El lenguaje divino


Prócoro Hernández Oropeza
Desde pequeño me he preguntado cómo surgió el lenguaje, quién fue el artífice de tan sofisticado asunto y luego de poseer el tiempo para designar a cada cosa, objeto o situación que nos rodea con su nombre. Y como sabemos existen múltiples lenguajes, unos vivos, otros ya en desuso o desaparecidos, otros dominantes y casi universales y los demás localistas o regionales. En la palabra se aprecian tres aspectos: la palabra escrita por un lado, el sonido por el otro y además su significado. Podemos ver la palabra escrita, conocer su sonido, pero si desconozco su significado no sabré descifrarlo.
Cada lenguaje encierra muchos enigmas, uno de ellos es acerca de su fuente. Es impensable afirmar que el lenguaje, cada palabra fue inventada por un grupo de personas a lo largo de muchísimas centurias. Es probable, como lo sostiene el gran teósofo y gnóstico Krum Heller que todos los idiomas y dialectos provienen de un lenguaje divino, una lengua perfecta, infinita, radical y rutas hay de esta existencia en los viejos pergaminos polvorientos de las tradiciones más antiguas. Pero a su juicio este idioma, este lenguaje, sensiblemente se ha perdido.
Para Heller, todas las lenguas antiguas, no son más que derivaciones de esta lengua primordial y a pesar de su imperfección, de sus defectos, prueban ellas mismas que son un eco, tal vez un remedo lejano, de la primitiva madre-raíz. Esa lengua primordial sobrepasó a todas, cuando una humanidad remota estuvo en sus conocimientos por encima de la actual humanidad. Este idioma primero, fue un lenguaje lleno de verdad, de fuerza, de prístina pureza, de razón y de luz… y sus caracteres, por justos, invariables.
En toda obra de la Naturaleza, por todas partes, se encuentran estos invariables caracteres.
Este lenguaje de luz, esencial, primordial, tenía diferentes ramas que contenían lo Divino, lo Espiritual y lo Físico. De aquí el lenguaje de luz, lenguaje de espíritu y lenguaje natural. El nexo de unión de todas estas ramas a un tronco común, dio origen al lenguaje primordial.
El primer hombre es forzoso que tuviera ese lenguaje, pero lo perdió. Los Mohabitas, lo hablaban. Las generaciones sucesivas lo perdieron. En este idioma inefable y absoluto, recibió Moisés las Tablas de la Ley.
Ese lenguaje ahora se encuentra oculto en los mundos invisibles y sólo los iniciados en el conocimiento esotérico pueden acceder a él. En este lenguaje, radica la conexión, el camino y la comunicación con los mundos invisibles. En este lenguaje y escritura de luz, está la síntesis de todos los misterios intelectuales y físicos. Es este lenguaje de Poder, el PODER de los PODERES.
Este lenguaje también se encuentra oculto en los libros sagrados que han legado los grandes avatares. Sólo podrá ser captado por aquellos que se han conectado con su Ser, su guía interna. Así, cada palabra, encarna un sentido mucho más elevado del que parece tener y cada relato muchas más enseñanzas de las que muestra en su concha. Los Libros Sagrados, sostiene Heller, no deben ser acogidos en su sentido aparente. ¿De qué serviría entonces la prohibición de revelar sus enseñanzas al profano si el secreto de las cosas estuviese encerrado tan solo en el sentido real y único del Lenguaje que emplean?
Del mismo modo que el alma se oculta en su cárcel.
Que la almendra está encerrada en su cubierta.
Que las nubes velan el Sol.
Que el vestido cubre el cuerpo.
Que al huevo comprime la cáscara.
Que el germen descansa en el interior del grano.
Del mismo modo, la Ley secreta tiene su envoltura, su velo, su nube, su vestido y su cubierta que la envuelve para ocultarla al conocimiento profano. Son sabios aquellos que pueden descifrar este lenguaje divino.

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