Bien vale la pena soñar, al cabo que no cuesta


Prócoro Hernández Oropeza
En efecto, soñar no cuesta, sin embargo hay de sueños a sueños. Unos, la mayoría son sueños ordinarios y existen otros que son lúcidos o de claridad. Cuando vamos a dormir entramos al mundo astral donde se producen los sueños, que son como fragmentos de nuestra vida ordinaria, algunos inconexos o efímeros porque cuando despertamos se esfuman, nos olvidamos de ellos. Otros son como una película completa, con imágenes lúcidas, coherentes y con un principio y un final.
Etimológicamente la palabra sueño deriva de Hipnos, el dios del sueño entre los griegos, de donde se deriva la palabra hipnosis. Entre los romanos se le conoció como Morfeo, el dios del sueño. Para Samael Aun Weor, en su libro "El simbolismo esotérico de los sueños” afirma que el sueño posee dos significados distintos. Uno es la acción de dormir o sea aquel en que todos los órganos y partes constitutivas del cuerpo están entregadas al reposo y otro es el acto en que trabajan ciertas facultades con las que se produce el sueño.
Para e tibetano Namkhai Norbu Rimpoché, en su libro “El yoga de los sueños” afirma que los sueños, muchos de ellos son poderosos, misteriosos y creativos. Es por ello que han ocupado un lugar central en muchas sociedades y han tenido su lugar de manera prominente –y a veces han sido su centro en religiones, también han asistido en la caza, inspirado patrones sagrados para los oficios y las artes y servido de guía en tiempos de guerra, crisis y enfermedad. En la antigüedad la persona que tenía un sueño a menudo era considerada como un sacerdote o sacerdotisa, título ganado por tener la virtud de haber sido bendecido por los dioses.
En la biblia los sueños y los soñadores son considerados como grandes reveladores de enseñanzas, interpretaciones y mensajes divinos. Uno de los más destacados es José “El soñador”, que gracias a sus dones pudo interpretar los sueños del faraón, esto le causó grata impresión y puso a José a cargo de toda la tierra de Egipto.
Los antiguos egipcios, así como otras civilizaciones interpretaron los sueños con el propósito de descifrar mensajes procedentes de los dioses. Otros, mediante los sueños, podían curar enfermos, o bien ayudar a descubrir avances científicos. A Augusto Kekule se le atribuye el descubrimiento de la bencina mediante un sueño. Otro ejemplo es del de Dmitri Mendelev, que descubrió también, mediante su sueño, la Tabla Periódica de los Elementos según su peso atómico. Elias Howe terminó su invento de la máquina de coser mientras soñaba. Y así como estos casos, existen muchos otros en la historia de la humanidad.
Con el paso del tiempo y debido a la pérdida de nuestros sentidos perceptivos, hemos olvidado esos dones. No obstante mediante prácticas de mantralización, meditación y oración se puede acceder a la ayuda de los dioses internos como Morfeo para alcanzar sueños lúcidos o de claridad. Nakhai Norbu sostiene que existen dos tipos de sueños: unos que son kármicos u ordinarios y otros de claridad. Los primeros se refieren a esos sueños ordinarios producto de nuestras acciones del pasado o karma, pero son sueños inconexos, simples reproductores de nuestra vida ordinaria, pasajes de lo que hacemos cotidianamente como trabajar, estudiar, pasear. No aportan muchos datos significativos para nuestra vida. A los que Nakhai denomina de luz o de claridad, otros le llaman sueños lúcidos, estos se manifiestan en aquellas personas que poseen experiencia en el trabajo con los sueños y por lo mismo pueden mantener lucidez y conciencia dentro del sueño. Son el tipo de sueños que se manifiestan a través de la claridad del propio estado mental.
Los sueños lúcidos se obtienen de acuerdo a los méritos del corazón y a las prácticas de la meditación, relajación, oración y progresión espiritual, con ello lograremos tener control de nuestros sueños y estos los podremos cambiar a voluntad o bien recordar plenamente cuando despertamos. Estos pueden ser visionarios, proféticos o muy asertivos para la creatividad o para resolver problemas de nuestra vida.

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