Cómo salir de la rutina

Prócoro Hernández Oropeza
Cuando hacemos las actividades, sea el trabajo, comer, vestir, caminar, charlar e inclusive practicar cualquier deporte, lo podemos realizar en forma rutinaria, mecánicamente o con consciencia. En el primer aspecto, todo lo hacemos rutinario desde que despertamos, nos levantamos, bañamos, nos cambiamos, desayunamos, nos despedimos; todo mecánicamente, con hábitos y patrones repetitivos.
En un cuento antiguo, denominado “Rutina o conciencia”, se cuenta lo siguiente:
Un joven discípulo se acercó a su maestro y le preguntó:
-Señor, cómo podemos huir de la rutina: todos los días nos vestimos, comemos...
El maestro contestó:
-Nos vestimos y comemos.
-No comprendo -dijo el joven.
-Si no comprendes, ponte la ropa y come -respondió el maestro.
La respuesta aparentemente es sencilla y por tan simple, es poco comprensible. Si todos los días me levanto a cierta hora, me baño, hago mi meditación, ejercicios y desayuno, antes de salir al trabajo, pues lo sigo haciendo. La cuestión es cómo realizo cada actividad, en forma mecánica o conscientemente. Mecánicamente sólo repito los mismos patrones, pero dormido, ensimismado en los múltiples pendientes, angustias, proyectos, planes o agendas por realizar en el día. Bajo esta lógica no hay disfrute, sólo rutina, cansancio, estrés o enfado e insatisfacción. Y me siento insatisfecho porque soy esclavo de esa mente gobernada por múltiples tiranos. Ellos dirigen mi agenda, me corretean, me regañan, me atormentan y roban mi energía.
Cuando lo realizo en consciencia, sencillamente disfruto cada instante de mi vida. Si voy a vestirme o a comer, lo hago en aceptación, en disfrute como si fuera el último momento de mi vida. En toda actividad que realizo debe haber comprensión plena, comprensión acerca de quién verdaderamente soy. Si me toca vestir mi cuerpo, lo hago no para complacer a los sentidos ni a mis egos. No buscando ponerme ropa de marca para presumir o exaltar este cuerpo, que sólo es prestado. Lo mismo pasa si voy a tomar alimentos. Disfruto mis alimentos en el entendido de que ellos son la gasolina útil para que esta máquina funcione adecuadamente y con la vitalidad necesaria para que cumpla sus funciones del día a día.
Toda acción la llevo a cabo pensando en el bien que me hago y por tanto proporcionando también bienestar a quienes se cruzan en mí camino. En el entendido que sólo soy un instrumento de Dios, un instrumento de su verdad y su amor, de su sabiduría y bienestar. Comprendiendo que cada acción, sea de pensamiento, palabra y obra afecta a todo el universo que me rodea. Ello significa que debo estar observando qué tipo de pensamientos, palabras, emociones y acciones fluyen de mí hacia afuera. Si son pensamientos divinos, amorosos o virulentos, pecaminosos y denigrantes.
Si voy a comer, lo hago en plena consciencia. No permitiré que mis sentidos me distraigan, puede ser con una pantalla de televisión o charlando sobre cuestiones que nada tienen que ver con la acción que estoy llevando a cabo. Es difícil mantenerse en un estado pleno de consciencia y sin que los sentidos nos distraigan. Esto requiere mucho entrenamiento, mucha paciencia, demasiada auto observación. Se requiere práctica constante y sobre todo recordando intensamente ¿Quién soy? Y a ¿Quién pertenezco? No soy este cuerpo, no soy mis pensamientos mundanos, no la marca de mi ropa o de mi carro, ni mi profesión o el rol que juego en mi trabajo; soy un Ser divino que ha venido a experimentar esta vida humana para trascenderla. Puede sonar a algo ilusorio o utópico. No, es más ilusión vivir como lo hacemos, muy mecánicamente, sin consciencia y adormecidos por la matrix, por una sociedad gobernada por el oscurantismo y la ignorancia. Esa matriz no quiere entes pensantes, despiertos, sólo soldados o robots para que su aparato funciones. Cuando estoy consciente, la matrix ya no gobierna en mí.

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