vendremos tantas veces como sea necesario para sanar nuestra alma. Es la ley del Karma, Ley de Causa y Efecto. Este planeta es como un hospital para la sanación de nuestra psique que se halla gobernada por miles de agregados psicológicos. Somos esclavos, sin saberlo de esos yoes o demonios internos.
Sí, debemos gritar ¡Viva la independencia! Pero no sólo de aquella que realizaron en su tiempo esos grandes libertadores como Miguel Hidalgo o Morelos, Iturbide… Debemos liberarnos de esos agregados psicológicos que nos obligan a pensar, sentir y hacer aquello que no queremos pensar, sentir, decir o hacer. Cuando logremos esa independencia en verdad sabremos lo que es la libertad, la felicidad, la paz verdadera. Si logramos la victoria contra esas legiones es posible ya no regresar a lo que en India se le llama la rueda del Samsara, la rueda de la vida. En esta rueda se nos otorgan 108 vidas para lograr esa victoria, la independencia de quienes nos tienen prisioneros.
En el plano espiritual existen otros grandes libertadores, maestros, mensajeros o avatares que han venido a darnos la cartografía, el mapa para lograr esa liberación. Grandes iniciados como Buda, Zoroastro, Krishna, Jesús, Cristos que han ofrendado su vida por nuestra verdadera liberación. Y la mayoría de ellos también fueron asesinados, crucificados por esos tres demonios que habitan en nuestra psique: el demonio del deseo, (Judas), de la mente (Pilatos) y el de la mala voluntad (Caifás).
¡Que viva México! ¡Que viva España, Italia, Alemania, Portugal, todo el mundo! Es una plegaria que pide paz, pero esa paz sólo se logrará cuando tengamos paz interior. Esa paz la encontraremos internamente, cuando hayamos liberado nuestra consciencia de la tiranía de los yoes. Yoes de la lujuria, ira, orgullo, pereza, gula, codicia, envidia, miedo. Mientras no exista esa paz interior, seguiremos en la esclavitud tanto externa como internamente y sólo viviremos adheridos a esos viejos recuerdos a esos fragmentos de historia, mediante los cuales, quienes gobiernan pretenden hacernos sentir que somos libres. La verdadera libertad es interna. ¡Que Viva nuestro Ser, nuestro Gran Espíritu!
En México, el 15 de septiembre se celebra el grito de Independencia. Es una fiesta nacional, como la que se realiza en casi todo el mundo el día en que se liberaron del yugo de un opresor. Hay bailes, desfiles, comilonas, tertulias y pretextos para festejar viejos recuerdos, pedazos de historia de uno de tantos periodos oscuros de este, nuestro México. Es un pretexto también para recordar parte de nuestra mismidad, identidad nacional o patriotismo mal entendido. Lo es porque somos ciudadanos del mundo; hoy nos tocó nacer aquí, quizá mañana encarnaremos en España o en Grecia, no lo sabemos.
Y aunque usted no lo crea, existe la Ley del Eterno Retorno, la encarnación; eso está escrito en todas las religiones, incluyendo la cristiana, sólo que fue borrada durante los primeros siglos de la nueva era, todo porque a alguien se le ocurrió pensar que era mejor omitirla. Y sabe por qué. Pensaban que si se aceptaba la encarnación, la gente no haría cambios en su vida, sabiendo que regresaría después de su muerte. Lo que no enseña la religión católica es que ese retorno se debe a que no hemos realizado un trabajo espiritual y como tal vendremos tantas veces como sea necesario para sanar nuestra alma. Es la ley del Karma, Ley de Causa y Efecto. Este planeta es como un hospital para la sanación de nuestra psique que se halla gobernada por miles de agregados psicológicos. Somos esclavos, sin saberlo de esos yoes o demonios internos.
Sí, debemos gritar ¡Viva la independencia! Pero no sólo de aquella que realizaron en su tiempo esos grandes libertadores como Miguel Hidalgo o Morelos, Iturbide… Debemos liberarnos de esos agregados psicológicos que nos obligan a pensar, sentir y hacer aquello que no queremos pensar, sentir, decir o hacer. Cuando logremos esa independencia en verdad sabremos lo que es la libertad, la felicidad, la paz verdadera. Si logramos la victoria contra esas legiones es posible ya no regresar a lo que en India se le llama la rueda del Samsara, la rueda de la vida. En esta rueda se nos otorgan 108 vidas para lograr esa victoria, la independencia de quienes nos tienen prisioneros.
En el plano espiritual existen otros grandes libertadores, maestros, mensajeros o avatares que han venido a darnos la cartografía, el mapa para lograr esa liberación. Grandes iniciados como Buda, Zoroastro, Krishna, Jesús, Cristos que han ofrendado su vida por nuestra verdadera liberación. Y la mayoría de ellos también fueron asesinados, crucificados por esos tres demonios que habitan en nuestra psique: el demonio del deseo, (Judas), de la mente (Pilatos) y el de la mala voluntad (Caifás).
¡Que viva México! ¡Que viva España, Italia, Alemania, Portugal, todo el mundo! Es una plegaria que pide paz, pero esa paz sólo se logrará cuando tengamos paz interior. Esa paz la encontraremos internamente, cuando hayamos liberado nuestra consciencia de la tiranía de los yoes. Yoes de la lujuria, ira, orgullo, pereza, gula, codicia, envidia, miedo. Mientras no exista esa paz interior, seguiremos en la esclavitud tanto externa como internamente y sólo viviremos adheridos a esos viejos recuerdos a esos fragmentos de historia, mediante los cuales, quienes gobiernan pretenden hacernos sentir que somos libres. La verdadera libertad es interna. ¡Que Viva nuestro Ser, nuestro Gran Espíritu!
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