Preceptos para enfrentar la vida
Prócoro Hernández Oropeza
Todos quisiéramos vivir en tranquilidad, armonía y paz perene, pero no siempre es así. El destino, la fatalidad, las circunstancias, opinan otros, nos deparan sobresaltos, abruptos o disrupciones que atentan contra esa calma o afectan nuestra alegría. Si supiéramos como evitar que estos malabares no nos afectaran, nuestra armonía no se vería medrada.
Lo primero es entender que cada obstáculo sólo es un regalo para enfrentarlo, trascenderlo y aprender la lección que este conlleva. Es obvio que se requiere mucha calma, paciencia y sobre todo no identificarnos con esas adversidades, sólo observarlas, sopesarlas y dejarlas ir como llegaron. Pitágoras entregaba a sus alumnos ciertos preceptos que vale la pena recordar porque son útiles para enfrentar los avatares cotidianos. El primero sostiene: “Una vez que gocen de su razón hagan un inventario de sus habilidades y de sus fuerzas. Tomen sus medidas, estimen lo que valen y marchen con paso seguro en la vida.”
Una de las principales garantías para poder trascender cualquier reto, es precisamente nuestra valía o autoestima. Si la autoestima está muy debilitada todo obstáculo o reto será ante nuestros ojos como un muro que no podremos sobrepasar. Recordar siempre que somos un ser divino viviendo en un cuerpo humano y lo que nos ocurre son sólo experiencia para recordar quiénes somos en realidad.
Otro precepto pitagórico indica que se elija siempre el mejor camino, por penoso y difícil que sea, la costumbre lo hará fácil y agradable. Y cuál es el mejor camino, es el que indica el corazón o la intuición, es el camino que señala el Ser, el camino del corazón. Ese camino se disfrutará, a pesar de las contrariedades, y lo es porque se disfruta cada momento como si fuera sagrado o único.
También sugiere que se debe estar siempre en guardia contra la rutina, ya que el imperio de la rutina familiariza al hombre con la esclavitud, lo convierte en una máquina humana o un robot que hace todo mecánicamente, sin disfrutar nada de lo que experimenta. Ve un atardecer o escucha el canto de un mirlo como simple decorado visual o auditivo.
Con respecto al habla, vigilar todo lo que sale de la boca, para ello Pitágoras sugiere cerrar la boca en tanto no hable el corazón. Lo mismo sugiere no ser tiranos de nadie, ni siquiera del perro o el gato, ver a Dios en toda criatura viviente.
Y ante las circunstancias nacionales, la inflación, la ignominia de los gobernantes, la violencia y tanta iniquidad humana, el maestro sugería disculpar las debilidades humanas y refería que el mismo Homero decía que a veces los mismos dioses se descuidan. Por ello, indicaba no desesperar de la especie humana, ni desanimarnos; con el tiempo, el barro se convierte en mármol. Sí, esta humanidad doliente pasa por un callejón muy oscuro, pero hay que tener fe y esperanza. Para ello es necesario que cada uno se convierta en un ser virtuoso, un ejemplo viviente del amor y armonía.
Para llegar a estos estadios, aduce el maestro griego, tomar del sabio el aceite de la lámpara y purificar el corazón antes de permitir que el amor se asiente en él; la miel más dulce se agria en un vaso sucio. Para que el amor se exprese esplendorosamente se debe limpiar el alma de tanta inequidad, de miles de agregados psicológicos que obstaculizan su brillantez. Hay que ser felices con poco, no se requieren cuentas millonarias. Tampoco se debe tener a la muerte. Entender que la muerte no es más que una parada en el camino. La verdadera muerte es la ignorancia y la armonía es el alma del universo.
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