Los juglares modernos

Prócoro Hernández Oropeza

Un juglar, en la edad media, era considerado un artista de atracciones, una persona que a cambio de dinero, comida o alojamiento, ofrecía un espectáculo callejero en plazas públicas. A veces era contratado para alegrar fiestas y banquetes de los reyes. Entre estos había de todo, desde unos simples payasos hasta verdaderos artistas, músicos y poetas que se movían de una ciudad a otra.
Debido a esa movilidad eran bien ponderados porque se convertían en una especie de correo o de comunicadores; llevaban noticias de donde procedían. De todas sus acepciones modernas, el de poeta es el sentido con que se le considera a un artista de la música o de la palabra. Un juglar moderno ya no se mueve de pueblo en pueblo, pero en el fondo sigue transmitiendo ese halo misterioso de la palabra, esa conexión de alma a alma, como decía el gran poeta Jaime Sabines, es un puente que conecta un corazón con otro.
En la era actual, con tantas y sofisticadas formas, técnicas y herramientas de comunicación, los juglares, los verdaderos juglares se ven opacados por tanta comunicación chatarra, luces de neón y melodramas y oscurantismo. Son cientos, miles de personas que siguen a grupos musicales que le cantan al dolor, al resentimiento, a la lujuria, el desamor, celos, ira, violencia, tristeza, miedos o en última instancia al amor condicionado, al amor superficial, banal y materialista. Un poeta, un verdadero trovador sólo es escuchado por minorías, aquellos que tienen la sensibilidad y pueden entrar en sincronía con los mensajes de esos trovadores o poetas.
En esta ciudad, Puerto Vallarta, desde hace una década o un poco más se había venido celebrando la Noche de Juglares, un espacio, de los pocos que existen, donde jóvenes y viejos amantes de la poesía se reúnen para expresar sus girones de alma, la exquisitez de su esencia, las utopías de su interior profundo. Claro, entre los juglares hay niveles, como en todo, pero es un espacio de respeto para aquellos que se atreven a cantarle a la vida, a expresar sus sentires a los misterios de la existencia humana.
Por ello vale celebrar que nuevamente, a instancias del Taller Literario El tintero, se llevó a cabo una edición más de “Noches de Juglares”. No se espera que medio pueblo haga presencia porque se sabe no todos poseen esa sincronía con las expresiones del alma. Un juglar como en la edad media puede hablarle a una piedra, darle vida, o un gerundio, a una musa, a la alborada que es apuñalada por un rayo solar, o por una tarde inquieta o unas aves que dialogan por la tarde noche. O como en el siguiente poema de mi autoría, que le canta al mes que se está viviendo.
Diciembre

Este mes llega cansado, sin ganas de mirar atrás
Si lo hace tal vez se convierta en piedra de sal
Los primeros días son de cantos y lamentos guadalupanos
Las fiestas, aquelarres y un montón de deseos mundanos
También sentires del corazón y nostalgia por el pasado

Diciembre es el mes de los regalos, abrazos y cantos
Abrázame vida mía, que el tiempo se va desangrando
Abrázame porque nadie sabe cuando nos vamos
Cómo será el otro año, no quiero ni pensarlo
Sólo sé que lo disfrutaré como si fuera un eterno verano.

Madre, que tus manos no se suelten nunca
Que permanezca siempre cerca de tu regazo
No importa que pase el tiempo
Ya sabemos que puede ser un tirano
O un amigo que siempre nos sonríe, aunque sea un anciano.


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