El desapego os hace libre

Prócoro Hernández Oropeza
Una de las aberraciones del hombre es el apego, apego a nuestras posesiones, a nuestro cuerpo, ideología, valores, patria, religión o filosofía, a la familia, hijos, al dinero, al poder. Desde pequeños, el sistema nos enseña a apegarnos a todo lo que nos rodea y el día que perdemos algo, sea dinero, un negocio, la muerte de un familiar viene el sufrimiento.
El apego prácticamente significa estar pegado al ego. ¿Quién es el que sufre cuando perdemos poder o dinero? Es el ego del orgullo o de la codicia. Con justa razón Buda afirmaba que el origen del sufrimiento es el deseo. El deseo de poseer más, de acumular, atraer, amasar riqueza, poder, inclusive en el plano espiritual ser más virtuoso que otros. Pero cuando el deseo no se cumple o no satisface nuestras necesidades o intenciones, entonces viene el sufrimiento, la angustia, el pesar o estrés y quizá hasta la enfermedad.
Krishna sostiene que cuando cada uno de nuestros esfuerzos está desprovisto del deseo de complacer a los sentidos se libera de sus dominios. Entonces, abandonando todo apego a los resultados de mis actividades, siempre satisfecho e independiente, ya no ejecuto ninguna acción fruitiva (qué sólo satisface a los sentidos) aunque esté dedicado a toda clase de actividades. Esta libertad del cautiverio de las acciones resulta posible únicamente en el estado de conciencia de Krishna. En otras palabras, en aquel que está libre del esclavismo de los egos, los apegos y sólo es un fiel servidor de su Ser o su verdadero Íntimo.
En otro pasaje de su diálogo con su discípulo Arjuna sostiene Krishna: “El hombre que posee una comprensión tal, actúa con la mente y la inteligencia perfectamente controladas, abandona todo sentido de propiedad de sus posesiones y actúa únicamente para satisfacer las necesidades básicas de la vida. Obrando así no es afectado por reacciones pecaminosas”.
Un hombre así ha superado la dualidad, está libre de envidia y como ya no posee apegos está estable tanto en el éxito como en el fracaso. Una persona con este nivel de progresión espiritual no está apegada a su manutención personal, pues todo se lo deja al universo, a Dios o a Krishna. Tampoco está ansiosa de conseguir cosas ni de proteger cosas que ya posee.
En la Biblia también se habla de estos desapegos: “Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor”. Colosenses 3:23-24. Esto significa que cuando realizo cualquier actividad, es como si estuviera sirviendo a Dios, viendo a Dios en todos los que me rodean. “Porque Dios «pagará a cada uno según lo que merezcan sus obras»”. Romanos 2:6. “Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman”. Santiago 1:12.
Al respecto, hay bellas ilustraciones sobre esta temática, donde el desapego, además de generar los beneficios arriba descritos otorga sendas sorpresas. Se cuenta que cierto día un hombre santo y maestro fue asaltado por un ladrón. Le pidió todo lo que tuviera de valor y el santo, con todo desapego y compasión por el asaltante, le dio todo lo que tenía sin ninguna resistencia. Cuando ya el ladrón abandonaba la casa del santo, este le grito: Hey tú, espera que se me olvidó darte este candelabro de oro, tal vez te sea de utilidad. El ladró, sorprendido por tal gesto, regreso por el objeto y se retiró rápidamente. A los pocos días, el ladrón regresó a la casa del santo y le devolvió lo hurtado y se disculpó por tan ruin acción. El santo, sin ninguna recriminación lo abrazó y le dijo que no se preocupara y si en algo le podía ayudar que le dijera. El ladrón arrepentido le pidió que lo admitiera como su alumno. Por supuesto que fue admitido y ese ladrón a la postre se convirtió en uno de sus mejores alumnos.



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