Aquí nos tocó vivir
Prócoro Hernández Oropeza
Aunque muchos no lo crean, hemos vivido experiencias múltiples en diferentes cuerpos y en distintas partes de este planeta. Pero, como lo ha hecho saber Cristina Pacheco en su programa “Aquí nos tocó vivir”, que dirige en canal 11, es verdad nacimos como mexicanos y como tales nos sentimos con una identidad, cultura y muchas historias y vivencias experimentadas y por vivir. Por nacimiento somos mexicanos, por nacimiento de nuestro cuerpo físico, pero como espíritus no tenemos tiempo y espacio, somos eternos y pertenecemos a muchos universos.
Sí, aquí nos tocó vivir, vivir como mexicanos, poseer la identidad de mexicanos y expresarnos y sentirnos como tales. Por eso nos duele saber lo que ocurre a “nuestro” país, aunque también debe dolernos lo que acontece allende las fronteras, porque todo este planeta, a fin de cuentas, también es nuestro hogar. Formamos parte de una gran familia planetaria y universal. Los poetas, los escritores, en fin, aquellos que tienen afinidad con el arte saben expresar muy bien sus sentimientos, como el escritor Fernando del Paso. Y a pesar de haber sufrido infartos al cerebro que le han dejado secuelas en su motricidad y lenguaje, al recibir la Medalla a la Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco y estar en un salón con el nombre de Juan García Ponce su voz se escuchó fuerte y con gran elocuencia acerca de su sentir por este México nuestro.
Invocando a García Ponce, expresó: “Quiero decirte que a los casi ochenta años de edad me da pena aprender los nombres de los pueblos mexicanos que nunca aprendí en la escuela y que hoy me sé solo cuando en ellos ocurre una tremenda injusticia: Chenalhó, Ayotzinapa, Tlatlaya, Petaquillas... ¡Qué pena, sí, que vergüenza que solo aprendamos su nombre cuando pasan a nuestra historia como pueblos bañados por la tragedia!”.
Con un tono de preocupación y nostalgia Del Paso le preguntó a José Emilio cómo se escapó “esa patria dulce que tanto trabajo les costó a otros construir y sostener... “¡Ay, José Emilio! Sí, dime cuándo empezamos a olvidar que la patria no es una posesión de unos cuantos, que la patria pertenece a todos sus hijos por igual, no solo a aquellos que la cantamos y que estamos muy orgullosos de hacerlo, sino también a aquellos que la sufren en silencio... “Tú mismo lo dijiste: los pobres, tarde o temprano ellos, en masa, heredarán la tierra. Tú nos invitaste a admirar su paciencia. Pero... ¿hasta cuándo, José Emilio, hasta cuándo? Ese día no parece llegar nunca: el Apocalipsis, como tú dices, todavía tiene que dar paso a varios comerciales, y el centauro y el unicornio no han resucitado aún”.
Reflexionando acerca de sí era ético recibir un premio y limitarse a agradecérselo al público, Del paso sentenció: “No lo sé. Pero vale la pena plantear si nuestra posición sirve para algo... 'Algo se está quebrando en todas partes’, decías en uno de tus poemas. Algo, sí: mi corazón ante todo lo que sucede a nuestro alrededor, y se quiebran mis palabras. ¡Ay, José Emilio, yo no sé para qué me meto en estos bretes, si bastaría acudir aquí y aceptar el premio! Pero no puedo quedarme callado ante tantas cosas que se nos han quebrado... Lo que te puedo y quiero decir ahora es que estoy viejo y enfermo, pero no he perdido la lucidez: sé quién soy, quién fuiste y sé lo que estoy haciendo y lo que estoy diciendo. Lo único que no sé es en qué país estoy viviendo. Pero conozco el olor de la corrupción: dime, José Emilio: ¿a qué horas, cuándo, permitimos que México se corrompiera hasta los huesos? ¿A qué hora nuestro país se deshizo en nuestras manos para ser víctima del crimen organizado, el narcotráfico y la violencia?”.
Sí, este país se está quebrando, como se desmorona el mundo en otras partes y circunstancias. Duele todo eso, sobre todo porque, en vez de vernos como hermanos, nos sentimos extraños, enemigos y con muchas dolencias y locuras en nuestra mente; con corazones rotos y mancillados por la ira, lujuria, envidia, codicia. ¿Hasta cuándo se permitirá o se nos permitirá vivir así? Porque volveremos, tal vez en otra ciudad, en otro país, con otro cuerpo pero sólo retornamos a vivir los mismos dramas, angustias y pesares si no trabajamos en la dulzura, la compasión, la caridad, el amor.
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