Los sonidos del silencio



Prócoro Hernández Oropeza
La búsqueda de nuevos senderos de libertad, amor, paz han estado presente en todos los tiempos de la humanidad, unos más sobresalientes, otros con menos rostros pero con personalidades o genios, o avatares que aportaron nuevas ideas, novedosos mapas para salir de la oscuridad y encontrar la luz, la esperanza, nuevos destinos, nuevas utopías.
En los anos 60’s al mismo tiempo que surgieron voces que reclamaban nuevos espacios de libertad, amor y esperanza, otros se confundieron y promulgaron el amor libre, la lujuria, las drogas, el alcohol, los viajes psicodélicos como sustitutos o vías para huir de su triste realidad. En el plano musical, una canción que me caló de joven, aún sin entender lo que decía su letra, realmente tocó a mi corazón. Me refiero la canción “Los sonidos del silencio” de Paul Simon y Arthur "Art" Garfunkel.
Es una composición maravillosa y premonitoria. Empieza saludando a la oscuridad, a la que llama su vieja amiga. Esa oscuridad en la que ha vivido la humanidad, es la ignorancia que mantiene en el adormecimiento y el sufrimiento. “Hola oscuridad, mi vieja amiga. He venido a hablarte nuevamente, porque una visión deslizándose suavemente dejó sus semillas mientras yo dormía y la visión que dejó plantada en mi cerebro aún continúa dentro del sonido del silencio. En inquietos sueños yo caminaba por angostas calles de guijarros, bajo el halo de un farol, me levanté el cuello por el frío y la humedad cuando mis ojos fueron acuchillados por el destello de una luz de neón que agrietó la noche y tocó el sonido del silencio…”
La luz de neón es la luz artificial, la luz de la ilusión que nos llega a través de los cinco sentidos y nos sentimos tan fascinados que la gente piensa que ahí radica la felicidad, en los grandes súper mercados, los espectáculos, los cines, en la televisión. Continúa el poema: “Y en la desnuda luz yo vi a diez mil personas o tal vez más, gente conversando sin hablar, gente oyendo sin escuchar, gente escribiendo canciones que nunca compartirán y nadie se atrevía a romper el sonido del silencio…”
el hombre vive rodeado de personas pero todos parecen extranjeros, ajenos, cada uno viviendo y soñando su propio mundo, sus circunstancias y su destino. Situación que se ha agrandado con las nuevas tecnologías comunicacionales. Todos hablando a sus aparatos, endiosados con sus iphones, ipods o ipads. En los hoteles, los huéspedes descanzan en sus camastros o hamacas, frente a un hermoso mar, pero para ellos es como un decorado porque están embobados por sus juguetes electrónicos, no importa que vayan con su pareja o sus hijos.
Simon y Garfunkel reclamaban ya de este modo: “Tontos les dije, ustedes no saben que el silencio crece como un cáncer. Escuchen las palabras que podría enseñarles, tomen mis brazos que podría extenderles, pero mis palabras cayeron como silenciosas gotas de lluvia y resonaron en los pozos del silencio…” Las personas no escuchan la voz de la verdad, de su verdad interna y si llegase Jesucristo nuevamente, nadie le escucharía y lo acusarían de indolente, intransigente, instigador y se le crucificaría. Prefieren adorar a ese dios de la riqueza, del poder, de la fama. “Y la gente se inclinó y rezó al dios de neón que habían construido y el letrero emitió su aviso con las palabras que estaba formando y el letreo decía que las palabras de los profetas están escritas en las paredes del subterráneo y en las salas de las viviendas y susurradas en los sonidos del silencio…”
La palabra del profeta está oculta en el corazón, en los sonidos del silencio y sólo es posible encontrarla en el silencio, en el silencio del templo corazón; ahí está la verdad, la verdad de Dios, de nuestro Dios interno.

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