Somos este cuerpo y algo más

Prócoro Hernández Oropeza
Somos un ser tripartito, no cabe duda. Poseemos un espíritu o chispa divina, un alma y el cuerpo físico. Desde esta perspectiva, al contrario de cómo piensa la mayoría de la gente, somos un espíritu que ha vivido muchas vidas, sea en este o en otros planetas. Aquí se nos dan 108 cuerpos físicos para experimentar la verdad, o más bien para sanar nuestra alma y recordar el camino a casa, al origen de dónde venimos. Cuando nacemos nos olvidamos de nuestras pasadas existencias, sólo algunos, de pequeños, pueden recordar su vida anterior. Otros seres avanzados espiritualmente pueden recordar sus vidas pasadas y hasta platicar con los creadores de este y otros universos.
En un sueño recuerdo que me vi tirado, renegando de este cuerpo. Era como si el cuerpo estuviera aprisionando a mi alma y espíritu. De pronto aparecen dos seres como de cuatro metros y me dicen que no me desespere, aun no es mi tiempo. No es que quisiera desencarnar, pero algo me decía que estaba siendo prisionero de algo más que el cuerpo. Luego lo comprendí, después de saber que mi alma, donde radican los pensamientos, emociones y las acciones, había sido secuestrada por miles de agregados psicológicos; mi consciencia fraccionada por ellos.
Cuando esta trinidad estaba en plena armonía, sólo siendo expresión de la divinidad, de la fuente de amor, sabiduría, luz y verdad, no había esa separación entre cuerpo, alma y espíritu. A partir de que estos agregados, yoes o sombras de Lucifer se enquistan en mi alma se apropian de pensamientos, emociones y voluntad o acciones. Desde entonces, a través de mi cuerpo se expresan pensamientos, emociones y acciones de ambas direcciones, pero fundamentalmente de los egos. Sólo muy pocas veces de mi real Ser. De ahí provienen los pensamientos, emociones y acciones divinas, virtuosas, amorosas, compasivas, los alientos de Dios. Cuando expreso ira, enojo, vanidad, envidia, lujuria, codicia, pereza o gula son los yoes manifestándose en mí.
Ahora entiendo también que mi cuerpo es un templo divino; no soy este cuerpo, es el templo donde radica mi Dios interno y por tanto debo cuidarlo, mantenerlo sano y amarlo. Sé que con el tiempo este cuerpo se irá marchitando, sus órganos deteriorando, esto es un proceso natural de toda existencia material. Por ello dicen algunos maestros, el cuerpo es sólo uno de tantos trajes que se nos otorga para que el Ser se exprese. Algunas veces es femenino, en otras es masculino, puede ser chino o japonés o mexicano, dependiendo de nuestras acciones del pasado.
Se sabe de grandes maestros realizados que tuvieron la sabiduría y las herramientas para desencarnar a voluntad. El maestro Shivananda, en India, cierto le dijo a un adepto: por favor marca con rojo en tal fecha, el alumno lo hizo y preguntó qué iba a suceder en ese día. El maestro le contestó: Ese día me marcho de este planeta, tal como sucedió. Otros yoguis han realizado lo mismo, incluso algunos han sido filmados. Estos se ponen en estado meditativo y en cierto momento, puede ser en horas o días, Su ser y su alma abandonan el cuerpo. Existen otro inclusive, que incineran su cuerpo al momento de abandonarlo y los más excelsos, como Jesús, se llevan su cuerpo físico, por eso nunca encontrarán sus restos por más que los ávidos arqueólogos e historiadores intenten engañar que han encontrado sus restos. Aún así, existen muchos escépticos sobre la encarnación o retorno.




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