Pitágoras, la muerte de un Cristo

Prócoro Hernández Oropeza
Sexta y última entrega*
En Crotona, Pitágoras vive los últimos treinta años de su vida y aparte de la fundación y consolidación de su escuela pitagórica, el maestro influye en la ciencia, la filosofía y en las esferas del poder y el gobierno. Y precisamente a los sesenta años Pitágoras conoce a su sacerdotisa y compañera. Ella es Theano, una joven iniciada y bella mujer que cierto día lo enfrenta y le abre su corazón. Como todo iniciado, Pitágoras sabe que para completar su obra debe contar con una pareja para trabajar en los misterios del fuego, la energía creadora.
En esos años la influencia del maestro en las ciudades próximas es de tal magnitud que lo ven como un semidiós. No lo era, pero sin duda sí un Cristo, no del tamaño de Jesús, pero al fin y al cabo un Cristo por todo su amor y sabiduría que entrega a la humanidad. En este planeta han existido varios Cristos, pero hay niveles de Cristos. Su influencia se extiende, además de Crotona y sus alrededores en otras ciudades de la costa italiana.
En Crotona se gobernaba por una constitución aristocrática, dirigida por El consejo de los mil, compuesto por las grandes familias, quienes ejercen el poder legislativo y vigilan al poder ejecutivo. También existen las asambleas populares pero con poderes restringidos. Pitágoras quiere que el Estado sea un orden y una armonía y por lo mismo para conciliar le presión oligárquica y el caos de la demagogia, introduce un nuevo engranaje: crea sobre el poder político un poder científico, con voz deliberativa y consultiva en las cuestiones torales y a la vez regulador supremo del Estado. Sobre el Consejo de los Mil, organiza el Consejo de los Trescientos, elegidos por el maestro y reclutados sólo entre los iniciados, una pequeña emulación del sacerdocio egipcio.
El Consejo de los Trescientos una especie de orden político, científico y religioso, del cual Pitágoras es el jefe visible. Los miembros del consejo se comprometen con Pitágoras por un juramento solemne y terrible a un secreto absoluto como en los misterios iniciáticos. Esta orden pitagórica llega a tener influencias en ciudades como Tarento, Heraclea, Metaponte, Regium, Himere, Catania, Agrigente y Sybaris. A las ciudades que le llamaban para acogerse a esta forma de gobierno, las hace independientes y libres y tan bienhechora es su acción que cuando las visita, le dicen: “No es para enseñar, sino para curar”.
Pero esa influencia soberana de un espíritu libre, esa magia del alma y la inteligencia con que gobierna despierta celos, envidia, odios terribles. Durante más de 15 años reina paz y armonía, pero en Sybaris, antigua ciudad enemiga de Crotona, se genera una rebelión popular. El partido aristócrata es vencido y quinientos desterrados piden asilo a Crotona. Como Sybaris amenaza con invadir a Crotona, el ejército dirigido por un alumno de Pitágoras, el atleta Milón logra vencer a los sybaritas. No sólo eso, los soldados toman, saquean, destruyen y convirten a Sybaris en un desierto. No se puede afirmar que fue con la complacencia de Pitágoras, puesto que esas acciones eran contrarias sus principios. Más bien motivado por un ejército victorioso y con pasiones atizadas por antiguos celos y por un ataque injusto.
Esto anima a ciertos grupos que se autodenominaban democráticos a pedir el reparto de las tierras, pero también proponen arrebatar los privilegios al Consejo de los Mil, además de suprimir al Consejo de los Trescientos. Un tal Cylón, que anteriormente había sido rechazado en la escuela pitagórica por su carácter violento e impulsivo, con ansías de desquite, organiza un club opuesto a los pitagóricos. Logra atraer a los principales conductores del pueblo y los insta a expulsar a los pitagóricos. Leyendo en la tribuna extractos del libro secreto de Pitágoras La Palabra (Hieros Logos) y deformando su contenido le dice al pueblo que ese catecismo religioso es atentatorio contra la libertad. Cuestiona su autoridad, su orden de iniciados y le llama tirano. Una tarde Cylón amotinó a sus bandas y cercan la casa donde se reune Pitágoras con 40 de los principales miembros de la orden. Se cuenta que todos murieron por esas turbas y sólo logran escapar Archippo y Lysis. Así acaban con la escuela pitagórica, la orden se dispersa y aún así logran subsistir unos 250 años más.
El legado del maestro Pitágoras no muere. Sus grandes conocimientos sobre astronomía, geometría, música, religión, filosofía y misticismo son innegables y deja grandes aportaciones a la humanidad. Por eso, Pitágoras fue un Cristo, indudablemente.
*Estas entregas están basadas en los siguientes libros: Shure, Eduardo, Grandes Iniciados. Grupo Editorial Tomo, S.A de C.V., México, 1998.
Gómez Pérez, Marco Antonio, Pitágoras (Colección Los Grandes). Editorial Tomo, S.A de C.V., México, 2002.

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