El país que merecemos


Prócoro Hernández Oropeza

Por cuestiones kármicas, tal vez, nos ha tocado vivir en este país, con la personalidad de mexicanos o colombianos y con todos envoltorios ideológicos, políticos, sociales y religiosos que implica poseer esta identidad. Es un México de múltiples confrontaciones, con mucha riqueza, vasto territorio, costumbres y diversidad geográfica, étnica, cultural, política y religiosa.
Como mexicanos o como cualquier ciduadano del mundo
deseamos, yo cuando menos, poseer un país de gente respetable, culta, amable, solidaria, equitativa, compasiva y amorosa. Una patria donde todos y cada uno de los mexicanos podamos vivir en hermandad y con las mismas oportunidades de crecimiento y desarrollo, tanto material, como humano y espiritual, respetando la diversidad o admitiendo la diversidad en la unidad.
Nuestra realidad es otra, de grandes contrastes; muchos pobres pocos ricos, una tierra generosa pero no todos los mexicanos gozan de esa abundancia. Una democracia que se construye a paso de tortuga y unos políticos y gobernantes carentes de principios y virtudes. Una educación que privilegia la competitividad y la supremacía material, no la enseñanza de virtudes y principios para formar mexicanos amables, compasivos, respetuosos, solidarios y tolerantes.
Tienen razón aquellos grandes sabios que desde la antigüedad han dibujado esta era y a la que denominaron el Kali yuga o edad oscura. De acuerdo al poema épico hinduista el Majabharata, durante este periodo la gente se encuentra tan lejos como sea posible de los dioses. Y es que en tiempos muy remotos los dioses caminaban en la tierra entre los hombres. Los seres muy evolucionados que habían desarrollado plenamente la divinidad en ellos, estaban en contacto directo con los humanos, mientras que ahora se hace difícil poseer encuentros con los seres de luz.
Es una edad del vicio y la corrupción, con gran avance material, pero con oscuridad espiritual. Es la era en la que solo una parte de la Verdad prevalece, porque la materialidad y la ignorancia, con sus efectos concomitantes de egoísmo, ira e indiferencia, dominan el corazón de los hombres. O como sostiene la gran maestra teosofista Blavastski, “La Kali Yuga es la edad oscura y nefasta durante la cual el mundo expía los pecados [el karma] de las tres Yugas precedentes.”
Como mexicanos estamos viviendo esta edad negra, como se vive en otras naciones. No somos los únicos, ni debemos quedarnos en las lamentaciones o en el despecho. Comprender que esta era negra no es exclusiva de los mexicanos; todos los ciudadanos del mundo la viven a su manera y pagan su karma (sus acciones) de distintas formas o son recompensados (dharma) de acuerdo a sus buenas acciones en pasadas existencias.
En las presentes elecciones, a sabiendas que ninguno de los candidatos trabaja con el corazón ni por el bien de los demás, sólo nos queda observar y consultar a nuestro interior para discernir y votar por aquella persona que sea menos es menos corrupta, intolerante, menos insensible a la depredación del planeta. La oración también es una poderosa herramienta para atraer a personas que puedan gobernar con virtudes. Alguien podrá reírse de esta idea, pero en verdad nosotros somos creadores. Este país es nuestra creación, con todos sus defectos. Es el reflejo de mis virtudes o mis defectos. Una gran ley del tres veces maestro Trismegisto dice: “Como es adentro es afuera.” Lo que vivimos, todo lo que nos rodea es el reflejo de nuestros pensamientos, emociones y acciones. Si queremos construir el paraíso en este país, en este planeta, debemos empezar a crearlo y a vivirlo con pensamientos divinos y acciones virtuosas. El infierno ya lo estamos viviendo, hay que trascenderlo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

De mil que me buscan

Los tres alimentos

El arquetipo del gato