Entre la oscuridad y la luz

Prócoro Hernández Oropeza
Hay desosiego, dolor, pesadumbre, inquietud e incertidumbre ante los sucesos cotidianos que pesan sobre este país de grandes hombres como Quetzalcóatl, Miguel Hidalgo, José María Morelos y Pavón, Emiliano Zapata, Francisco Villa y muchos otros que con sus ideales y proezas han construido una nación de mexicanos. No una nación mejor que otra, simplemente un pueblo que como todos los demás desea la paz, justicia, libertad y el amor. No obstante, los oscuros, los violentos, los ególatras y enfermos de poder obscurecen esos anhelos y aniquilan la esperanza de construir el paraíso en esta tierra, en este planeta.
Duele lo que sucede en Guerrero, en Michoacán, en Sinaloa, Tamaulipas, en otros países, como Israel, palestina, Siria, Irán, África. Duele porque el odio, la ira, el desprecio, ignominia, las pasiones más bajas del hombre dominan la política, economía, salud, el trabajo y la justicia. No es el amor al prójimo, no la compasión, no la justicia, la libertad o la fraternidad. Nos vemos como hombres y mujeres separados, ajenos, extraños, siendo que formamos parte de una gran familia, de una unidad.
Lo que le sucede al hermano, a cualquier ser, en el lugar que sea, duele a mi corazón. El corazón se entristece por la desaparición de estudiantes, por las muertes de inocentes a manos de los violentos, por los desprecios de los gobernantes a su gobernados, por su desdén hacia los de abajo por sus manías de grandeza y poder, por sus deseos insatisfechos, por el cúmulo de agravios en contra de la dignidad humana.
Afortunadamente no todo es oscuridad. Hay voces que exudan amor, fraternidad, compasión y pensamientos virtuosos y amorosos como el siguiente poema que nos regala el gran poeta chiapaneco Efraín Bartolomé. Un remanso de luz y fe.
CIELO Y TIERRA
Y las aguas de Arriba amaron a las de Abajo
y eran las aguas de Abajo femeninas
y las de Arriba masculinas...
¿Has oído, amada?
Tú eres la Tierra y yo soy el Cielo
Tú eres el lecho de los ríos y el asiento del mar
y el continente de las aguas dulces
y el origen de las plantas y de los tiernos o duros o feroces animales
de pluma o pelo o sin pluma ni pelo
Yo soy la lluvia que te fertiliza
En ti se cuecen las flores y los frutos
y en mi el poder de fecundar
¿Has oído, amada?
Nuestro lecho es el Universo que nos contiene
¿Has oído bien?
Tú eres la Tierra y yo soy el Cielo
Y mi amor se derrama sobre ti como la lluvia
o como una cascada que cae del sol
rompiendo entre nubes como entre peñascos
y entre los colores del arco iris y entre las alas de los ángeles
como entre las ramas espesas de una vegetación inverosímil
Tú eres la Tierra y yo soy el Cielo
¿No lo escuchas?
Y aunque digas que sí
tal parece que no porque ahora, Tierra,
cabalgas sobre mí (en el lecho que es el Universo)
y eres tú el Cielo y tu amor se derrama sobre el mío
como una lluvia fina
Y yo era la Tierra hasta hace unos instantes pero ya no lo sé
porque hemos girado y descansamos sobre nuestro costado
y los dos somos Tierra durante unos minutos deleitosos
Y ahora estoy de pie con los pies en la tierra y los ojos en el cielo
y tú no eres ni Tierra ni Cielo porque te hago girar
con los muslos unidos ferozmente a mi cintura
y eres el ecuador o yo soy el planeta Saturno
y tú eres los anillos que aprendimos en la escuela
y giras
Y ahora somos Cielo los dos y volamos
elevándonos más allá del Universo
Y en lo más alto del vuelo algo estalla en nosotros y caemos
vencidos por la fuerza de nuestro propio ecuador que se ha quebrado
Pero seguimos siendo Cielo aunque yazgamos en tierra
Derrumbados en tierra pero Cielo
Tierra revuelta y dulce pero Cielo
Cielo vencido cielo revolcado pero Tierra
Pero Cielo.
Efraín Bartolomé
(Partes un verso a la mitad y sangra, edición de La Flauta de Pan y Coneculta, Chiapas, 1997).

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