Qué será de mi
Prócoro Hernández Oropeza
Debido a todos los gastos que se generaron por las compras navideñas y de fin de año, a enero se le ve con respeto o hasta con cierto pesimismo. Para algunas personas les resulta un poco complicado debido a que se sobregiraron, no sólo en cuestión de dinero, también en alimentos, bebidas, emociones y la satisfacción de sus múltiples deseos. No es casual que se le nombre la cuesta de enero.
La cuesta porque se deben soportar sacrificios para salvarlo, entre ellos bajar de peso, saldar las deudas y sobre todo poner nuevamente los pies en la tierra y volver a replantear o a fijar nuevas metas. A falta de dinero, unos van con los prestamistas a empeñar sus joyas o lo que tengan a la mano. Otros desean dejar su vicio, sea del alcohol o el cigarro, también en el consumo de alimentos. Otros en ser más precavidos en sus gastos, ahorrar o encontrar un mejor trabajo. Unos más aplicarse en el estudio o rediseñar sus negocios.
Son los llamados buenos deseos de año nuevo. Deseos que no siempre se cumplen, debido que esos propósitos son parte de un ritual tradicional, no de un verdadero cambio estimulado desde el interior, del corazón o esencia. Pocos son los que desean un cambio espiritual, si acaso ir más a su iglesia, orar con más ahínco o cumplir un peregrinaje a un lugar santo.
Para quien sólo desea cambios materiales, si los obtiene que bien, sino todo el año será una cuesta intransitable, con distintos obstáculos que le impedirán su felicidad. En realidad se requiere un rediseño de la vida en todos los sentidos. Un replanteamiento acerca de nuestros patrones, creencias, hábitos, actitudes y pensamientos, de nuestros paradigmas. Si continuamos experimentando la vida con los mismos patrones y creencias es muy seguro que habrá pocos cambios.
Es necesario un auto conocimiento, conocernos interna y externamente. Emprender mejoras en nuestros pensamientos. Observar cuánto tiempo mantengo pensamientos negativos, cuánta información chatarra consumo, cuánto tiempo pierdo en esa basura, sea por computadora, ipad, ipod, cine, televisión o libros que no me cultivan realmente. Cuánto tiempo vivo en emociones negativas como enojos, miedos, tristeza, angustia, estrés, lujuria, envidia, codicia, flojera. Observar de dónde provienen esos estados emocionales, de mi interior o es causado por personas o situaciones externas. En cuanto a mis actos, revisar si son congruentes con mis principios o se ajustan a las conveniencias y necesidades de otro; son actos virtuosos o simplemente lo que hago es por motivaciones materiales como el dinero, el poder, los deseos materiales.
Un verdadero cambio proviene de un deseo interior por ser mejor persona, no para complacer al patrón, a los padres, a la esposa o a los hijos, sino para complacerme primero a mí. Sentir que lo que hago tiene un propósito útil para mi vida y para los demás, que con mis pensamientos, emociones y acciones no daño a terceros y me realizo al mismo tiempo.
Si alguien me causa sufrimiento o me ofende tendré la suficiente fuerza para perdonarle y no caer en el juego de sus egos. Entonces entenderé que la vida es un juego y que la puedo vivir en amor o en sufrimiento. Y si llegan momentos de sufrimiento tendré la capacidad de sobreponerme y usar todo mi poder para mantenerme en el equilibrio, en el amor, en felicidad. También llegaré a comprender que mi felicidad no depende de nadie ni de nada, es parte de mi esencia y sólo debo conectarme con esa fuente permanente e inagotable de amor y paz interior.
Debido a todos los gastos que se generaron por las compras navideñas y de fin de año, a enero se le ve con respeto o hasta con cierto pesimismo. Para algunas personas les resulta un poco complicado debido a que se sobregiraron, no sólo en cuestión de dinero, también en alimentos, bebidas, emociones y la satisfacción de sus múltiples deseos. No es casual que se le nombre la cuesta de enero.
La cuesta porque se deben soportar sacrificios para salvarlo, entre ellos bajar de peso, saldar las deudas y sobre todo poner nuevamente los pies en la tierra y volver a replantear o a fijar nuevas metas. A falta de dinero, unos van con los prestamistas a empeñar sus joyas o lo que tengan a la mano. Otros desean dejar su vicio, sea del alcohol o el cigarro, también en el consumo de alimentos. Otros en ser más precavidos en sus gastos, ahorrar o encontrar un mejor trabajo. Unos más aplicarse en el estudio o rediseñar sus negocios.
Son los llamados buenos deseos de año nuevo. Deseos que no siempre se cumplen, debido que esos propósitos son parte de un ritual tradicional, no de un verdadero cambio estimulado desde el interior, del corazón o esencia. Pocos son los que desean un cambio espiritual, si acaso ir más a su iglesia, orar con más ahínco o cumplir un peregrinaje a un lugar santo.
Para quien sólo desea cambios materiales, si los obtiene que bien, sino todo el año será una cuesta intransitable, con distintos obstáculos que le impedirán su felicidad. En realidad se requiere un rediseño de la vida en todos los sentidos. Un replanteamiento acerca de nuestros patrones, creencias, hábitos, actitudes y pensamientos, de nuestros paradigmas. Si continuamos experimentando la vida con los mismos patrones y creencias es muy seguro que habrá pocos cambios.
Es necesario un auto conocimiento, conocernos interna y externamente. Emprender mejoras en nuestros pensamientos. Observar cuánto tiempo mantengo pensamientos negativos, cuánta información chatarra consumo, cuánto tiempo pierdo en esa basura, sea por computadora, ipad, ipod, cine, televisión o libros que no me cultivan realmente. Cuánto tiempo vivo en emociones negativas como enojos, miedos, tristeza, angustia, estrés, lujuria, envidia, codicia, flojera. Observar de dónde provienen esos estados emocionales, de mi interior o es causado por personas o situaciones externas. En cuanto a mis actos, revisar si son congruentes con mis principios o se ajustan a las conveniencias y necesidades de otro; son actos virtuosos o simplemente lo que hago es por motivaciones materiales como el dinero, el poder, los deseos materiales.
Un verdadero cambio proviene de un deseo interior por ser mejor persona, no para complacer al patrón, a los padres, a la esposa o a los hijos, sino para complacerme primero a mí. Sentir que lo que hago tiene un propósito útil para mi vida y para los demás, que con mis pensamientos, emociones y acciones no daño a terceros y me realizo al mismo tiempo.
Si alguien me causa sufrimiento o me ofende tendré la suficiente fuerza para perdonarle y no caer en el juego de sus egos. Entonces entenderé que la vida es un juego y que la puedo vivir en amor o en sufrimiento. Y si llegan momentos de sufrimiento tendré la capacidad de sobreponerme y usar todo mi poder para mantenerme en el equilibrio, en el amor, en felicidad. También llegaré a comprender que mi felicidad no depende de nadie ni de nada, es parte de mi esencia y sólo debo conectarme con esa fuente permanente e inagotable de amor y paz interior.
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