De misterio en misterio

Prócoro Hernández Oropeza
La vida es un misterio, nada está escrito, o cuando menos no lo sabemos y como lo desconocemos andamos a tientas o bien buscando respuestas. La mayoría anda como un barco a la deriva, flotando de ola en ola, sin saber qué le deparará el destino, ni cómo terminará su vida.
Los hay quienes desde pequeños se trazan una meta, un ideal, un sueño y cuando crecen logran su cometido, aunque la mayoría de las veces se logra sólo en lo material. De hecho el sistema en que vivimos únicamente nos prepara para triunfar o para lograr algunas metas en la parte material, sea a través de una profesión u oficio. Lo espiritual se deja a segundo plano y sólo aquellos que están listos o desean respuestas más allá de su mente limitada, indagan respuestas a preguntas torales como el significado de la muerte, el más allá, las otras realidades, la reencarnación, ¿qué es el cielo? ¿Qué el infierno? ¿Existirán realmente o sólo son creaciones de nuestra mente?
Cuando ingresé a la universidad estaba de moda el marxismo-leninismo y los maestros que la abrazaban nos decían que Dios era un invento del hombre. Dios no era real, sólo respuestas ingenuas de los primeros hombres, que a falta de conocimiento y ciencia, atribuían todos los fenómenos que le rodeaban a dioses que ellos inventaban, por eso tenían muchos como el dios del agua, del fuego, del aire, la tierra… Fue un batallar en mi interior porque había sido educado con la idea de un creador, un todopoderoso que, además de omnipresente, era un ente castigador. Finalmente al año, luego de vencer el miedo al castigo, decidí aceptar que Dios no existía, sólo en la mente y que la religión era el opio del pueblo.
Sin embargo, con el paso del tiempo fueron apareciendo muchas preguntas a estos misterios. ¿Cómo es posible que este universo, las galaxias, los planetas, soles, estrellas posean una sincronía especial, una belleza indescriptible y una interrelación gobernada por una energía desconocida y misteriosa. Todo lo que existe en el universo no fue producto de un caos, como afirman los científicos, sino producto de una fuerza superior, energía o Creador. Y en todos los pueblos y culturas, sobre todo en las antiguas coincidían en la existencia de un Dios omnisciente, omnipresente, desconocido. Sus nombres son diferentes, no así las funciones que le asignaron como creador y sustentador de este universo, este planeta, de mi vida, mi cuerpo.
El hombre que busca respuestas en la ciencia, aquella que trata de comprobar a través de métodos científicos y verídicos aún no han podido dar con la verdad o comprobar que exista un Dios. Hay acercamientos, inclusive insinuaciones de los grandes científicos, como Einstein, pero no lo aceptan explícitamente. Ellos buscan respuestas afuera y ahí no encontrarán la verdad. El ser humano posee otros instrumentos y sentidos a través del cual se puede comprobar la existencia de esos cosmocratores. Y los avatares o Cristos que han venido lo han dicho: Si quieres conocer la verdad conócete a ti mismo, busca adentro. El que busca encuentra. Todos los misterios, toda la sabiduría está en nuestro interior. Ahí la encontró Buda, Jesús, Krisna, los filósofos griegos, y otros grandes avatares. Nuestro cuerpo es nuestro laboratorio donde se encontrarán las repuestas a estos y otros misterios. Sólo cuando estamos ciegos no hallamos las respuestas. Por eso Octavio Paz, aunque no fue un creyente empedernido, tenía acceso a esos secretos y prueba de ello es este poema:
Misterio
Octavio Paz

Relumbra el aire, relumbra,
el mediodía relumbra,
pero no veo al sol.

Y de presencia en presencia
todo se me transparenta,
pero no veo al sol.

Perdido en las transparencias
voy de reflejo a fulgor,
pero no veo al sol.

Y él en la luz se desnuda
y a cada esplendor pregunta,
pero no ve al sol.

El sol es ese Dios, ese creador, esa verdad que está oculta a los ojos de los profanos.

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