En busca de la verdad
Prócoro Hernández Oropeza
La mente humana, a pesar de todos los descubrimientos tecnológicos y científicos, nunca está satisfecha. Siempre busca más conocimiento, más información, más datos que traten de explicar la existencia de todo lo que nos rodea. Miles de hipótesis, libros y tratados se han escrito para tratar de encontrar la verdad. Pero esa verdad es limitada, incompleta y por lo mismo no satisface a nadie.
A propósito Kant, el gran filósofo alemán del siglo XVIII, afirmaba que la mente a fin de cuentas llega a un punto del cual no puede traspasar. Y es que el intelecto no puede dar respuestas a preguntas como: ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Quién soy? ¿Dónde iré cuando muera? ¿Es la muerte el fin de todo? No se puede buscar la verdad con el intelecto, porque es sólo un instrumento limitado, finito.
Los grandes avatares, maestros o santos han podido ver el pasado, presente y futuro, pero no con el instrumento de esa mente limitada, sino con el intelecto superior o llamada en India manas superior. Con ese instrumento ilimitado esos personajes tienen la habilidad de juntar los disipados rayos de la mente y las respuestas a esas preguntas les llegan desde la ilimitada fuente de sabiduría ganada durante horas de meditación silenciosa.
Ellos experimentan la verdad y pueden entrar en estados de conciencia superior y platicar con los dioses de la creación, con devas, ángeles y arcángeles. En esos estados de meditación pueden arribar a la fuente de la sabiduría, beber de ella y luego transmitirla a sus congéneres. Es así como se han fundado religiones y filosofías que nos dan un atisbo de cómo se creó este universo y todo lo que en él habita, de sus leyes y constitución. También han aportado mapas o cartografías para arribar a esos estados superiores de consciencia y no sólo eso, sino también para retornar a nuestro verdadero origen, a la fuente de donde salimos hace aeones de años.
Para la mente limitada, para el intelectualismo racional esto no es real, porque sostienen no se pueden comprobar científicamente. Sin embargo, todos los avatares, en las diferentes épocas y lugares han dejado registro de sus visiones y todos coinciden en la existencia de un creador, omnisciente, omnipresente, único e indivisible. Esos maestros, un Buda, Krisna, Jesús, han legado libros maravillosos donde han plasmado sus testimonios y las prácticas científicas para encontrar y experimentar la verdad.
Esa verdad no está afuera. Esa verdad puede ser experimentada sólo cuando trascendemos los sentidos y cuando la mente y el intelectualismo, manas inferior, cesan. Entonces la mente se convierte en un instrumente de Dios, de nuestro Dios interno y viene la inspiración, el contacto con la verdad o la sabiduría, con la luz, el amor, la felicidad. Los maestros afirman que cuando se alcanza esa verdad, el alma individual se identifica con el alma suprema o nuestro real Ser o Dios. Es el espíritu inmutable y sin forma al que no le afectan las circunstancias, por más negativas que las vivamos o experimentemos en esta existencia. Ese Ser es como un testigo eterno que permanece fuera del tiempo y del espacio, sólo atestiguando los tres estados en que se encuentra nuestra consciencia dormida (estado de sueño, vigilia y autoconsciencia). Cuando se trascienden esos tres estados viene el Samadhi o iluminación. Llegamos a la fuente de la sabiduría eterna, entonces podemos trascender la rueda del Samsara o la Ley del Eterno Retorno.
La mente humana, a pesar de todos los descubrimientos tecnológicos y científicos, nunca está satisfecha. Siempre busca más conocimiento, más información, más datos que traten de explicar la existencia de todo lo que nos rodea. Miles de hipótesis, libros y tratados se han escrito para tratar de encontrar la verdad. Pero esa verdad es limitada, incompleta y por lo mismo no satisface a nadie.
A propósito Kant, el gran filósofo alemán del siglo XVIII, afirmaba que la mente a fin de cuentas llega a un punto del cual no puede traspasar. Y es que el intelecto no puede dar respuestas a preguntas como: ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Quién soy? ¿Dónde iré cuando muera? ¿Es la muerte el fin de todo? No se puede buscar la verdad con el intelecto, porque es sólo un instrumento limitado, finito.
Los grandes avatares, maestros o santos han podido ver el pasado, presente y futuro, pero no con el instrumento de esa mente limitada, sino con el intelecto superior o llamada en India manas superior. Con ese instrumento ilimitado esos personajes tienen la habilidad de juntar los disipados rayos de la mente y las respuestas a esas preguntas les llegan desde la ilimitada fuente de sabiduría ganada durante horas de meditación silenciosa.
Ellos experimentan la verdad y pueden entrar en estados de conciencia superior y platicar con los dioses de la creación, con devas, ángeles y arcángeles. En esos estados de meditación pueden arribar a la fuente de la sabiduría, beber de ella y luego transmitirla a sus congéneres. Es así como se han fundado religiones y filosofías que nos dan un atisbo de cómo se creó este universo y todo lo que en él habita, de sus leyes y constitución. También han aportado mapas o cartografías para arribar a esos estados superiores de consciencia y no sólo eso, sino también para retornar a nuestro verdadero origen, a la fuente de donde salimos hace aeones de años.
Para la mente limitada, para el intelectualismo racional esto no es real, porque sostienen no se pueden comprobar científicamente. Sin embargo, todos los avatares, en las diferentes épocas y lugares han dejado registro de sus visiones y todos coinciden en la existencia de un creador, omnisciente, omnipresente, único e indivisible. Esos maestros, un Buda, Krisna, Jesús, han legado libros maravillosos donde han plasmado sus testimonios y las prácticas científicas para encontrar y experimentar la verdad.
Esa verdad no está afuera. Esa verdad puede ser experimentada sólo cuando trascendemos los sentidos y cuando la mente y el intelectualismo, manas inferior, cesan. Entonces la mente se convierte en un instrumente de Dios, de nuestro Dios interno y viene la inspiración, el contacto con la verdad o la sabiduría, con la luz, el amor, la felicidad. Los maestros afirman que cuando se alcanza esa verdad, el alma individual se identifica con el alma suprema o nuestro real Ser o Dios. Es el espíritu inmutable y sin forma al que no le afectan las circunstancias, por más negativas que las vivamos o experimentemos en esta existencia. Ese Ser es como un testigo eterno que permanece fuera del tiempo y del espacio, sólo atestiguando los tres estados en que se encuentra nuestra consciencia dormida (estado de sueño, vigilia y autoconsciencia). Cuando se trascienden esos tres estados viene el Samadhi o iluminación. Llegamos a la fuente de la sabiduría eterna, entonces podemos trascender la rueda del Samsara o la Ley del Eterno Retorno.
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