Pitágoras, la pasión de Osiris

Prócoro Hernández Oropeza
Segunda parte
El maestro de Samos, Pitágoras, fue sometido a varias pruebas iniciáticas en Egipto, una de los cuales y la más importante fue La pasión de Osiris. En esa pasión se narra cómo su hermano Seth y los demonios rojos dan muerte al Rey Osiris y no sólo lo matan, sino que descuartizan su cuerpo y lo riegan sobre las orillas del río Nilo. Originalmente Seth sólo lo había encerrado en un sarcófago y lo depositó en el río, pero como su esposa Isis fue en su búsqueda, Seth hizo que lo sacaran, lo descuartizaran y lo regaran en el río con el objetivo de que los cocodrilos lo comieran. No contó Seth que estos animales le respetaran y entonces Isis pudo recoger los fragmentos de Osiris y reconstruirlo.
En realidad esta pasión de Osiris es la pasión por la que todos debemos transitar, misma que realizó Pitágoras en su proceso iniciático. Seth representa a esos demonios, egos o yoes que han fragmentado nuestra consciencia. En la pasión de Osiris, Horus, el hijo debe dar la batalla contra Seth y sus demonios y derrotarlo para recuperar esa divinidad, la consciencia fragmentada. En la mitología egipcia, cuando Horus llega a la mayoría de edad, se dispuso a luchar contra Seth para recuperar el trono de su padre. Pero en realidad, Horus es ese Cristo interno que debe dar la batalla contra Seth y sus demonios, contra esos agregados psicológicos que se han depositado en nuestra psique y controlan parte de nuestros pensamientos, emociones y voluntad.
Esa pasión, semejante a la que vivió Jesús, es la misma que todos los maestros trascendidos deben llevar a cabo para su realización. Idéntica batalla todos debemos llevar a cabo con el fin de liberarnos de la esclavitud del tirano. Pues bien, ese proceso lo vive Pitágoras y descubre que los dioses no son más que personificaciones (se refiere a los diversos dioses imperantes en esa época), por lo que es más importante descubrir el Khe peru, es decir la esencia. Entender que somos una esencia divina, una esencia que pertenece a Dios, no el ego y que Dios habita en nuestro interior, además sabe que es inmortal.
A estas alturas el maestro griego se hace la siguiente pregunta: ¿Qué sucede con la muerte? Para ello los egipcios tienen sendos conocimientos de estos misterios, contenidos en El Libro de los muertos. Los egiptólogos le denominan también «Libro de la Salida al Día» o «Libro de la emergencia a la luz». Este consiste en una serie de sortilegios mágicos destinados a ayudar a los difuntos a superar el juicio de Osiris, asistirlos en su viaje a través de la Duat, el inframundo, y viajar al Aaru, en la otra vida y ayudar al faraón muerto a ocupar su lugar entre los dioses, en particular a reunirse con su padre divino Ra.
Pitágoras descubre que cuando la muerte se aproxima y está en agonía el alma presiente su cercana separación del cuerpo. En ese momento vuelve a ver toda su existencia terrestre en una rápida sucesión, pero en la que no pierde detalle, y además es asombrosamente clara. Aquí pueden ocurrir dos situaciones: si su consciencia es pura y santa, sus sentidos espirituales despertarán por la desintegración gradual de la materia o cuerpo, y sentirá la presencia o existencia de otro mundo. Cuando al fin se libera del frío cadáver, se dirigirá hacia la gran luz a la que pertenece. En otro aspecto, si es un humano ordinario y vulgar, sin trabajo espiritual, sólo gobernado por sus instintos materiales, entonces sentirá como si acabara de despertar de una pesadilla, pero ya no puede asir los objetos a los que estaba acostumbrado ni a escuchar su voz. Se encuentra en el limbo de las tinieblas y espantado por lo que vive sufre en el caos total. La duración de este tormento dependerá de la fuerza de los instintos del alma. Si el alma adquiere consciencia poco a poco de su nuevo estado podrá salir de ese espacio de tinieblas, en una dura batalla y, subirá escalón por escalón hasta liberarse de la atracción terrestre. Continuará

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