Vivir nuestra propia pasión


Prócoro Hernández Oropeza
procoroh@gmail.com
Hoy que se celebra la pasión de Jesús el Cristo se hace necesario reflexionar acerca de ese acontecimiento que, pese a los más de dos mil años de haber ocurrido, se sigue celebrando en todo el mundo donde se práctica el cristianismo. Comprender que más que la celebración de rituales y recordar con dejo de tristeza o lamentación lo que le ocurrió a Jesús, se hace necesario considerar que Jesús legó un camino de redención o libración para la humanidad.
Comprender que esa pasión de Cristo la vivimos cada uno de nosotros, esa cruz la experimentamos en el día a día. Los tres traidores: Judas, Caifás y Pilatos los cargamos en nuestra psique. Judas representa el demonio del deseo, Caifás, demonio de la mala voluntad y Pilatos el demonio de la mente. El primero cambia al señor, a nuestro Dios interno por treinta monedas, por fama, dinero, licores, adulterio, fornicación, fama, poder, riqueza. Caifás traiciona constantemente al Señor, a nuestro Ser íntimo, blasfemando, enjuiciando, culpando, mintiendo, adulterando las enseñanzas sagradas; convirtiendo el altar en lecho de placeres, fornicando incesantemente, vendiendo los sacramentos.
Pilatos, el demonio de la mente, siempre se lava las manos, se declara inocente, nunca tiene la culpa, constantemente se justifica ante sí mismo y ante los demás, busca evasivas, escapatorias para eludir sus propias responsabilidades. Así nosotros, ante cada error que cometemos nos lavamos las manos y echamos la culpa a otros, buscamos evasivas para no comprometernos en un camino espiritual y tratamos de eludir cualquier compromiso que nos ate a un trabajo de carácter espiritual; mejor mañana, después. Estos tres Traidores hacen sufrir secretamente a nuestro adorable señor íntimo sin compasión alguna.
En la mitología griega, Hércules debió enfrentar a sus tres demonios, representados por el cancerbero de las tres cabezas. Si deseamos redimirnos y sanar nuestra alma debemos exterminar a esos tres demonios, los mismos que enfrentó Jesús, Hércules, Buda con Mara y sus demonios.
En Lucas 9:23 Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame”. Esto es muy diferente a como lo entienden y practican algunos cristianos en México y otras partes del mundo. No significa que tengamos que cargar la cruz de madera cada vez que se celebra la Semana Santa. No, significa que todos los días debo renunciar a esas tres furias y a sus legiones de demonios o egos. Negarme s servir a esos agregados psicológicos que tienen prisionera a mi alma. Tomar la cruz implica morir de momento en momento, eliminando a esos agregados que se manifiestan como ira, orgullo, lujuria, envidia, avaricia, gula y pereza.
Negarse a sí mismo es reconocer que no soy esta personalidad, ni este cuerpo físico. Soy una esencia divina que ha venido a vivir experiencias humanas y pertenezco a Dios Padre/Madre. No a esa personalidad gobernada por esas tres furias del demonio. La cruz también es un simbolismo muy precioso. La línea horizontal significa el nivel del Ser. En qué nivel de progresión espiritual me encuentro. Escalones arriba se ubican personas con más desarrollo espiritual y hacia abajo de mi personas menos despiertas. Es la escalera que nos lleva de retorno a casa. Por el contrario la línea horizontal es vivir nuestras vidas gobernadas por las leyes mecánicas de la naturaleza; es vivir dormidos bajo la ilusión de que no hay más vidas que esta y sólo trato de vivir al máximo o como el destino me lo dicte. Si no realizo trabajo espiritual y sólo me dedico a satisfacer mis deseos y fantasías en la línea horizontal, sin duda que retornaré a vivir nuevas experiencias en cuerpo humano. No habrá liberación y habré tenido una muerte inútil.

Comentarios

Entradas populares de este blog

De mil que me buscan

Los tres alimentos

El arquetipo del gato